LOS GOLPES DE PECHO
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 08.10.13
Da la impresión de que es muy importante saber el culpable
potencial de algo para darle una dimensión u otra al suceso
EL trágico naufragio ante la isla italiana de Lampedusa de
un barco repleto de inmigrantes ha causado mucho dolor y estupor en todo el mundo.
Un inmenso drama. Centenares de hombres, mujeres y niños se ahogaron a unos
centenares de metros de la costa, tras incendiarse el barco en el que llegaban
desde las costas libias. Las víctimas procedían en su inmensa mayoría de
Somalia y Eritrea. Es de suponer que ese terrible viaje lo hicieron después de
pagar a unos traficantes de la región, que por lo general son árabes. Ayudaran
o no todos los pesqueros italianos de la maltratada isla de Lampedusa, lo
cierto es que muchos lo hicieron y gracias a ellos hay supervivientes. El dolor
y la compasión por los muertos son tan lógicos y necesarios como lo es la rabia
por la impotencia ante la tragedia. Ante la miseria que lleva a estos seres
humanos que huyen de guerras, hambrunas y tiranías a arriesgar su vida de esa
manera. Estalla primero el dolor y enseguida las ansias por encontrar
explicaciones o más bien culpables. Sucede hasta con catástrofes naturales en
las que por definición no hay responsabilidad humana. Las migraciones
desesperadas se deben a veces a determinadas catástrofes de la naturaleza.
Sequías, inundaciones, hambrunas. No en este caso. Aquí todos huyen de
catástrofes fabricadas por el hombre en sus lejanos países. Huyen de Estados
fallidos y de las consecuencias directas de guerras, dictaduras, fanatismo
islamista y odios tribales. Por eso resulta si no sorprendente, sí muy
sintomática, la dirección que muy pronto tomó la inmensa indignación habida.
Una indignación muchísimo mayor por supuesto que cuando escuchamos en Europa
que han muerto en Nigeria o Pakistán unos centenares de cristianos, quemados
vivos por islamistas radicales mientras rezaban en sus iglesias. De nuevo da la
impresión de que es muy importante saber el culpable potencial de algo para
darle una dimensión u otra al suceso. Es lo que en España llamaríamos el método
Blanquerna. Cuando la ultraderecha comete una tropelía, no hay comunicados y
comisiones suficientes en Parlamento e instituciones para condenarla como
gravísima e intolerable. Cuando asaltos similares los comete la ultraizquierda
o el nacionalismo en cualquier universidad en el País Vasco, Cataluña o Madrid
ni comisiones ni comunicados ni nada. Y si es una bomba en la basílica del
Pilar -o si fuera en el Valle de los Caídos- hay dificultades para impedir que
algunos aplaudan.
Para cualquier ingenuo, el drama de Lampedusa no tenía en
principio más culpables inmediatos que los traficantes y las condiciones de
viaje de las pobres víctimas. Y culpables más lejanos eran las dictaduras y el
fanatismo islamista de la región de la que proceden. Porque apenas se habían
recogido los primeros cadáveres y noticias sobre las dimensiones de la tragedia
y ya parecía haber en los medios un curioso consenso en que la culpa de todas
estas muertes la debía asumir... Europa. Como suele pasar ya siempre que en los
medios se mezclan sentimientos, información, ideología e intenciones, no había
caído la siguiente noche, cuando todos exigían a Europa -a la Comisión Europea,
a los Estados europeos y a las sociedades europeas- golpes de pecho por estas
muertes. Ahí salió todo el coro de odiadores del sistema. Y todos ejerciendo
paciente comprensión. Si escucha un marciano el coro de reproches, habría
creído que las víctimas huían de una desalmada Europa hacia sus protectores
países de procedencia y sus compasivas tiranías. Para poder seguir siendo el
rincón ansiado y ese modelo, hay que seguir haciendo un conveniente corte de
mangas a quienes quieren imponernos un sistema similar al que rige en los
países de los que huyen esos desgraciados.
0 comment(s):
Post a comment
<< Home