EL ABSURDO SUICIDA
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 26.07.16
La mayoría de los millones de musulmanes que han venido o
vendrán no quieren matarnos. Aunque los haya que sí, y no pocos
SE han abierto los
amplios salones europeos de unos pueblos avejentados, débiles, consentidos y
disipados a una tropa de muy saludables guerreros del desierto desbordantes de
hormonas e instintos vitales. Se nos dice que hay que hacerles sitio porque
ellos lo necesitan y porque aquí también los necesitamos. Como se han invitado
unos a otros y se ha corrido la voz, ellos son ya muchos más que los miembros
del servicio de la finca. Los organizadores de este alegre y bienintencionado
encuentro multicultural tan enriquecedor han prometido que con la llegada de
los invitados se arreglarán muchos problemas de la casa. Ante todo, esa maldita
falta de personal que hay aquí dada la costumbre de no tener hijos que te
fastidien las salidas nocturnas y la «realización personal». Ellos, fíjense
cómo son, se realizan teniendo hijos a mansalva.
Como todos los
humanos valemos lo mismo, se ha deducido que todo lo que hacen unos y otros
vale lo mismo, todas las culturas, todas las tradiciones, las ideologías,
artes, creencias, religiones. Como se suele decir en España: «Todas las ideas
son respetables». Aunque al decirlo nadie suele reparar en que todos los
crímenes, todos los males, todas las perversiones, todas las tiranías parten de
ideas y son todo menos respetables.
En todo caso, aquí en
la Casa Europa vale ya la máxima de que respetamos todo menos a nosotros
mismos. Y desde luego que nos humillen, vejen, aterroricen y destruyan. Los
medios de la prensa solo emiten
programas de consuelo con formato de informativos para fomentar la armonía y
limar las pequeñas diferencias o malentendidos que pudieran surgir. Los
encargados de las noticias han sido bien adiestrados en dar solo pábulo a las
noticias que generen empatía, emociones y sentimientos positivos hacia los
recién llegados. Incluido el perdón preventivo que consiste en ignorar convenientemente
cualquier tipo de emoción negativa o agresión que se haya podido registrar por
parte de los invitados. Aquellos periodistas que intenten crispar exponiendo
los posibles conflictos con muertos o sin ellos no tienen cabida en la
profesión en una sociedad bienintencionada como la nuestra.
Dada la triste
historia de los pueblos de los recién llegados, por nuestra culpa, claro, nadie
puede reprocharles una inestabilidad emocional y tensión psicológica que, con
otras influencias culturales respetables, les lleve a algunos a matarnos a
nosotros que los hemos acogido. Habrá que estudiar esa refrescante novedad de
que algunos de ellos quieran matarnos por no ser como ellos, pero quieran vivir
precisamente de nosotros. De nosotros sí, como nosotros no. Porque aunque
vengan necesitados nos traen la inmensa riqueza de sus costumbres y sus
culturas de sus remotos lugares de procedencia. Aquellos sitios remotos que por
fatalidades de la historia y culpa nuestra son unos infiernos de estados
fracasados en los que todo es miseria, dolor y sufrimiento. Pero ellos, fieles
a sus tradiciones y sus creencias, nos traen hacia acá todos esos hábitos y
reglas de vida que allí causaron aquellas catástrofes. Y es que estamos
cargados de culpa.
Así están las cosas,
Europa juega a la Viridiana de Buñuel con unos mendigos con hacha. Es el
suicidio más absurdo, el absurdo suicida. La mayoría de los millones de
musulmanes que han venido o vendrán no quieren matarnos. Aunque los haya que sí
y no pocos. Pero de no darse un golpe de timón esa mayoría nos destruirá aunque
no quiera. Sin un giro radical en la forma de controlar la inmigración y exigir
la integración y expulsión de los que se nieguen a integrarse, las sociedades
europeas estallarán en divisiones y enfrentamientos y se hundirán las
instituciones democráticas del sistema político más próspero, generoso y libre
jamás habido.
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