EL ASESINO DE VIEJECITAS
Por HERMANN TERTSCHABC 27.02.15
Tiene sentido que el asesino de viejecitas empuje a la
embarazada. Tiene sentido que Castro reciba a Zapatero y a Moratinos para hacer
daño a España
SI se inicia uno en
estrangular viejecitas que viven solas, se corre el riesgo de acabar no
cediendo el asiento en el autobús a las embarazadas. Esa precaución me la
recordó ayer el lamento del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel
Margallo, al enterarse en Alicante, durante un acto de la Marca España, de que
el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y el exministro y antecesor suyo,
Miguel Ángel Moratinos, tienen mejor agenda que él. Resulta que esa siniestra
pareja ha aparecido en La Habana, según se dignó en informar el diario del
Partido Comunista, Granma. Este órgano oficial del régimen, en el que las
verdades son escasas y a veces se limitan a la fecha, nos cuenta que Zapatero y
Moratinos fueron recibidos por Raúl Castro. Y que lo hizo con motivo de la
«visita privada» de ambos. Las visitas privadas de un expresidente no existen.
Y menos si va a hacer honores al dictador responsable de mucho de lo peor que
pasa en Latinoamérica. Y Zapatero no se dignó a informar al gobierno.
¿Deslealtad, ofensa, a quién sorprende? ¿Avisó Zapatero acaso cuando hablaba,
nada más ser nombrado secretario general del PSOE, con otros criminales, a
espaldas del entonces presidente del Gobierno José María Aznar? Por aquello,
Rajoy le llamaría «traidor» a Zapatero años después. Con razón. Y reprocharle
deslealtad a un traidor es un enfado pueril. Como lo es el enfado del ministro
con sus celos. Porque hace meses tuvo Margallo la mala ocurrencia de irse a
Cuba a hacer antesala, en la esperanza de que Raúl, el segundón de la satrapía,
se dignara a recibirlo. Y fue que no. Fue una ofensa gratuita que debía haberse
ahorrado el ministro. Pero es lo que tiene ese ridículo e inmoral afán de todos
los políticos españoles por cultivar esa nefasta compañía.
Tiene sentido que el
asesino de viejecitas empuje a la embarazada. Tiene sentido que Castro reciba a
Zapatero y a Moratinos para hacer daño a España, en su nombre y en el de
Nicolás Maduro. Lo tiene que la pareja, en su viaje de negocios, vanidad y
vileza, haga daño al Gobierno de España y fortalezca a la dictadura. Pero tiene
especial sentido que estén allí por su preocupación por Venezuela. Porque el
«Socialismo del Siglo XXI» amenaza con naufragar en un mar de sangre. Y esa
multinacional política que gobierna gran parte de Latinoamérica y tiene su
cerebro en La Habana, es un inmenso conglomerado de intereses, bajo un manto
ideológico, que todos sus colaboradores quieren preservar. La tragedia
venezolana con sus colas, su rabia, medios y políticos amordazados y su actual
espiral con niños asesinados y ejecuciones extrajudiciales, revela que Maduro
puede perder el control. Esto es un serio inconveniente para la multinacional
en la que participan desde Evo Morales a las FARC, desde Daniel Ortega a Rafael
Correa, desde Maduro a Podemos y Hizbullah, desde los sacos de dineros de
Kirchner a los narcodólares de Diosdado Cabello. Muchas organizaciones y media
docena de gobiernos. Hugo Chávez era su estrella. Pero La Habana es la capital.
Allá va Nicolás Maduro cada vez que tiene que tomar una decisión de cierta
relevancia. Allí estuvo en vísperas de detener al alcalde de Caracas, Antonio
Ledesma. Tiene también sentido que después de este encuentro en La Habana,
Zapatero y Moratinos se reúnan en Madrid –ya en sórdido trío– con José Bono y
citen, en la suntuosa casa de Velázquez del probo expresidente de comunidad
autónoma, a sus amigos Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Y que hablen de negocios
y política. Como con Raúl Castro. Todos ellos saben muy bien lo mucho que se
juegan en Venezuela.
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