ABC Kiev, Jueves, 22.05.14
Con este reportaje
desde Kiev, Hermann Tertsch inicia su cobertura especial sobre la crisis
ucraniana
CRECE EL MIEDO EN UCRANIA EN LA RECTA FINAL DE LAS ELECCIONES
El magnate Poroshenko, que se perfila como el favorito en los comicios, advierte de que Rusia podría impedir una segunda vuelta electoral
Si no hay decisión en la primera ronda, puede que no haya segunda». Esta frase del candidato que lidera las encuestas refleja sin duda el interés del favorito y para muchos ya virtual presidente, Petro Poroshenko. Pero la comparten muchos ucranianos. Hay mucha preocupación en Kiev ante las elecciones del próximo domingo. Aunque las encuestas den ya casi por seguro vencedor a Poroshenko, un multimillonario que ya ha sido ministro de Exteriores y Economía con gobiernos anteriores. Y que, de lograr ese 53-55% que le otorgan las encuestas, no tendría que ir a segunda vuelta.
El magnate Poroshenko, que se perfila como el favorito en los comicios, advierte de que Rusia podría impedir una segunda vuelta electoral
Si no hay decisión en la primera ronda, puede que no haya segunda». Esta frase del candidato que lidera las encuestas refleja sin duda el interés del favorito y para muchos ya virtual presidente, Petro Poroshenko. Pero la comparten muchos ucranianos. Hay mucha preocupación en Kiev ante las elecciones del próximo domingo. Aunque las encuestas den ya casi por seguro vencedor a Poroshenko, un multimillonario que ya ha sido ministro de Exteriores y Economía con gobiernos anteriores. Y que, de lograr ese 53-55% que le otorgan las encuestas, no tendría que ir a segunda vuelta.
Ayer Poroshenko
articuló claramente esta preocupación y la recondujo en favor de su interés
político. Según dijo, Rusia podría aprovechar el frágil momento entre las dos
rondas para poner fin al proceso. Y de no decidirse los ucranianos este domingo
por darle esa mayoría absoluta, fuerzas externas podrían impedir que el proceso
electoral continuara. Es un claro «yo o la catástrofe». Pero parece que son
muchos los que consideran que el planteamiento es el cierto. «Seamos realistas,
si no se decide la elección en la primera ronda puede que no haya segunda. El
grado de desestabilización puede ser tan alto que tengamos que luchar por
nuestra legitimidad», dijo ayer el candidato en Odesa, otra ciudad en la que
una minoría rusa intenta imponer una anexión a Rusia como la de Crimea. Los
rivales de Poroshenko, sin excepción, incluida la ex primera ministra Julia
Timoshenko, no pasan de porcentajes de un solo dígito.
El temor es palpable.
En las calles, en los hogares y en el Gobierno provisional. Han pasado muchas
cosas en pocos meses. Hay miedo a ese vecino que es Rusia. Por mucho que
asegure el presidente Putin que nada tiene contra las elecciones, es decir, que
no las saboteará. Por mucho que diga que ha retirado las tropas de la frontera
común. Lo ha dicho varias veces en las pasadas semanas. Y al parecer sigue
habiendo suficientes tropas para retirar y que los observadores de la OTAN no
noten la retirada. Y cualquiera se fía. También dijo en su día Rusia que
respetaría las fronteras de Ucrania. Y por eso le entregó Kiev a Moscú todas
sus armas nucleares. A cambio de un respeto a su integridad territorial
brutalmente violado con la invasión y anexión de Crimea. Ahora ya a tres días
de las elecciones y los peligros de que Rusia decidiera dinamitarlas a gran
escala parecen haber pasado.
Temor al día después
Pero hay miedo al día
después. Aunque no haya sucedido lo peor que muchos auguraban. Aunque en las
regiones en las que los separatistas rusos han autoproclamado sus entes
independientes puede incluso haber cambiado la situación a favor de las
autoridades centrales. Que tienen una lógica obsesión por intentar garantizar
las elecciones en todo el territorio nacional, también en las regiones
orientales del Donbass. Por lo que prosiguen sus operaciones militares. Ayer
anunciaba el portavoz oficial militar Vladislav Selezniov avances en el control
de territorio y edificios. Y la detención de «agentes» que, aunque de
nacionalidad ucraniana, habían recibido entrenamiento e instrucciones en Rusia.
