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jueves, mayo 22, 2014

VIAJE A UNA UCRANIA CONVULSA ( I )

Por HERMANN TERTSCH
ABC Kiev, Jueves, 22.05.14


Con este reportaje desde Kiev, Hermann Tertsch inicia su cobertura especial sobre la crisis ucraniana

CRECE EL MIEDO EN UCRANIA EN LA RECTA FINAL DE LAS ELECCIONES

El magnate Poroshenko, que se perfila como el favorito en los comicios, advierte de que Rusia podría impedir una segunda vuelta electoral

Si no hay decisión en la primera ronda, puede que no haya segunda». Esta frase del candidato que lidera las encuestas refleja sin duda el interés del favorito y para muchos ya virtual presidente, Petro Poroshenko. Pero la comparten muchos ucranianos. Hay mucha preocupación en Kiev ante las elecciones del próximo domingo. Aunque las encuestas den ya casi por seguro vencedor a Poroshenko, un multimillonario que ya ha sido ministro de Exteriores y Economía con gobiernos anteriores. Y que, de lograr ese 53-55% que le otorgan las encuestas, no tendría que ir a segunda vuelta.

Ayer Poroshenko articuló claramente esta preocupación y la recondujo en favor de su interés político. Según dijo, Rusia podría aprovechar el frágil momento entre las dos rondas para poner fin al proceso. Y de no decidirse los ucranianos este domingo por darle esa mayoría absoluta, fuerzas externas podrían impedir que el proceso electoral continuara. Es un claro «yo o la catástrofe». Pero parece que son muchos los que consideran que el planteamiento es el cierto. «Seamos realistas, si no se decide la elección en la primera ronda puede que no haya segunda. El grado de desestabilización puede ser tan alto que tengamos que luchar por nuestra legitimidad», dijo ayer el candidato en Odesa, otra ciudad en la que una minoría rusa intenta imponer una anexión a Rusia como la de Crimea. Los rivales de Poroshenko, sin excepción, incluida la ex primera ministra Julia Timoshenko, no pasan de porcentajes de un solo dígito.


El temor es palpable. En las calles, en los hogares y en el Gobierno provisional. Han pasado muchas cosas en pocos meses. Hay miedo a ese vecino que es Rusia. Por mucho que asegure el presidente Putin que nada tiene contra las elecciones, es decir, que no las saboteará. Por mucho que diga que ha retirado las tropas de la frontera común. Lo ha dicho varias veces en las pasadas semanas. Y al parecer sigue habiendo suficientes tropas para retirar y que los observadores de la OTAN no noten la retirada. Y cualquiera se fía. También dijo en su día Rusia que respetaría las fronteras de Ucrania. Y por eso le entregó Kiev a Moscú todas sus armas nucleares. A cambio de un respeto a su integridad territorial brutalmente violado con la invasión y anexión de Crimea. Ahora ya a tres días de las elecciones y los peligros de que Rusia decidiera dinamitarlas a gran escala parecen haber pasado.


Temor al día después

Pero hay miedo al día después. Aunque no haya sucedido lo peor que muchos auguraban. Aunque en las regiones en las que los separatistas rusos han autoproclamado sus entes independientes puede incluso haber cambiado la situación a favor de las autoridades centrales. Que tienen una lógica obsesión por intentar garantizar las elecciones en todo el territorio nacional, también en las regiones orientales del Donbass. Por lo que prosiguen sus operaciones militares. Ayer anunciaba el portavoz oficial militar Vladislav Selezniov avances en el control de territorio y edificios. Y la detención de «agentes» que, aunque de nacionalidad ucraniana, habían recibido entrenamiento e instrucciones en Rusia. Pero el cambio de la situación en el este no se debe a los precarios éxitos de un Ejército y una Policía que, reconocido por las autoridades, han de luchar contra la falta de medios y contra la infiltración y deslealtad. El cambio que puede ser decisivo para que las elecciones tengan legitimidad también en los distritos hasta ahora controlados por los separatistas habría llegado por la espectacular toma de partido en favor del Gobierno de Kiev del mayor oligarca del país y hombre fuerte en aquella región del Donbass, Rinat Ajmetov.

Tras meses de ambigüedad, Ajmetov ha dado la espalda a la llamada «república de Donetsk» . Ha tachado de «rufianes, salteadores y secuestradores» a los grupos armados separatistas que llegaron a hacerse con el control de Donetsk y Lugansk. El martes Ajmetov llamó a los partidarios de las elecciones y la unidad de Ucrania a manifestarse tocando el claxon de los coches e hizo sonar las sirenas de sus fábricas. Obreros de sus empresas salieron a las calles e hicieron desaparecer los controles de los separatistas de la llamada república independiente.

A nadie se le oculta la situación dramática y peligrosa en que se hallan la región y el Estado. El hecho de que Ajmetov se posicione en favor de la unidad podría incluso garantizar la celebración de las elecciones. Pero queda muy claro quién es el amo de la situación. Y parece evidente que el Estado queda comprometido con el magnate para el futuro. Cuando uno de los aspectos capitales de la próxima acción del Gobierno que surja de las elecciones estará en poner coto al poder ilimitado de los oligarcas. Para garantizar la igualdad ante la ley, la competencia y la transparencia que exigirán las instituciones europeas y occidentales a cambio de una ayuda que será imprescindible.

El futuro

El futuro del Estado ucraniano como proyecto democrático depende en gran parte precisamente del desmantelamiento de los poderes de los magnates. También del que ahora le está facilitando, salvo nuevas interferencias de Rusia, el control de las regiones orientales. Es una condición inaplazable para el avance del Estado de Derecho que tendrá obstáculos muy serios en los compromisos que se fraguan estos días. Y que quizá, también hay que decirlo, sean inevitables si se quiere acabar con este periodo de precariedad institucional y profesionalidad política general. Que todos los primeros protagonistas actuales de la política ucraniana sean millonarios dice mucho de la evolución habida en estos veinte años de poder oligarca surgido del sistema soviético. Y de la complejidad política a que se enfrenta el próximo Gobierno. Lo presidirá Poroshenko, el llamado rey del chocolate, cuya fortuna de 1.400 millones de dólares es muy modesta comparada con la de Ajmetov. A diferencia de Rusia, donde todos los oligarcas tuvieron que elegir entre sumisión a Putin, el exilio o la cárcel, en Ucrania todos han sido de lealtades mutantes. El Gobierno provisional de Artseni Yaseniuk, surgido en febrero tras la matanza del Maidan y la fuga a Rusia de Yanukóvich, tiene varios méritos. El primero, el de haber sobrevivido. Y haber evitado el colapso económico y un caos de orden público que en los primeros días nadie podía descartar. No se ha producido y, al margen de las actuaciones de los separatistas, el civismo ha imperado en toda la sociedad ucraniana.

En estos meses se han desmantelado bastantes de las mentiras lanzadas por un aparato propagandístico de Putin que ha perdido toda mesura. El Kremlin se lanzó a una agitación cuajada de propaganda bélica de difícil reconducción, pero de muy fácil desmentido. Porque todas las monstruosidades que pretende son fácilmente rebatibles. Putin ya ha fracasado en muchos sentidos porque jamás controlará ya toda Ucrania como pretendía tras sus acuerdos de noviembre con Yanukóvich. Y sin embargo, todos en Ucrania están pendientes de los próximos pasos del nuevo zar en el Kremlin.

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