UN ULTRA CONFÍA EN CONVERTIRSE EN PRESIDENTE DE AUSTRIA
Por HERMANN TERTSCHEnviado Especial a Viena
ABC Domingo, 22.05.16
La crisis de la inmigración ha dejado en la cuneta a los dos
partidos tradicionales
No llegan a seis
millones y medio los austriacos con derecho a voto en las elecciones
presidenciales de hoy. Pero son ellos los que decidirán si Austria va a
acometer su más profundo cambio político desde la II Guerra Mundial. Y si
Europa da un paso más hacia la renacionalización y la liquidación definitiva
del consenso político del bipartidismo centrista europeísta. Esta noche debería
saberse si el presidente de la República se llama Norbert Hofer o Alexander van
der Bellen. ¿Habrá cambio de época o un balón de oxígeno para que el sistema
intente reformarse para salvarse? Ni la elección de Hofer, que siempre respetó
las reglas democráticas supone un abismo ni la victoria de Van der Bellen aleja
la derrota de los partidos tradicionales ante el FPÖ en las elecciones
generales que serán antes de lo previsto con seguridad.
¿Qué poder tendrá el ganador?
La Presidencia es en Austria un cargo en gran parte protocolario, pero con poderes efectivos como la disolución del Parlamento, la nominación de un nuevo canciller y el adelanto de elecciones
Reuters
Un hombre camina junto a propaganda electoral de Van der Bellen y Hofer
Jugarán un papel muy
importante en el resultado diversos factores, desde el agotamiento general que
siempre produce una gran coalición de la que sin duda se ha abusado, hasta el
repunte del paro, los precios de la leche, el miedo a la globalización y ante
el acuerdo de libre comercio TTIP o las guerras de Ucrania y Oriente Medio.
Pero sin duda el factor que debe considerarse catalizador del terremoto
político es la inmigración desde el tercer mundo y muy especialmente la crisis
de los refugiados. Austria es uno de los países más afectados. En el pasado dio
cobijo a grandes oleadas de refugiados. Y siempre ha tenido una política de
gran generosidad comparable solo a la de Suecia.
Musulmanes
Pero la crisis que
comenzó el pasado verano y que llega sobre una enorme presión de la inmigración
musulmana desde hace tiempo con inmensas dificultades de integración han hecho
estallar las costuras del aguante y la tolerancia de la población. La
inmigración es la clave de toda la crisis política europea porque nutre y
refleja a un tiempo una crisis de identidad, de miedo al futuro, de nula
confianza en los políticos y caída en la credibilidad de las instituciones. Es
Norbert Hofer el que reta al sistema y a la clase política y dice que hasta
aquí se ha llegado. Que hay que cerrar las puertas y cambiar radicalmente las
formas de actuar en Europa.
También ha sugerido
que recurrirá a atribuciones que cree poder usar desde el cargo de presidente.
Van der Bellen por su parte se presenta como un defensor del sistema mucho más
de lo que a él le habría gustado. Se verá si el miedo al ultraderechista, que
ha sido el principal argumento en contra de Hofer, aun tiene el efecto deseado
por la izquierda que lo utiliza. Hofer ha insistido siempre en distanciarse en
los más duros términos de «las bandas de asesinos de los nazis» con los que su
partido no tendría nada que ver. Pero sus adversarios no le creen, por
supuesto.
El viejo profesor Van
der Bellen es el candidato de todos los que temen el triunfo de Hofer, el joven
ingeniero derechista del Partido Liberal (FPÖ) que fue el candidato más votado
con muchísima diferencia en la primera vuelta. Si todos los votantes de la
primera ronda que no votaron a Hofer, los socialistas, populares y liberales de
izquierdas se unieran como han pedido muchos en la dirección de los partidos
tradicionales, el fantasma del presidente derechista en el Palacio de la
Hofburg estaría neutralizado. Pero todos saben que esto no será así y que
pesará más el hartazgo y el malestar hacia el sistema y los partidos
gobernantes. Para Van der Bellen, no facilita las cosas el ser de repente el
representante del sistema, él que no es de los dos partidos, el socialista SPÖ
y el popular ÖVP, que han dirigido siempre el país y que llevan tres legislaturas
gobernando juntos en una gran coalición que se identifica ya con todo el
deterioro general.
Repercusiones
Jamás había despertado una elección presidencial austriaca
un interés parecido. Desde 1945 en las primeras leyes aun dictadas sobre los
escombros de la guerra, la jefatura del estado se asumió como un cargo
eminentemente simbólico que sirviera como instancia representativa y moral para
la democracia. Sin embargo, en las actuales circunstancias con toda una oleada
de populismo que recorre Europa, derechista en el norte, comunista en el sur,
la decisión que tome el electorado austriaco tendrá una inmensa repercusión.
Porque romperá un tabú ante elecciones en otros países con partidos derechistas
al alza. Y porque marca el ocaso del poder de los partidos que han gobernado
Europa occidental desde 1945.
LOS ASPIRANTES
NORBERT HOFER
CANDIDATO NACIONALISTA
Azote de la corrección política
Hofer es ingeniero de vuelo y su pasión por la aviación
estuvo a punto de costarle la vida. Se estrelló y tiene un daño de paraplejía
incompleta que le obliga al bastón. Esa minusvalía que combina con una enorme
vitalidad y la juventud de 45 años frente a su rival le ha valido
indudablemente simpatías. Fiel escudero del jefe del partido, Hans Christian
Strache, un político mucho más duro. Ya veremos si se siguen llevando bien si
triunfara hoy. Frente a la heterodoxia de su rival, Hofer es «uno más del
pueblo». Tiene cuatro hijos, es católico, miembro de uno de los grupos
estudiantiles germánicos ultraconservadores, habla de la patria, de las
canciones y tradicionales populares. Comparte, alude y alimenta el profundo
hastío de gran parte de la población austriaca contra la corrección política y
el intelectualismo vienés que siempre ha despreciado «la provincia». Hofer ha
dicho mil veces que «nada tenemos que ver con esas bandas de asesinos de los
nazis». Pero el nazismo es el argumento que sus adversarios no dejan de usar.
A. VAN DER BELLEN
CANDIDATO DE LOS VERDES
El profesor con raíces en el 68
Van der Bellen es el hombre de todos los que quieren evitar
el triunfo de su rival, un heterodoxo, un profesor izquierdista, hijo de un
ruso protestante de origen holandés y de una estonia que huyeron de Stalin al
III Reich. Nació cuando llegaron a Viena los padres en plena guerra, en 1944.
Creció después como católico en el Tirol, como hijo de refugiados. Estudió en
Innsbruck Economía en los años del sesentaiochismo. Allí se doctoró y se fue a
la universidad de Viena para acabar de decano de Economía. Tras el radicalismo
de los sesenta, fue miembro del SPÖ y después pasó a los Verdes, a los que
lideró durante casi dos décadas. Niega ser masón. No es religioso y sus
excelentes amistades en los círculos intelectuales y faranduleros de Viena no
le ayudarán. A sus 72 años es un hombre profesoral, lento, nada original ni
combativo. Nunca ha dominado la agresividad de la campaña. Muchos solo le
votarán por miedo a su rival. Y sus mayores defensores son una izquierda más
radical que él. Lo que tampoco le favorece.
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