The Unending Gift

martes, septiembre 24, 2013

POR PRUDENCIA, DECENCIA, VERGÜENZA

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 24.09.13

En Europa, el antifascismo es celebrado como virtud, mientras el anticomunismo es poco menos que una enfermedad
    LA canciller Angela Merkel no ha alcanzado la mayoría absoluta por cinco escaños. Es un dato histórico. Pero lo es aun más que, con la desaparición del partido liberal FDP del Bundestag, por no alcanzar el listón del 5% de los votos, la CDU/CSU se ha convertido en la única fuerza de centroderecha del parlamento alemán. Las tres fuerzas restantes se reclaman todas de izquierda. Ahí está el partido socialdemócrata SPD, el partido más antiguo de Alemania, que cumplió 150 años el pasado verano. También tenemos al partido del ecopacifismo, cristalización política del movimiento sesentaiochista, que son los Verdes, ya firmemente instalados en el sistema político desde hace tres décadas. Y está finalmente Die Linke, un partido surgido de los restos del partido comunista de la RDA, inicialmente con los votos de los nostálgicos de la dictadura comunista, a los que se ha incorporado con los años, la extrema izquierda de toda Alemania, este y oeste, porque hay gente para todo. Allí está Oskar Lafontaine, nieto prometedor de Willy Brandt que lo fue casi todo en el SPD y hoy disparata. Pero también los hay más siniestros, como Gregor Gysi y otros muchas figuras del entorno intelectual del SED, el partido de Erich Honecker. Pues estos tres partidos de izquierda juntos, SPD, Verdes y Die Linke, suman una mayoría aritmética para formar un Gobierno en Alemania y mandar a Merkel a la oposición. ¿Y por qué no lo hacen? ¿Qué hace el SPD que mañana mismo podría llevar a Steinbrück a la cancillería con los votos de Verdes y Die Linke? No lo hacen porque no es posible. O digamos mejor que aun no es posible. Y no lo es por prudencia, por decencia y por vergüenza. Son tres poderosas razones que impiden tanto al SPD como a los Verdes hacer pactos de Gobierno con Die Linke, que es en el sentido más amplio de la palabra, un partido comunista. Es un partido cuya lealtad constitucional es dudosa, cuyo carácter democrático muchos ponen en duda, porque no reniega de las dictaduras comunistas, y cuyas posiciones políticas amenazan la seguridad y las alianzas internacionales de Alemania ya que exige la salida de la OTAN y numerosos disparates más en este sentido. La prudencia impide a SPD y Verdes una alianza con los comunistas, porque estos exigen condiciones irrealizables. En cualquier momento utilizarían el chantaje para imponerlas. La decencia también está presente. Y hay que agradecérselo a los partidos que hacen gala de ella.
    Porque, por ejemplo en España, vemos a todos los partidos, ya por desgracia sin excepción, en alegre camaradería, cooperación y alianzas con partidos extremistas cómplices de crímenes. Aquí los Verdes se unen al SPD que por su larguísima historia tiene el anticomunismo más sano en el ADN. En general en Europa, el antifascismo es celebrado como virtud, mientras el anticomunismo es poco menos que una enfermedad. Ese obsceno malentendido lo arrastran izquierda y derecha casi por igual en gran parte del continente. No así en el SPD, que sabe muy bien quienes son los comunistas desde hace muchas décadas. Y los han sufrido especialmente. Produce especial envidia esta lealtad incondicional del socialismo alemán con la democracia, frente a las veleidades redentoristas que comparte el PSOE con los comunistas. Felipe González intentó hacer un Bad Godesberg para crear un SPD. Zapatero confirmó su fracaso. El SPD y los Verdes saben que la alianza con los comunistas acabaría empañando las credenciales democráticas de sus socios. Y esto genera vergüenza. Puede que dentro de unos años esto ya no sea así. Pero de momento, Merkel será canciller por prudencia, decencia, vergüenza de sus principales rivales.


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