NO HAY PARTIDO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes,
20.04.18
Un drástico fin a la ofensa como paso del retorno de España
a la legalidad
DICEN que mañana antes de las nueve y media de la noche,
cuando empieza el partido de la final de la Copa del Rey entre el Sevilla y el
Barcelona, decenas de millones de españoles tendremos que soportar otra vez la
retransmisión televisiva de un insulto masivo contra nuestro himno, contra
nuestro Rey, contra nuestra patria y contra todos nosotros. Y nos dicen que el
Rey y nosotros tendremos que aguantar estoicos los pitidos y abucheos mientras
ondean las banderas estrelladas que son ya el símbolo de la voluntad de
destruir España y del golpe de estado contra la democracia española que sigue
en curso. Dicen que quienes nos insultan y ofenden a nosotros y al Estado en la
figura del Monarca están dolidos porque dos millones de separatistas no pueden
imponer su voluntad a 45 millones que se niegan a destruir su estado, su nación
y su patria. Dicen que la Federación Española de Fútbol permitirá el acceso al
campo de la estrellada, el símbolo del golpe de estado y del odio a España
porque respeta la libertad de expresión. Nunca le preocupó cuando en el Camp
Nou o San Mamés se requisaban banderas nacionales. Dicen que ofender a los
españoles molesta menos que evitar la ofensa. Que insultarnos es más aceptable
que impedir que se nos insulte.
Presento enmienda a la totalidad. La normalidad no existe
cuando una minoría agrede a una mayoría por el mero hecho de sentirse ofendida
por una realidad tan firme e inamovible como es la unidad de España. La minoría
tiene que aceptar esa realidad para que haya normalidad. Se ha hecho lo
contrario durante décadas. Se ha tolerado lo intolerable. Quienes han hecho del
odio a España profesión y negocio han gozado, gracias a esa actitud indolente,
pusilánime e irresponsable de los gobiernos de la Nación, de todas las ventajas
para crear un régimen de chantaje, victimismo e intimidación a un tiempo. Los
españoles no podemos vivir indefinidamente en estado de irritación y agitación
porque una minoría ha sido envenenada hasta convertir el odio a sus
compatriotas en la única obsesión en la vida.
Por eso es necesario que esos famosos dos millones –si acaso
llegan– se enfrenten cuanto antes a la necesaria frustración. Que podrá tener
después tratamiento político con paliativos diversos, una vez acatada
plenamente la legalidad constitucional que implica respeto al Estado y a sus
símbolos. En España no hay mejor tratamiento para los desvaríos políticos que la
aplicación de la ley. Eso que en otros países se sobreentiende pero en España
se discute hasta situaciones grotescas. Como los absurdos debates sobre la
conveniencia o no de aplicar las leyes. Se vio con la ilegalización de Batasuna
y con la aplicación del artículo 155 en Cataluña aunque después la falta de
coraje, firmeza y aptitud del Gobierno en la aplicación diera al traste con los
beneficiosos efectos. Tarde o temprano, un gobierno nacional, parece ya claro
que no será este, tomará las medidas legales y restablecerá la normalidad
constitucional en toda España. De respeto y tolerancia real. No de atropello y
matonismo, como han impuesto los separatistas. Y no solo en Cataluña, también
en todas las demás regiones en las que se ha tolerado la deriva hacia la
creciente tiranía del discurso antiespañol. Mientras tanto, mañana en el Wanda
Metropolitano y tras pertinentes advertencias, a los primeros pitidos al himno
debería suspenderse el partido. No hay partido. Todos a casa. Dignidad. La
inmensa mayoría de los españoles se iría a la cama respetándose un poco más. No
se hará este año. Este gobierno no tiene agallas para esto ni para nada. Pero
se acabará haciendo. Como lo demás.
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