EL TENIENTE CUSHING
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 29.08.14
Hoy aún honramos algunos a los defensores de la libertad de
pasadas y presentes generaciones porque vivimos el lujo de la libertad
EN los próximos días el presidente Barack Obama va a otorgar
la Medalla del Honor al teniente Alonzo H. Cushing. Esta suprema distinción al
heroísmo militar la han recibido a lo largo de la historia de los EE.UU. 3.490
norteamericanos. Siempre por grandes gestas en el campo de batalla. Muchos a
título póstumo. También la del teniente Cushing lo es. No asistirán ni hijos ni
hermanos ni padres del caído al acto. A nadie extrañe. Porque Cushing dio la
vida por la patria hace nada menos que 150 años, en la Batalla de Gettysburg.
Este oficial mantuvo su puesto con un cañón y resistió a la célebre carga del
general George Pickett. Por orden del general Robert Lee, Pickett lanzó sus
fuerzas a romper un tramo de las líneas de la Unión. Parecía lograrlo. Pero la
feroz defensa de la posición de un Cushing ya herido hizo fracasar aquella
carga. Que resultó a la postre decisiva para aquella decisiva batalla de la
Guerra Civil. La Confederación no se recuperó ya nunca. Nadie sabe por qué no
se le concedió entonces la medalla a Cushing, muerto en la batalla. Ahora se le
otorga porque una anciana decidió hace 25 años que esa injusticia debía ser
enmendada. Emociona este reconocimiento a la gesta de Cushing. Confirma la
trascendencia de su heroísmo, de su gesta y del espíritu que lo llevó a luchar
hasta la muerte. Su idea de la libertad sigue viva. Existe la continuidad de
valores y emociones entre aquel héroe, la anciana Margaret Zerwekh, la Casa
Blanca que enmienda el olvido y el pueblo norteamericano. Porque la idea de la libertad
ganó en Gettysburg y un siglo después en Normandía y tantas veces después. De
ahí esta conmovedora y tan tardía reparación.
Ha sido un gran privilegio esa larga supremacía de la
libertad de que ha gozado Occidente. Que ha permitido la continuidad de los
valores de la libertad y la dignidad del individuo. Un privilegio nunca
regalado. Y en peligro en cuanto no lo aprecian quienes lo gozan y lo han de
defender. Y las amenazas crecen. La idea de la libertad esta sometida hoy de
nuevo a un inmenso acoso y desprestigio. Y pocas veces se han mostrado más
débiles quienes han de defenderla. Una Rusia bonapartista invade a un vecino al
que ya arrebató una región. A una Ucrania que es castigada por querer ejercer
su soberanía en democracia y vivir como Occidente. En Oriente Medio, cristianos
y otras minorías son exterminados con salvajismo inaudito. Las armas químicas
vuelven. Con impunidad. Como la voluntad genocida, cien años después del
colapso de nuestra civilización que fue la Gran Guerra. En Latinoamérica, un
régimen miserable de una isla diminuta prosigue con éxito propio y dinero de
otros su nefasta e inaudita misión totalitaria por todo el subcontinente. China
se muestra tan impermeable a los valores de piedad, libertad y trascendencia
como siempre y tan soberbia y consciente de su fuerza como nunca. Frente a eso
tenemos a una Europa ridículamente pequeña pero arrogante, dividida y cada vez
más insignificante, y unos EE.UU. que abandonan espacios de poder que ocupan
enemigos de nuestros valores. Hoy aún honramos algunos a los defensores de la
libertad de pasadas y presentes generaciones porque vivimos el lujo de la
libertad. Pero nadie puede prometer que dentro de no 150 sino 50 años puedan
ser honrados los tenientes Cushing que defendieron las libertades en el siglo
XX y las defienden hoy frente a la ideologías totalitarias y asesinas, sean
nazismo, comunismo o islamismo. Hay batallas decisivas que han comenzado. De
resultado muy incierto. Porque las libertades acabarán siendo historia si nadie
queda para defenderlas.
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