Pero el cambio de la situación en el este no se debe a los precarios éxitos de
un Ejército y una Policía que, reconocido por las autoridades, han de luchar
contra la falta de medios y contra la infiltración y deslealtad. El cambio que
puede ser decisivo para que las elecciones tengan legitimidad también en los
distritos hasta ahora controlados por los separatistas habría llegado por la
espectacular toma de partido en favor del Gobierno de Kiev del mayor oligarca
del país y hombre fuerte en aquella región del Donbass, Rinat Ajmetov.
Tras meses de
ambigüedad, Ajmetov ha dado la espalda a la llamada «república de Donetsk» . Ha
tachado de «rufianes, salteadores y secuestradores» a los grupos armados
separatistas que llegaron a hacerse con el control de Donetsk y Lugansk. El
martes Ajmetov llamó a los partidarios de las elecciones y la unidad de Ucrania
a manifestarse tocando el claxon de los coches e hizo sonar las sirenas de sus
fábricas. Obreros de sus empresas salieron a las calles e hicieron desaparecer
los controles de los separatistas de la llamada república independiente.
A nadie se le oculta
la situación dramática y peligrosa en que se hallan la región y el Estado. El
hecho de que Ajmetov se posicione en favor de la unidad podría incluso
garantizar la celebración de las elecciones. Pero queda muy claro quién es el
amo de la situación. Y parece evidente que el Estado queda comprometido con el
magnate para el futuro.
Cuando uno de los aspectos capitales de la próxima acción del Gobierno que
surja de las elecciones estará en poner coto al poder ilimitado de los
oligarcas. Para garantizar la igualdad ante la ley, la competencia y la
transparencia que exigirán las instituciones europeas y occidentales a cambio
de una ayuda que será imprescindible.
El futuro
El futuro del Estado
ucraniano como proyecto democrático depende en gran parte precisamente del
desmantelamiento de los poderes de los magnates. También del que ahora le está
facilitando, salvo nuevas interferencias de Rusia, el control de las regiones
orientales. Es una condición inaplazable para el avance del Estado de Derecho
que tendrá obstáculos muy serios en los compromisos que se fraguan estos días.
Y que quizá, también hay que decirlo, sean inevitables si se quiere acabar con
este periodo de precariedad institucional y profesionalidad política general.
Que todos los primeros protagonistas actuales de la política ucraniana sean
millonarios dice mucho de la evolución habida en estos veinte años de poder
oligarca surgido del sistema soviético. Y de la complejidad política a que se
enfrenta el próximo Gobierno. Lo presidirá Poroshenko, el llamado rey del
chocolate, cuya fortuna de 1.400 millones de dólares es muy modesta comparada
con la de Ajmetov. A diferencia de Rusia, donde todos los oligarcas tuvieron
que elegir entre sumisión a Putin, el exilio o la cárcel, en Ucrania todos han
sido de lealtades mutantes. El Gobierno provisional de Artseni Yaseniuk,
surgido en febrero tras la matanza del Maidan y la fuga a Rusia de Yanukóvich,
tiene varios méritos. El primero, el de haber sobrevivido. Y haber evitado el
colapso económico y un caos de orden público que en los primeros días nadie
podía descartar. No se ha producido y, al margen de las actuaciones de los
separatistas, el civismo ha imperado en toda la sociedad ucraniana.
En estos meses se han
desmantelado bastantes de las mentiras lanzadas por un aparato propagandístico
de Putin que ha perdido toda mesura. El Kremlin se lanzó a una agitación
cuajada de propaganda bélica de difícil reconducción, pero de muy fácil
desmentido. Porque todas las monstruosidades que pretende son fácilmente
rebatibles. Putin ya ha fracasado en muchos sentidos porque jamás controlará ya
toda Ucrania como pretendía tras sus acuerdos de noviembre con Yanukóvich. Y
sin embargo, todos en Ucrania están pendientes de los próximos pasos del nuevo
zar en el Kremlin.
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