PUTIN Y JODORKOVSKI
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 20.12.13
Abandona la cárcel siberiana el exmagnate Mijail
Jodorkovski, el único de los titanes de la transición que presentó batalla a
Putin
EL nuevo zar de las Rusias ha anunciado medidas majestuosas
de clemencia para los cientos de miles de desgraciados encarcelados en su
reino. Está de nuevo pletórico Vladimir Putin después de unos años en que se
percibió vulnerabilidad en los cimientos de su poder. Fue cuando salieron
cientos de miles de moscovitas a protestar por el evidente fraude en las
elecciones. Nunca fueron una amenaza real. Supo reconducir con pequeñas dosis
de brutalidad aquellas engorrosas situaciones. Volvió a tener para ello la habitual
ayuda de Occidente, que es su comprensión y condescendencia. Siempre tan
obsequiosa esta comunidad de democracias occidentales con los hombres fuertes y
con pocos escrúpulos. Tan impresionables los europeos ante la fuerza y tan
cautos y temerosos siempre para ayudar a quienes defienden principios que
proclaman propios. Brutalidad y dinero, armas supremas del poder, y el
conocimiento de las debilidades de sus súbditos y de los mandatarios
occidentales le han bastado.
Es un caudillo a la vieja usanza rusa este antiguo oficial
de los servicios del KGB. Que tiene hoy más poder que nadie desde Stalin en el
Kremlin y que ha logrado ahora que un país estancado como Rusia, sin otras
fuerzas que sus materias primas, vuelva a echar pulsos y disputar hegemonías a
Occidente. Sabe meter miedo y medir en los demás tanto el miedo como el
aguante. Como en un interrogatorio a presos políticos de antaño o de siempre,
ha sabido comprar con tranquilidad a la alemana Merkel y con dinero al ucraniano
Yanukovich. A Obama con ayudas para huir de sus compromisos. Principal aliado
del responsable de las matanzas en Siria, ha logrado salir de la farsa del
control de armas químicas convertido en el «honrado mediador». Eso sí, muy
ayudado por un Occidente aterrado de verse forzado a cumplir su deber y
promesas.
Ahora ha ordenado a la Duma proclamar una amnistía y va a
sacar a la calle a criminales reales y supuestos, diseminados por la
inimaginable extensión de Rusia a lo largo de seis husos horarios. Decir
«dejarlos en libertad» sería decir demasiado. Porque la libertad la tendrán tan
medida al menos como todos los demás en la Rusia de hoy. La amnistía revela lo
seguro que se siente Putin hoy de nuevo. Saldrán a la calle las inofensivas
niñas de Pussy Riot que tantos titulares generan en Occidente. Y que tan bien
le sirvieron al presidente para presentarse como el defensor de la cristiandad
en la tercera Roma. Pero lo único realmente importante es que abandona su
terrible confinamiento en una cárcel siberiana el exmagnate Mijail Jodorkovski,
el único de los titanes de la transición digno y valiente, que presentó batalla
a Putin en Moscú y no escapó al exilio. Víctima de una terrible persecución
política y de una obsesión personal canalla por parte del presidente Putin.
Solo tibiamente condenada en Occidente. Ha pagado con durísimos años de prisión
en Siberia, que pusieron en peligro su vida. Será de gran interés saber los
planes de Jodorkovski. Comprobar si sale de la cárcel un hombre quebrado o sale
intacta la arrolladora inteligencia de este hombre frágil pero inmensamente
fuerte. Y con madera de líder. Fue uno de los magnates, cometió todos sus
pecados pero es el único de los protagonistas de la transición rusa que mostró
propósito de enmienda y voluntad de hacer de verdad y decencia sus armas contra
la brutalidad de la Rusia eterna y su Estado, representada por Putin. Su
cautiverio fue una vergüenza. Su libertad es un soplo de esperanza, no ya para
un país en sombras, sino para aquellos que luchan allí con sus haces de luz de
la buena voluntad.
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