LA DERECHA VILIPENDIADA
Por HERMANN TERTSCHABC 10.03.15
Cuando no es pensamiento débil es puromiedo. Ni para pedir
el voto se atreve ya el PP a hablar de la derecha
NO recuerdo bien el dibujo de Mingote en La
Codorniz, pero sí aquella célebre frase que decía una de las figuras, no sé
si hombre o mujer. Era una frase que cuando más se oyó fue cuando, antes de la
muerte de Franco, se decía medio en serio, medio en broma, poco antes de que
pasara a ser pura sorna. Era aquella de «Si aquí todos somos de derechas». Hoy
estamos en una situación en la que parece cierto todo lo contrario. España es
el único país que no tiene una derecha, lo que viene a ser una sana, razonable,
lógica, amable, sensata y democrática derecha política. Aquí no hay ya una
opción política que se distinga por su defensa de la propiedad y la libertad,
de la defensa de la ley y el Estado de Derecho, la unidad y sus símbolos y las
instituciones, el respeto a la tradición y el culto a la historia común, de la
libertad religiosa, del derecho a la vida, los fundamentos judeocristianos,
culturales y de civilización, libertad económica y guerra a la fiscalidad
abusiva, fin del despilfarro y racionalización de la administración y
territorialidad, defensa de la libertad de educación y de los derechos
inalienables del individuo y un compromiso inequívoco en la defensa occidental.
No lo hay. Al menos en el Parlamento. Al menos de momento.
El ridículo complejo del franquismo les tiene paralizadas las meninges. Cuando
no es pensamiento débil es puromiedo. Ni para pedir el voto se atreve ya el PP
a hablar de la derecha. De esos millones de españoles que siempre respondieron
a las promesas de hacer política de derechas. Con dos mayorías absolutas en
poco más de una década. Que fueron engañadas, porque alguien decidió que los
españoles votaban a la derecha para que hiciera una política de izquierdas. Los
que se decían siempre de centro-derecha, son ya desde hace mucho centristas o
izquierda cursi con ropa de marca. Como esos dirigentes del PP que llevan su
ambigüedad hasta hacerlos intercambiables con cualquier socialista blandito. O
con cualquier nacionalista con veleidades «progresistas». El PP está hoy lleno
de gente que parecen estar allí solo porque en otros partidos les sería más
difícil medrar.
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