NO SE PONGAN ASÍ
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 26.08.14
En Cataluña, los separatistas llevan muchos años fabricando
humor con el temor de los demás
TODO es siempre una exageración de esta derecha española que
no tiene sentido del humor. Ya saben, salen unos paisanos de fiesta por
Cardedeu con su tradicional cuadrilla, con la colla
trabucair, y qué menos que ir a hacerle una gracia al concejal de PP, al
facha. «Mira, español, lo que te vamos a hacer algún día más en serio si no
dejas de molestar». Esto no se lo dijo nadie a la cara. Pero todos lo llevaban
un poquito en mente. Como cuando, con el cacareado talante del sectarismo
canalla de Zapatero, todos los rotos y las agresiones contra media España se
anunciaban con la mejor de las sonrisas.
En Cataluña, los separatistas llevan muchos años fabricando
humor con el temor de los demás. Un tiro al Rey, uy qué risa, y otro para un
periodista, Salvador Sostres. No vayan a creer que nos olvidamos. Y la
televisión pública dedicada día y noche a menospreciar a los españoles, pero
ante todo a falsificar España. A un lenguaje orwelliano en el que su permanente
violencia de la imposición de la lengua, de la falsificación de la historia,
del culto al agravio impostado, llega edulcorada por las letanías sobre
«diálogo», derechos y serenidad, convivencia. Y hasta «cordialidad», por llevar
el cinismo a cotas ignotas. Todo el discurso de los partidos nacionalistas y
de sus cómplices en diverso grado, ay cuántos son, se centra desde hace muchos
años en identificar a un enemigo irreconciliable al que hay que hacer
desaparecer de Cataluña. Y ese es el español que quiere seguir siéndolo. Para
eso sirven las pintadas con amenazas, los desprecios y las intimidaciones
televisadas. Pero sobre todo, para eso está el mensaje oficial cotidiano,
omnipresente, extenuante, que obliga a todos los españoles catalanes a la humillación
continua de prestar obediencia a un Gobierno en permanente, pública y
jactanciosa traición a la patria y a las leyes.
Pero son muchos otros los que han colaborado con los
nacionalistas a ese esfuerzo por destruir la convivencia en España. Hubo un momento
en el que la hegemonía del pensamiento de izquierdas pudo haber pasado a la
historia en España, como ha pasado en la mayoría de los países desarrollados.
Los fracasos económicos, la corrupción y los crímenes políticos eran lastre y
aviso suficiente para que así fuera. Pero en 2004 sucedió lo que sucedió. Y
desde entonces, no ha habido en España otro mensaje que el de una izquierda
agresiva que quiere hacer pagar a todos su obsesión de creer haber perdido
injustamente una guerra. Y quiere enmendar ganándola ahora.
Llevamos así más de una década. Primero con un mensaje
oficial revanchista que, tan omnipresente como el nacionalista en Cataluña,
copó los medios de comunicación, el lenguaje y la educación. Convertida la
Guerra Civil en referencia máxima para todo discurso político, los discrepantes
pasaron a ser fachas o franquistas, por tanto españoles sin derechos. Y el
nuevo mensaje ha sido que la derecha debe avergonzarse de los crímenes
cometidos en su nombre y expiarlos eternamente, pero la izquierda puede y debe
enorgullecerse de los suyos. Así, el odio del alcalde de El Coronil que llama
yihadistas a los guardias civiles es poco al lado de lo que incuban los
adolescentes intoxicados de envidia, revancha, resentimiento social y el
desprecio que desprende la ignorancia. Con esas televisiones, con humoristas
gentuza, que ante la pasividad e indolencia de la derecha gobernante, vomitan
mensajes de odio y afrenta a diario, impensables en el mundo desarrollado. A
nadie extrañe por tanto que, después de una década de poner en la diana al
malvado objeto justificado de todo odio, los más desinhibidos estén ya
impacientes por el siguiente paso.
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