UNA MALA SHAKESPEARIADA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Miércoles,
25.04.18
Cifuentes debió dimitir hace 30 días por aquellas versiones
mutantes de la verdad que ofreció sobre su titulación
Nadie habría pensado antes que Cristina Cifuentes daba para
una tragedia shakespeariana, pero se le ha acercado peligrosamente a ella al
final de estos 34 días desde que se supo, porque se supo, que no había cursado
un ridículo máster de una universidad madrileña que pretendía tener. Al final
no ha dimitido por aquello. Porque parecía en estos pasados días dispuesta a
dejar que la Comunidad de Madrid quedara en manos de la izquierda tras una
moción de censura. Con aguante para sostener lo insostenible. Y después
presentar su inevitable caída como un juego político común. Un asalto de la
izquierda contra una liberal de éxito. No lo habría sido. También en esto
habría estado Cifuentes en «conflicto con la verdad», como dice el ahora
frustrado candidato socialista de la moción de censura, Angel Gabilondo.
Cifuentes debió dimitir hace 30 días por aquellas versiones
mutantes de la verdad que ofreció sobre su titulación. Al final ha dimitido por
una grabación aparecida de un lamentable capítulo personal hace siete años en
que intenta llevarse sin pagar unas cremas de un supermercado, es sorprendida
por el personal y ha de pasar por un trámite humillante del vaciado del bolso y
el pago del pretendido botín. Son ese tipo de imágenes en las que ridículo,
humillación, escarnio se unen en una película insufrible y angustiosa de ver imágenes.
Imágenes que, como algunas conversaciones íntimas, ninguna persona pública
sobrevive. Ha hecho bien en acabar con este calvario inútil que podía haberse
ahorrado con un poco más de lucidez y amor a la verdad. Y ni siquiera ha
asumido lo evidente y ha negado la evidencia de la terrible situación que pasó
en el supermercado.
La propia Cifuentes parece asumir que en su propio partido
alguien quería acabar con ella. Solo almas cándidas se creen las inocentes
explicaciones sobre las fuentes de la primera información sobre la
falsificación de los datos sobre el máster. Y muchas sospechas caben sobre el
origen de este vídeo que por ley debería haber sido destruido hace más de siete
años. La obstinación de Cifuentes con no dimitir por el máster falso le ha granjeado
este brutal castigo en imágenes para forzar su salida. Es mejor no imaginar que
tipo de vídeo, qué tipo de documento, qué tipo de evidencia podía haber salido
a la luz si se empeña en no dimitir. Entonces el fantasma de Shakespeare podría haber estado ya directamente encima de la presidenta.
La conclusión, más allá del pesar por el daño personal que
Cifuentes sufre por culpa propia y ajena, debe ser de enorme preocupación.
Porque en un momento de alarma nacional por un golpe de Estado que se mantiene
vivo en Cataluña, el Gobierno y el partido de Mariano Rajoy están muy
evidentemente en plena descomposición. No se puede llamar de otra forma a este
grotesco y dañino espectáculo en el que los ministros se contradicen en
cuestiones de vital importancia para la seguridad nacional y todos ignoran las
alarmas de la población para dedicarse a sus propios asuntos de supervivencia y
ventaja. Y el presidente juega por conveniencia propia a la colaboración con
los golpistas en Cataluña y a las cesiones sin límites a los socios vascos de
los golpistas. Y deja así que la escalada en la agresión del separatismo al
resto de españoles sea en Cataluña cada vez más brutal. En estas circunstancias
todos los partidos nacionales tenían que estar en un frente común por la
nación, la unidad y la democracia para derrotar de una vez por todas al
separatismo golpista. Pues no, la discordia es general, la procacidad de la
agresión separatista con sus colaboradores en la izquierda radical española
crece sin cesar. Y ahora además, la sociedad está convencida de que en el
partido del gobierno se dirimen las diferencias con métodos mafiosos.
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