The Unending Gift

viernes, mayo 24, 2013

EL SUSTO DE LA VERDAD


Por  HERMANN TERTSCH

ABC Viernes, 24.05.13

No había voz más autorizada que la de Aznar. Pedir lealtad al contrato y al votante no puede ser deslealtad

YA sabemos que las verdades ofenden. Para ser exactos, las verdades, aquí en España, asustan. Con tanto puré conceptual, tanto caldillo semántico, pensamiento gelatinoso, tanta baba retórica como fluye por el discurso político nacional, un sólido encadenamiento de frases rectas sin latiguillos y sin titubeos, cuajadas de sentido e intención, causa honda huella. José María Aznar se sintió con ganas y con la obligación. Un deber ante su familia, ante su partido, ante España y ante sí mismo. ¡Horror! Los odiadores de Aznar han reaccionado como deben. Con fobia primitiva o con ese desprecio impostado que no es sino miedo. No están sólo en la izquierda y en la generación zapaterista del odio incondicional a Aznar, como símbolo –quizás con el cardenal Rouco– de la España a ofender y aplastar. Están en su partido. Donde principios y convicciones ya son hoy una irritante denuncia del oportunismo de esa tropa en la que «caben todas las ideas». La que quiere un PP como aséptico cuadro de mando de una empresa gestora para el medro, reparto, ejecución y disfrute del poder. No son incondicionales de Rajoy como pretenden. Sino del poder.
Aznar se defendió de las acusaciones cada vez más embarradas del agonizante grupo Prisa. Ya hay ahí un reproche serio al Gobierno. Que ha conseguido dinero para evitar la quiebra de este grupo, enemigo no sólo de Aznar. La indolencia ha impedido además se corrijan atropellos. Policía y fiscales conocidos por su filia socialista actúan a su antojo. Jueces compiten por abrir causas generales al PP. Los sumarios y documentos reales o ficticios sobre corrupción se manejan con la misma impunidad y fluidez que antes. Las televisiones en pugna por ver quién apoya más la agitación antisistema, quién ofende más al votante del PP y torpedea mejor toda reforma.
Contra el dictamen de órganos competentes, el Gobierno salva también de la quiebra a otro enemigo incansable, la inmunda cadena Sexta del amigo de Zp, Roures. Permite su fusión con Antena3. Y se refuerza desde allí la agitación izquierdista de permanente pogromo anti PP. Que arrastra a todas las televisiones a disputarse y fomentar la audiencia del discurso indignado de la demagogia anticapitalista. Mientras, la sociedad no sabe ni de causas de reformas ni de intenciones del Gobierno porque no hay una narración política razonable, pedagógica y de buena fe. Y TVE alterna torpezas con publirreportajes socialistas. El presidente, semiautista, con pánico al conflicto y a los medios, se ha instalado con su gente en el «concepto de opositor» de que, ganado el puesto, sólo se debe a la gestión. Que sus cosas se explicarán solas cuando salgan bien. Al PP, inerme y siempre a la defensiva, le cae mientras un diluvio de lodo día a día. Así amenaza desmoronarse por desafección, confusión, malestar e intoxicación enemiga el único partido nacional que queda en España. En un momento en el que la procacidad separatista ha alcanzado nueva calidad. Será necesario pararlo porque es imposible ceder. Cuando se desautoriza a los leales y cumplidores y se premia al chantajista. Y las buenas nuevas económicas a las que apuesta el Gobierno como única carta para apaciguar la sociedad, pueden retrasarse. Ante esa emergencia, fruto de las inmensas dificultades objetivas y del cálculo erróneo del Gobierno, suena la alarma que no pide cambio de rumbo sino de ritmo. Pide más que reformas impuestas en economía. Demanda política, músculo y firmeza. No había voz más autorizada que la de Aznar. Quienes pretendan desacreditarla se hacen flaco favor. Pedir lealtad al contrato y al votante no puede ser deslealtad. Y es que hay que evitar que este proyecto naufrague. A toda costa. Porque no hay otro. 

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