LA DICTADURA DEL ZEITGEIST
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Martes, 18.07.17
Benedicto XVI tenía razón, el relativismo será la tiranía
BENEDICTO XVI ha hablado. Lo ha hecho como siempre hablaba
él cuando ocupaba la silla de San Pedro, con suavidad. Pero también con la
profunda gravedad que ha sido el sello de Ratzinger. Muchos se han asustado al
escucharlo. Porque el propio Papa emérito parece asustado ante lo que pasa con
la Iglesia y con el mundo de la cristiandad. Lo ha expuesto en Colonia sin
interrumpir su retiro de Castelgandolfo desde que tomó la inaudita decisión de
abandonar el Pontificado en vida. Ha hablado por boca de su fiel mano derecha,
el arzobispo Georg Gänswein, con motivo de las exequias de un viejo y también
leal amigo, el cardenal Joachim Meisner, arzobispo de Colonia. En una breve
carta leída por Gänswein, Ratzinger advierte de que «la Iglesia necesita hoy
más que nunca a pastores convincentes que sepan resistir a la dictadura del
espíritu de los tiempos (zeitgeist) y que vivan y piensen la fe con
determinación».
«La dictadura del zeitgeist» es una variación que hace
Benedicto XVI de su llamamiento a combatir «la dictadura del relativismo» que
lanzó como joven teólogo allá en 1961 al debate eclesiástico. El Papa emérito
habló de la profunda fe que tenía Meisner en que «Dios no abandona a su
Iglesia», ni siquiera dice la carta «en momentos en que está a punto de
zozobrar». Meisner, histórico cardenal fue enterrado por cien obispos y masiva
presencia de la iglesia del este donde luchó por la Iglesia bajo regímenes
comunistas. La carta de Benedicto XVI al entierro de un Meisner que no había
ocultado su disgusto con las decisiones del Papa Francisco se ha entendido como
un gesto de Ratzinger ante lo que pasa en Roma. En Colonia estaba gran parte de
la Iglesia que ve con alarma una evolución en el Vaticano de hostilidad a la
tradición, simpatías a déspotas tercermundistas y agresividad contra Occidente.
Molestó el cese del cardenal Gerhard Ludwig Müller como prefecto para la
Congregación para la Doctrina de la Fe y su sustitución por el jesuita español
Luis Ladaria Ferrer. Ratzinger dirigió la Congregación bajo Juan Pablo II y fue
objeto de brutales campañas de desprestigio desde la izquierda política e
«iglesia progresista». En 2005, antes de ser Papa, dijo: «Tener una fe clara
según el credo de la Iglesia se descalifica como fundamentalismo, mientras el
relativismo, ese dejarse llevar por todo tipo de opiniones y doctrinas se
presenta como la única forma posible de estar de acuerdo con los tiempos». El
relativismo emerge como gran enemigo de la verdad y la libertad, como la nueva
tiranía.
Ratzinger tiene una vez más razón. Avisó de la peste del
relativismo antes de que en 1968 lo impusiera como «la modernidad». Hoy el
monstruo del zeitgeist es un tirano que amenaza con aplastar todas las
libertades creadas en Occidente con el cristianismo y el judaísmo como
cimientos. Quienes se enfrentan a la dictadura del zeitgeist, con su
multiculturalismo, su ideología de género, su resentimiento marxista nuevo/viejo,
su odio a Occidente, son perseguidos y arrollados. Quienes resisten con
convicciones éticas o religiosas, conductas íntegras o simplemente con la
defensa de la verdad son tachados de enemigos de un progreso que, según dictan,
impone igualdad a todo, la tiranía. El Papa Francisco dice que da igual islam
que cristianismo, el Kings College de Londres quita bustos y cuadros de
fundadores y científicos blancos «para no ofender», las universidades son
bastiones de una doctrina implacable del progresismo que no admite
discrepancias y un periodista español en Baleares, Johannes von Horrach, es la
primera víctima de las nuevas leyes LGTB, la peor mordaza en Europa desde la
caída de las censuras de comunismo y fascismo. Cuatro guindas de cómo estamos.
Ratzinger había avisado.
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