TROVADORES DE PUTIN
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 20.09.16
Como en Venezuela, los déspotas prefieren invertir en pagar
mentiras antes que en las vidas de sus sufridos súbditos
ESCUCHABA
ayer en la radio a uno de los muchos propagandistas que Vladimir Putin cultiva
y mantiene en todo el mundo para que le ensalcen como gran líder cristiano de
Eurasia y salvador y redentor de la decadente Europa. Igual que Neruda,
Alberti, Sartre, Thomas Mann y tantos otros poetas buenos y malos cantaron
miserables y vergonzosas loas a Stalin mientras este organizaba sus peores picadillos
de carne humana rusa, hoy tenemos a personajes mucho menores que entonces
dedicados a esa impúdica alabanza de Putin. El caudillo ha creado una inmensa
trama mediática en todo el mundo que eclipsa a todas las organizaciones
propagandísticas soviéticas habidas. Con su omnipresente televisión de RT y
Sputnik que tiene una red con un presupuesto mayor que bastantes Estados, la
labor de propaganda y captación de voluntades es permanente y obsesiva. Por
supuesto en vieja tradición chekista, todo el aparato mediático ramificado por
el mundo cuenta con la presencia, el servicio y la coordinación de los
servicios de información del Kremlin. Se trata de fomentar las contradicciones
de las democracias occidentales que son muchas y están en aumento. Y alimentar
a todas las fuerzas enemigas del sistema democrático desde la extrema izquierda
a la extrema derecha. Se trata de intoxicar mucho para que nunca se sepa qué es
realidad comprobada y qué rumor o maledicencia. De presentar a Europa como un
caos decadente y a Rusia como la firme y serena patria de la calma cristiana. Y
sobre todo se trata de impedir que se sepa y vea que Putin es un presidente que
ha matado o enviado al exilio a todos los que le molestaban. Con una fusión de
mafias y aparato del Estado bajo control estricto de su gente chekista se
garantiza el poder para siempre en un país que alimenta a su población cada vez
peor de lo que ingresa cada vez menos de sus materias primas. Como el Tercer
Mundo.
Ha creado una clase de hipermillonarios que le deben su
seguridad, unos militares y policías privilegiados en un mar de pobreza,
aparatos de funcionarios corruptos jerarquizados y unas masas de rusos que
malviven en la escasez, el alcoholismo, la depresión, la malnutrición y la
descomposición social. Los hijos y nietos de los oligarcas estudian en Londres
o EE.UU., pero al ruso común no le han asfaltado el camino desde que se hundió
la URSS. Moscú y San Petersburgo son sitios gloriosos para quienes se puedan
pagar cenas, hoteles y putas, pero el resto del país sucumbe en el barro. Ese
Putin que dicen muy cristiano porque tiene tan domesticada y financiada a la
cúpula de la Iglesia Ortodoxa como a sus poetas en el exterior es un presidente
que ha organizado matanzas dentro y fuera del país. Y que se hace temer como
Stalin. Cultiva su imagen de padrecito generoso pero implacable y cruel si es
decepcionado o desobedecido por sus huestes. Decía el trovador de Putin en las
ondas españolas que las elecciones del domingo son prueba de lo unido que esta
el pueblo ruso a su caudillo que los protege de las agresiones exteriores. El
resultado de las elecciones da una mayoría amplia al partido de Putin, el
segundo puesto a su pelele nacionalista Zirinovski y el tercer puesto a su
pelele comunista Ziuganov. Eso es lo que hay: nada aparte de propaganda y
miedo. Rusia no produce hoy más que materias primas cada vez más baratas,
propaganda patriótica mentirosa y muchísimo miedo. Quizás si ahorraran en
propaganda exterior podrían elevar algo el nivel de la asistencia médica. Pero
como en Venezuela y tantos otros rincones, los déspotas prefieren invertir en
pagar mentiras antes que en las vidas de sus sufridos súbditos.
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