LOCOMOTORAS DE DISCORDIA
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 29.07.16
La hostilidad entre políticos solo es el reflejo de los
odios que unos cultivan y otros toleran
ERA el día de ayer
uno muy especial para los maltratados nervios de los españoles. Ellos ya
empiezan a notar claramente, pese a las celebradas cifras de la EPA y del PIB,
los inquietantes indicios de que España puede estar en el umbral de otro
batacazo monumental. Político, económico y en su convivencia. Y tienen miedo.
Lo que no parece importar demasiado a ninguno de los contendientes en los
navajeos de estos pasados meses.
Todos parecen
empeñados en ganar en el jueguito que tanto admiraban algunos en aquel guardián
de discoteca griego con conocimientos contables que se llamaba Yanis Varoufakis.
Él jugaba a lo grande en esa teoría de los juegos en la que se decía un gran
experto. Presumía de que Angela Merkel acabaría asustándose y dejaría paso a su
locomotora griega en el cruce. Y entonces tendría razón y habría ganado. Como
se sabe, no fue así, la locomotora de Merkel pasó por encima a la griega de
Varoufakis y de su jefe Alexis Tsipras. Y este ahora sobrevive, sin locomotora
propia, escondiéndose de noche de los votantes de su partido y presentando
cuentas por la mañana ante los contables extranjeros.
Pues, pese a sus
resultados poco reconfortantes para aquel matón de camiseta, nuestros políticos
están empeñados en emularlo. Llevan siete meses apostando a ver qué conductor
de locomotora se asusta antes. Siguen sin corregir rumbo y es previsible que
todas las locomotoras de juguete choquen y estallen en la cabeza al españolito
de a pie. Ese que no acaba de creerse el espectáculo de egoísmo, mezquindad,
falta de patriotismo y pasión cainita que se ha apoderado de todos los
políticos en un espectáculo que parece una grotesca traca final en que se
escenifica en clave de negra humorada el hundimiento de un sistema que nos
había concedido estabilidad política y paz civil. Mariano Rajoy dijo ayer que
intentará sumar lo que no ha sumado. Quiere hacer lo que todos quieren
impedirle. Todo menos irse. Y la alternativa es profundizar en el lodo. Las
terceras elecciones acabarán por destruir los aprecios que se mantienen vivos y
dispararán la discordia.
Es posible que el día
en que algunos decidieron usar de nuevo la guerra entre españoles para ganar
elecciones se diera ya un paso irreversible. Se comenzó a despreciar el pacto
de buena fe de hace cuarenta años. Ya nadie parece saber qué es eso de la buena
fe. La hostilidad entre políticos solo es el reflejo de los odios que unos
cultivan y otros toleran. Y ahora estalla la siguiente carga que es el nuevo
paso de la sedición de una clase política golpista catalana alimentada y mimada
desde Madrid. Financiada y protegida en su impunidad, pese a la cada vez mayor
contumacia en el delito.
Ayer se atrevía el PP
a publicar un tuit que parecía una provocación gratuita: «El Estado vigila para
que ni un euro de los españoles vaya al proceso independentista». No hay
necesidad de insultar a la gente con mentiras tan obscenas. Cuando el proceso
golpista en la Generalidad gasta ingentes cantidades de dinero para la
destrucción de España. Otro tuit, este de Rajoy, anunciaba también ayer: «El
Gobierno seguirá actuando con firmeza y proporcionalidad para garantizar el cumplimiento
de la ley en Cataluña». ¿De verdad que necesitan ofender con frases en las que
no hay verdad ninguna? ¿Qué proporcionalidad frente al golpe de Estado en
marcha? ¿Qué firmeza en defensa de la ley cuando no se cumple ninguna y todas
sus violaciones han sido impunes hasta hoy? Nadie sabe cómo acabará esto.
Muchos creemos que no puede ya acabar bien. Pero los españoles se merecen, en
estos momentos de discordia y zozobra, algo de verdad y un mínimo de respeto.
Nadie parece querer darlos.
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