EUROPA NO SE QUIERE SUICIDAR
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 05.06.18
Llaman
ultraderechista a quien cumple con la promesa a sus votantes
EL
nuevo ministro del Interior y líder de la Liga, Matteo Salvini, ha horrorizado
a biempensantes europeos, especialmente a políticos, periodistas, obispos,
artistas y demás profesionales del sentimiento, con su anuncio en Sicilia de
que comenzará de inmediato con la deportación masiva de inmigrantes. Sin
embargo, son cada vez más los europeos aliviados porque por fin surjan
políticos decididos a hacer lo necesario para defender los intereses de sus
compatriotas. No son solo esos millones de europeos que han visto deteriorarse
dramáticamente su vida por la llegada de inmigrantes ilegales. Los que
desesperan con el desprecio de los políticos hacia el impacto de esa
inmigración masiva e incontrolada sobre su vida. Salvini se ha ido a Sicilia a
reafirmar a sus compatriotas que inicia ya la expulsión de inmigrantes
ilegales. Ha prometido deportar a 500.000 de toda Italia. Si lograra eso el
ministro de la Liga Norte puede garantizarse una mayoría absoluta para mucho
tiempo. Y personalmente se granjea para siempre la popularidad de un Mussolini.
Claro
está que acomete una tarea ingente, si no imposible. Habrá de determinar de qué
país viene cada uno y conseguir que los países de origen los acepten. No suele
ser fácil ni cuando se repatria a media docena. Salvini quiere asegurar a los
sicilianos que no es delirante la esperanza de retornar a una vida con cierta
normalidad. Les promete que la isla dejará de servir de campo de refugiados
para lavar las conciencias de políticos en toda Europa que solo ven refugiados
en la televisión. Como tantas islas griegas que languidecen como campos para
unos refugiados que podrían estar, con el apoyo necesario, de vuelta en sus
casas. Salvini será tachado de racista y fascista por un Pablo Iglesias
protegido por su sólido muro de piedra y recién estrenadas puertas de seguridad
en su casoplón de La Navata. Allí no le entra nadie. Tampoco en las mansiones
de la Moraleja, La Finca o Pedralbes desde donde se blanquean conciencias con
pagos a ONG que traen refugiados desde las costas africanas como traficantes
cualquiera. Otros ricos humanitarios, artistas y banqueras progresistas también
tendrán solemnes frases contra las deportaciones. Salvini deja claro que
perseguirá la actividad de los traficantes cometan el delito mafiosos
africanos, criminales árabes u ONG europeas.
Cada vez son más los líderes europeos decididos a recuperar
el significado y la vigencia de la soberanía territorial y de las fronteras,
cuyo fin es proteger a su ciudadanía. Este domingo ganó las elecciones en
Eslovenia Janez Jansa, otro de ellos. Por supuesto los medios le llaman desde
«populista» a «ultraderechista», como a su amigo y vecino Viktor Orban. Como a
todo el que no sea socialdemócrata. Todo quien crea en la aplicación
incondicional de la ley y no en utilizarla o ignorarla a su conveniencia como
Angela Merkel es un populista. Si encima defiende los intereses de sus compatriotas
más débiles, que son los que sufren la presencia de la inmigración ilegal, y
cumple sus promesas electorales es un peligroso ultraderechista. Se lo llaman
ya hasta a Sebastian Kurz, el jovencísimo canciller austriaco que hace historia
con un gobierno de coalición de derechas que es ejemplo anti-Merkel que triunfa
en Europa. La socialdemocracia está decidida a disolver las naciones europeas
para desmantelar las resistencias al igualitarismo impuesto y a sus
experimentos de ingeniería social. La inmigración es un medio eficaz para ello.
Hay mil indicios de que los europeos se rebelan contra lo que se les presentaba
como una fatalidad inevitable: acoger a todo el Tercer Mundo que quiera venir.
Hay muchos empeñados en que Europa se suicide como civilización. Pero cada vez
hay más europeos que se niegan.
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