DE MERKEL A BOLSONARO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes,
30.10.18
La demanda social de la verdad convulsiona los escenarios
políticos
EL mismo día en que Brasil celebra, con la contundente
victoria de Jair Bolsonaro, el final de la era de gobiernos de mafiosos, de
comunistas y sindicalistas, se anuncia en Berlín el principio del final de la
era Angela Merkel que durante casi dos décadas ha marcado decisivamente la
evolución de Alemania y Europa. El juicio de la historia sobre Lula y Rousseff
está prácticamente visto para sentencia. Para Merkel tardará aún algún tiempo
en darse con claridad. Primero, porque pretende concluir la legislatura en la
cancillería, lo que ya hoy parece ilusorio. Claro está que sus últimos años y
algunas de sus decisiones serán juzgadas con mucha dureza por las devastadoras
consecuencias de las mismas.
Es muy lógico que la derrota del PT, aliado y financiador de
las peores bandas izquierdistas en medio mundo, sea llorada amargamente por los
beneficiarios. Lo divertido es lo mucho que parecen sufrir por ella en esa
derecha que asume plenamente los códigos culturales del neomarxismo. También es
guasa cómo se rasgan las vestiduras los medios europeos, como si todos ellos
perdieran filiales subvencionadas por Lula y Rousseff. Mientras, ayer se
disparaba la Bolsa por la victoria de un defensor del libre mercado, de la
libertad individual, del orden, la legalidad y la familia. Cuando los
comunistas pierden siempre aumenta el bienestar y la esperanza. No falla. La
discreta soberbia de Merkel tuvo que reconocer por fin que ella es problema y
nunca ya solución de nada, y que el mero anuncio de su retirada podría frenar
la terrible hemorragia de votos. Así las cosas, hay poco que añadir. Se irá más
pronto que tarde. Nadie sabe si eso salvará a la CDU y al SPD, en situación aun
más trágica.
La gran operación de Merkel de eternizarse en el poder con
un «partido ultracentrista» en el que secuestraba eficazmente a un tiempo el
discurso y la política socialdemócrata y el voto conservador ha concluido en el
hundimiento de la socialdemocracia tradicional del SPD y el definitivo
vaciamiento ideológico de la democracia cristiana. Al final han muerto juntos
de tanto abrazarse los dos fraternales rivales de la democracia encorsetada de
la Guerra Fría. El escenario político, no solo en Alemania, en todas las
democracias occidentales, ha entrado en una fase de convulsiones en la que
nadie está ya a salvo. Claro está que los individuos en sociedades modernas se
han hartado de ciertos moldes y de la mucha ideología, eufemismo y mentiras que
han crecido de forma imparable para ocultar, paliar o justificar las crecientes
obscenas contradicciones entre discurso y práctica, entre doctrina y realidad.
Es un grandioso triunfo de la verdad la victoria de
Bolsonaro, porque han fracasado las cataratas de mentiras que querían
impedirlo. Bolsonaro no va a ahorcar a los homosexuales. Eso lo hacen en
Teherán los financiadores de Iglesias, vicepresidente oficioso de Sánchez, jefe
de Gobierno de España. Bolsonaro no lanzará bandas armadas a las calles para
aterrorizar y matar. Eso lo hacen en Caracas los financiadores de Iglesias,
socio de Sánchez. Bolsonaro no va a someter a los niños de menos de seis años a
experiencias sexuales. Eso lo hacen los amigos navarros del jefe del Gobierno
español. Pero nadie crea que España va en dirección contraria a esos
movimientos tan plausibles y esperanzadores. No es así. Lo que pasa es que los
enemigos de la verdad en España se han bunquerizado en su Frente Popular. Para
intentar evitar que llegue esa oleada de exigencia social de la verdad que se
lleve por delante la montaña de chatarra mentirosa de la hegemonía izquierdista
en la que habitan esos que no saben gobernar pero viven de confiscar y
controlarnos.
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