UN GRAN ÉXITO DE RAJOY
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 17.05.16
No es descartable que Pedro Sánchez se lleve por delante al
PSOE a su extinción
LAS encuestas ya son unánimes en ello y la tendencia es
manifiesta. La alianza neocomunista de Unidos Podemos supera ya hoy al PSOE en
intención de voto y, salvo un cambio de tendencia absolutamente improbable,
confirmará la hegemonía totalitaria en la izquierda española. En toda Europa
este alarmante hecho solo se ha producido antes en Grecia con el triunfo de
Syriza y el hundimiento del Pasok en la irrelevancia. Pero nadie dude de que el
proyecto totalitario en España tiene mayor vitalidad y agresividad que el
griego. De lograr el asalto al poder será pronto causa de alarma y espanto en
una sociedad española que no se acaba de enterar de lo que pronto puede decidir
la vida de un par de generaciones. Es hasta posible que la campaña de Sánchez
colapse directamente. Porque el voto socialista puede ser hasta absurdo. No
puede formar gobierno con nadie para sobrevivir. Salvo con el PP con el que se
ha negado él la supervivencia. No podrá con Ciudadanos. No tiene más vía que
una alianza con un partido neocomunista que nada más abrazarlo lo deglutiría.
Así las cosas, Sánchez es un muerto político.
No es descartable que Sánchez se lleve por delante al PSOE a
su extinción. O a su degeneración fragmentada en partidos regionales de zona
pobre. Otros partidos socialistas se han ido ya por el sumidero y hay media
docena en Europa en la cola. La culpa no sería de Sánchez. Sino de José Luis
Rodríguez Zapatero que liquidó toda opción socialdemócrata centrista y
desenterró la simbología guerracivilista. Con este salto atrás, el PSOE produjo
el discurso que ha llevado a la juventud de izquierdas a romper con la España
constitucional. Lo que han desatado la combinación del culto al resentimiento,
épica revolucionaria, odio a la reconciliación nacional y la crisis es todo un
movimiento tectónico del estado de opinión en España. Que no atiende a razones
ni a fríos cálculos de intereses sino a una inercia en la lógica de la
venganza, en la necesidad de zanjar cuentas por agravios reales o ficticios.
Así lo aprendieron los chicos de Podemos en Venezuela. Había que generalizar el
agravio, convencer a gran parte de la sociedad de que su situación no podía ser
peor y hacer con la legión de agraviados un pacto para la venganza. Esa fue la
mecánica sentimental de Hugo Chávez y es la aplicada con éxito en España. Pero
para llegar a esta situación dramática en España no hubiera bastado con Rodríguez
Zapatero de no haber estado Rajoy.
Ha sido su gobierno el que ha brindado a la izquierda
totalitaria toda la infraestructura para acabar superando al PSOE. Y el que con
su pasividad ha mostrado a los separatistas que las leyes nunca son un impedimento
si hay voluntad política de violarlas. Porque la impunidad está garantizada. Y
el golpe de Estado puede ser ensayado cuantas veces sea necesario. Rajoy y sus
bien pagados aprendices de brujo querían una izquierda fraccionada con una
fuerza muy salvaje que asustara al votante de derechas. Tanto como para que
volviera a votarle a él. Pese a todo. Sería un gran éxito de Rajoy. Pero puede
que pase lo contrario. Que la izquierda tenga un partido mayoritario
totalitario que succione a los restos del PSOE para un Frente Popular. O que
hasta en el mejor de los casos –que el PP pudiera formar gobierno con
Ciudadanos y restos del PSOE–, en cuanto tomara la primera medida necesaria,
tendría España ardiendo por los cuatro costados. El anticonstitucionalismo
tiene ya veto sobre la gobernabilidad. Y no será el PP de Rajoy el que enarbole
la ley y la fuerza para romperlo.
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