DISCURSO MEMORABLE
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes,
07.07.17
Trump vuelve a demostrar que es el político pragmático que
aprende y modifica el mensaje allá donde le den razones
LES da mucho miedo Donald Trump a los alemanes, nos dicen
desde Hamburgo los enviados a la cumbre del G-20. Como a los españoles, al
parecer. Tampoco debe extrañar tanto. Unos y otros tienen en su país unos
medios unánimes a la hora de tachar a Trump de «idiota», «subnormal», «facha»,
«loco» o «un tronado» como decía ayer uno de esos finos analistas. En ese
antitrumpismo feroz el matiz queda prohibido por sospechoso. Así las cosas,
pocos informarán en Alemania o en España que ayer en la capital polaca, en la
plaza Krasinski junto al monumento al Levantamiento de Varsovia, Trump
pronunció un discurso soberbio y memorable. Sí, ayer en Varsovia el «bobo»,
«zote», «inútil», «anormal», etc. pronunciaba un discurso que muchos europeos y
occidentales en general sueñan con escuchar y nunca les llega de sus
gobernantes. No una brillante alocución sentimental ni una proclama estratégica
más o menos hipócrita como las de Barack Obama.
Fue un discurso grandioso, sentido. Para proclamar frente al
relativismo multicultural y al derrotismo que Occidente, sus valores y
civilización prevalecerán porque son mejores y tienen quién los defienda. Con
un mensaje político, con carga emocional e ideológica y con pulsión histórica y
esperanza. Muchos dirán que es imposible. Tan imposible como que ganara y esté
donde está. Y a su público allí le gustó mucho. Una inmensa multitud de polacos
coreó sin pausa el nombre de «Donald Trump». Hasta el paroxismo cuando habló de
la fe en la victoria de la civilización occidental frente a sus amenazas. De
las familias fuertes, los valores fuertes y las tradiciones fuertes que
necesita Occidente. De la lucha contra quienes intentan que olvide su historia,
su fe, su grandeza y su libertad. O cuando dijo que serán bienvenidos quienes
quieran nuestra forma de vida, pero nunca se abrirán las fronteras a quienes
quieren destruirnos. «No podemos aceptar a quienes rechazan nuestros valores y
usan el odio para justificar la violencia contra inocentes». Mientras, en
Hamburgo habían comenzado a quemar calles y destruir propiedades las tropas de
la ultraizquierda movilizadas contra Trump por muchos gobernantes.
Como en las caricaturas no caben los mensajes
contradictorios, pocos informarán que Trump vuelve a demostrar que es el
político flexible y pragmático que aprende y modifica con buena fe posición y
mensaje allá donde le den razones. Reiteró sus exigencias de que todos paguen a
la OTAN pero expuso con una claridad nunca habida su compromiso con el artículo
5 de la Carta Atlántica. Tuvo advertencias para Rusia y Corea del Norte, para
Siria e Irán. Pero sobre todo fue un discurso llamando a todo Occidente a tomar
en serio las amenazas a la identidad, capacidad de autodefensa y confianza en
los propios valores y puso de ejemplo a Polonia que «jamás perdió la esperanza,
jamás fue quebrada y jamás olvidó quién era». «Occidente no es grande por su
burocracia y regulaciones sino porque la gente fue libre de perseguir sus
sueños y buscar su propio destino. Juntos tenemos que enfrentarnos a las
fuerzas, vengan de dentro o de fuera, del sur o del este, que amenazan con
minar esos valores y romper los lazos de cultura, de fe y de tradición que nos
hacen quienes somos. Si no las paramos, minarán nuestro valor, secarán nuestro
espíritu y debilitarán nuestra voluntad de defendernos. Nosotros ponemos la
dignidad de toda vida humana por encima de todo, los derechos de cada persona y
compartimos la esperanza de todas las almas de vivir en libertad». Fue una
arenga en defensa de Occidente, un compromiso total con la alianza occidental y
una proclamación de la fe en la libertad. Todo ello nos hace falta. Para reconfirmar, como diría Roger
Scruton: «The West is the Best».
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