EN VÍSPERAS DE ÉPICA BATALLA
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Martes, 17.04.18
La resistencia al mundo orwelliano coge fuerza
LOS indicios del conflicto se multiplican. La mayoría de los
políticos de la pequeña Europa aún no son conscientes de la enormidad del
desafío. Será una gran batalla a librarse con ideas. Al menos de momento. A
conquistar están cabezas y corazones. Los campos de batalla son todos los
medios de comunicación e instrumentos de formación de opinión y voluntades que
ofrece la tecnología. Más que batalla será una guerra de aniquilación, porque
una parte al menos se juega la existencia. Es la que cree en el ser humano
creado a imagen y semejanza de Dios. Y no cree en el ser humano como fabricante
de verdad absoluta y perfección. Sus ideas han hecho posible esta sociedad
imperfecta e injusta pero libre, generosa, compasiva y capaz de enmienda y
perdón como ninguna otra jamás habida. Es como es porque es cristiana. Los que
están enfrente, son los que creen que el hombre es indefinidamente moldeable,
lo que hace posible transformarlo a él y a la sociedad a un estado de armonía y
plenitud. No dudan, creen en la justicia y la igualdad y por esos bienes
supremos están dispuestos a sacrificarlo todo y a todos.
Son un frente mutante que hoy lidera la socialdemocracia en
esta épica campaña. Ellos son los herederos y adoradores de la Ilustración, el
marxismo y el sesentaiochismo. Los tres tienen mucha mejor reputación de la que
merecen. A la Ilustración le adjudican últimamente todas las grandes conquistas
de la humanidad. Como si el mundo hubiera empezado con ese ataque de arrogancia
del siglo XVIII en el que se pretenden deducir verdades absolutas de ciencia
rudimentaria. Toda ciencia es rudimentaria ante la siguiente puerta. Afirman
que toda ciencia viene de entonces e ignoran antigüedad y el prodigioso
Renacimiento. Dicen que las leyes y la democracia vienen también de la
Ilustración, cuando la gran democracia, la americana, la fundan sin excepción
hombres religiosos y conservadores, con el fin supremo de proteger al hombre
del abuso de poder del estado.
Del poder que se cree con verdades absolutas y científicas.
Como sucede a los gobiernos siempre que actúan para verdades abstractas y no
para realidades concretas de los hombres. Ahí empieza el desastre. La
Ilustración no llamaba a la duda ni al escepticismo. Ni a la razón. Su primer
gran producto práctico es pura irracionalidad: la Revolución francesa. La orgía
de la muerte que sugería lo que iba a llegar por la misma senda en el siglo XX.
Hoy, comunistas en España citan mucho la Revolución Francesa. Pero solo
recuerdan la guillotina. Después llegó Napoleón que salió al mundo a quemar
todo y hacerlo nuevo con su verdad de la modernidad. Más tarde el marxismo,
hijo ilustrado para imponer «verdades científicas» en la conducta del hombre y
la organización del estado. Acabó peor que la Revolución Francesa. Con un siglo
de miseria, hambre, dolor y más de 110 millones de asesinados por las
ideologías redentoras del comunismo y el nazismo. Que se decían científicas,
hijas de la Ilustración. El Mayo de 1968 trajo más de lo mismo: arrogancia y
desprecio a todo lo ajeno. Se estrelló en el asalto a los cielos de la
felicidad total. La vieja razón, la racionalidad y el sentido común,
neutralizaron el delirio. Pero la terrible herencia del 68 no dejó de avanzar y
hacer daño en educación, instituciones, cultura, moral, hábitos y memoria.
Ahora, el veneno del neomarxismo en nueva mutación de la corrección política y
voluntad totalitaria pretende convertir su hegemonía en dominio total en
Occidente. Se escucha ya ese «A la lucha final». El milagro está en que, pese a
todo, no está decidida esta guerra. Y la voluntad totalitaria puede ser
derrotada.
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