UN MEMORÁNDUM DESDE HUNGRÍA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 03.07.18
Macron cesa a un embajador por compartir opinión con cada
vez más europeos
EL embajador francés en Hungría, Eric Fournier, ha sido
relevado de su cargo. Por decir la verdad. No es la primera vez, por supuesto,
que un embajador es destituido por decir verdades inconvenientes. Es frecuente
en la historia de la diplomacia. Pero este caso refleja bien el estado actual
de las cosas en Europa, definido por la obsesión de algunos por ignorar
verdades inconvenientes y taparlas con mucha ideología, con mucha corrección
política y la descalificación absoluta de las opiniones discrepantes. Resulta
que el embajador francés decidió que no era honrado seguir callado ante tantas
mentiras como las que oía, veía y leía en los medios franceses sobre Hungría. Y
Fournier decidió escribir un memorándum a Emmanuel Macron, en el que
recomendaba al presidente de la República que no se creyera nada de lo que le
cuentan sobre Hungría.
Le informaba que no es cierto que Viktor Orban sea un
ultraderechista ni populista, sino un gobernante democrático de derechas que
respeta las leyes y a sus votantes más que muchos de sus colegas occidentales.
Que la política de defensa de sus fronteras y de la soberanía que practica
Hungría debería ser un ejemplo para todos porque garantiza que la inmigración
que se produzca sea la legal y deseada. Y que las acusaciones de antisemitismo
que hacen los medios de Europa Occidental y EE.UU. para descalificar a Orban
son falsedades para desviar la atención de la escalada del antisemitismo en
Francia y Alemania debido a la política de inmigración practicada allí.
Mentiras desenmascaradas por la seguridad en la que viven los judíos en
Hungría, en contraste con las amenazas que sufren en Francia o Alemania bajo el
antisemitismo de la inmigración musulmana.
El viernes le preguntaron al presidente Macron qué le
parecía el memorándum del embajador. Macron contestó que esas opiniones eran
radicalmente opuestas a la posición oficial de Francia y que de haberlas hecho en público, el embajador habría sido relevado. Lo cierto es que para entonces
la filtración ya había provocado su relevo. Macron no se lleva bien con Orban y
no solo por diferencias ideológicas. Orban habla de Macron como «ese chico
nuevo que comenzó de forma poco prometedora». Con frases así no se hace uno
amigo de alguien con la autoestima del presidente francés. Orban insiste en que
«es una cuestión de democracia escuchar la voluntad nacional». Y acusa a
gobernantes europeos de actuar como déspotas ilustrados «que desprecian a unos
votantes que quieren que no vengan más inmigrantes y que se expulse a los que
están ilegalmente».
Por todo ello, Orban es el monstruo para el oficialismo
biempensante. Pero son cada vez más los que quieren como él soluciones de
firmeza para acabar con la inmigración ilegal. Porque el respaldo que obtiene
Orban en Hungría y su creciente popularidad en otros países pone en dramática
evidencia el fracaso de Angela Merkel y sus amigos que ahora se enfrentan al
efecto de sus pasadas decisiones catastróficas. No son los cuatro de Visegrado
quienes han declarado la guerra a la verdad. Son los grandes países fundadores
de la UE y la Comisión y su aparato. Con desprecio a sentimientos y temores de
sus poblaciones. Cuando estas expresan su opinión sobre la inmigración, el
colapso de los servicios públicos, sobre los crímenes que se ocultan porque los
cometen inmigrantes o sobre tantas otras realidades que se ocultan, les llaman fascistas o nazis. Por eso muchos callan. Pero protestan con el voto. Por
eso, la guerra contra la realidad que revela el memorándum y el cese de
Fournier se ha convertido ya en una amenaza para la propia existencia de la
Unión.
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