ABC Martes, 03.05.16
Para Erdogan sería un sueño deshacerse de unos millones de
kurdos
LOS españoles están
tan concentrados en hacerse daño ellos mismos, tal como constataba el diario
alemán Frankfurter Allgemeine hace unos días, que no prestan atención a otros
avatares europeos que más temprano que tarde les afectarán como a los demás
europeos. Entre estos se encuentra la decisión ya tomada en Bruselas de eximir
a los ciudadanos turcos de la obligación del visado para sus viajes a toda la
Unión Europa. Esta exención de visado forma parte del acuerdo entre la UE y
Turquía para frenar el flujo migratorio ilegal. De las más de setenta
condiciones estipuladas para dicha exención, Turquía no cumple muchas, algunas
referentes a seguridad y antiterrorismo. Pero Bruselas dice que no será muy
estricta. Todos saben que si no se cumplen dará igual. Como da igual el brutal
retroceso de los derechos civiles que sufren los turcos. Porque nadie se va a
atrever a negarle su principal demanda, las llaves de Europa, al presidente
turco Recep Tayyip Erdogan, que ya ha amenazado con romper el acuerdo si llega
julio y los turcos no pueden entrar y salir del espacio Schengen como si fueran
miembros del mismo.
Como muchos países tienen
elecciones a la vista y Alemania tiene un nuevo partido derechista (AfD) que se
nutre directamente de la crisis de los refugiados, la Comisión Europea va a
abrir la puerta a los turcos para evitar que Erdogan envíe hacia las costas
europeas esa avalancha de refugiados de otros países con que amenaza. Eso
volvería a poner a Europa y especialmente a la canciller alemana Angela Merkel
ante las consecuencias de pasadas decisiones unilaterales. Merkel y los
partidos tradicionales en la UE saben que no basta a medio plazo con llamar
ultraderechistas o nazis a los partidos que surgen como respuesta a la profunda
crisis del sistema político y de la propia UE, de la que la llegada de los
refugiados es catalizador principal. Necesitan neutralizar el debate sobre la
inmigración. Para ello dependen de que Turquía actúe como bien pagado
cancerbero. Por mucho que moralmente el acuerdo sea detestable. El Consejo
Europeo y el Parlamento en Estrasburgo han de aprobar esta medida. En ambos hay
resistencias, pero ambos se verán sometidos a la presión de los más interesados
en que Erdogan no se enfade.
Nadie debe esperar
que, de la noche a la mañana, se pongan en marcha hacia Europa los casi ochenta
millones de turcos a los que se abre la puerta como condición para que ellos se
la cierren a los millones de refugiados, sirios o no. Pero nadie se fía. Por
eso, países como Francia y Alemania aprueban con premura leyes que permitan una
suspensión de emergencia de la exención de visados. Son conscientes de que
Europa queda irremisiblemente expuesta a las consecuencias de movimientos
políticos, militares y geoestratégicos sobre los que carece del mínimo control.
Una vez que los turcos no necesiten visados, Erdogan puede dar dos vueltas a la
tuerca de la represión militar en el sureste del país y veinte millones de
kurdos con pasaporte turco podrían tener tantas razones para huir de sus
hogares como los sirios de los suyos. Y Diyarbakir ser tan poco hospitalario
como Alepo. Para Erdogan sería un sueño deshacerse de unos millones de kurdos
que ante la probable división de Siria serán un actor principal en la región.
Mientras, en Libia crece sin cesar la bolsa de refugiados de Asia y Africa
traídos por traficantes impunes. El panorama es de pesadilla porque nuestra
seguridad está en manos ajenas. Pero estén tranquilos todos. Porque el problema
que más preocupa a los políticos europeos no es el islamismo, ni las angustias
de la población, ni la seguridad en las ciudades ni la cohesión social, no. Es
la islamofobia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario