The Unending Gift

viernes, junio 07, 2013

CONTRA LA NUEVA MENTIRA

Por HERMANN TERTSCH
ABC  Viernes, 07.06.13

Otra vez en nuestra historia, la mentira se quiere imponer a la memoria limpia

SIEMPRE hemos sabido que no debe construirse sobre cimientos podridos. Pero a la hora de construir el edificio de nuestra convivencia nacional, las prisas, la buena intención mal entendida o también, aquí por supuesto, la cobardía, nos hicieron olvidarlo. Cuando estamos cerca de que se cumplan cuarenta años de la muerte de Franco, hoy que tantas ilusiones han caído, tantos espejismos se difuminaron y tanta impostura está expuesta, hay que reconocer que nos faltó coraje para construir la reconciliación nacional y la unidad de la historia común sobre cimientos sanos y veraces. Cierto que es fácil juzgar hoy cuando conocemos los resultados. Y cierto es también que, sin la magna tragedia en nuestra historia reciente, nuestro descarrilamiento como Nación como consecuencia directa de las bombas del 11 de marzo del 2004, nuestro balance podría ser otro. Pero nuestra transición política cometió graves errores al redactar la Constitución de 1978 y al infravalorar los peligros que sobre ella se cernirían. Por urgencia, negligencia y debilidad, también por buena fe, no supo establecer una base histórica común, verdadera. Y se permitió que, como gran excepción de la regla de que la historia la escriben los vencedores, fueran los perdedores de la guerra los que impusieran su versión. Una versión tan cuajada de mitos y mentiras como la de los vencedores, vigente durante el franquismo. El rodillo de la supuesta legitimidad democrática monopolizada por la izquierda pasó por encima de todas las verdades incómodas. Así se impuso la mentira del pueblo antifranquista español y «nacionalidades» invadidas, de la república impoluta e impecablemente democrática, de los golpistas héroes si querían destruir España y golpistas villanos si querían preservarla. Solo gracias a esa conquista subrepticia de la supremacía moral y del práctico monopolio del relato histórico, con la mentira omnipresente del antifranquismo legitimador, se ha podido avanzar tanto en la destrucción impune y prácticamente incontestada del gigantesco legado histórico y la apabullante legitimidad de la realidad de la Nación española. Esta tragedia comenzó a gestarse durante el desmantelamiento y liquidación de la dictadura. Cuando sus promotores liquidaron las mentiras de los vencedores. Pero también a las verdades. Así nuestra democracia ha estado podrida por la base en su mentira antifranquista que pretendía que en España ganó la guerra —y gobernó con paz y sin oposición hasta que murió el dictador— una ínfima minoría de generales, caciques y sotanas. Los más callados y dóciles en la dictadura, que eran la inmensa mayoría de la sociedad española, fueron inducidos a expresar su antifranquismo militando con compensatoria virulencia en contra de todo lo defendido en su día por Franco. También contra la evidencia, de su propio pasado, de la verdad recordada, la autoridad y, por supuesto, la unidad de España. Ahora hay otra gran mentira con la que quieren anclar y hacer irreversible esta miseria. Es la de la legitimidad de ETA. La del supuesto conflicto histórico que se resolvería con una transición entre iguales como en su día se pretendió entre las dos Españas. Es una nueva infamia. Que la izquierda ya ha asumido por completo e intenta con creciente éxito imponer en la derecha española. Uno de sus últimos obstáculos son las víctimas del terrorismo. Son el peor un escollo para la indigna pero además ciega y suicida política de conveniencia. En un tremendo libro ahora publicado por la Fundación Villacisneros, «Cuando la maldad golpea», víctimas hablan de su verdad íntima. En dura contraposición a la mentira oficializada que necesita ignorarlas. Otra vez en nuestra historia, con la cobardía por aliada, la mentira se quiere imponer a la memoria limpia. En este lamento por el olvido se refleja la consumación de la tragedia de España.


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