RADIOGRAFÍA DE LA DERECHA ESPAÑOLA
Por HERMANN TERTSCHABC Domingo, 15.03.15
«Todos somos de derechas» Esto le hacía decir Mingote a uno de
sus figurones en La Codorniz, pero hoy nadie reconoce ser de derechas: en
España se proclama que se es de izquierdas, pero se confiesa que se es de
derechas
¿Librarse del complejo del
franquismo? La mentira de la izquierda dice que el heroico pueblo resistente
pasó 40 años en lucha y aplastado brutalmente por cuatro generales y diez curas
Orgullosa de defender su ideario España es el único país que no tiene una sana, lógica, razonable, amable, sensata y democrática derecha política que defienda la propiedad y la libertad
«Todos somos de
derechas», le hacía decir Mingote a uno de sus figurones en La Codorniz a finales
del franquismo. Era medio en serio, medio en broma. Muchos eran de derechas,
otros tenían que serlo y otros se cuidaban de aparentarlo. Hoy parece cierto
todo lo contrario. Nadie quiere o reconoce ser de derechas. Ni siquiera la
derecha.
España es el único
país que no tiene lo que viene a ser una sana, razonable, lógica, amable,
sensata y democrática derecha política. Orgullosa de serlo y de defender su
ideario y su proyecto. Aquí no hay ya una opción política que se distinga por
su defensa de la propiedad y la libertad, de la ley y el Estado de Derecho, la
unidad y sus símbolos y las instituciones, el respeto a la tradición y el culto
a la historia común, de la libertad religiosa, del derecho a la vida, los
fundamentos judeocristianos, culturales y de civilización, libertad económica y
guerra a la fiscalidad abusiva, fin del despilfarro y racionalización de la
administración y territorialidad, defensa de la libertad de educación y de los
derechos inalienables del individuo y un compromiso inequívoco en la defensa
occidental. Que proclame, sin salvedades y sin pedir perdón, sin explicaciones
alambicadas, que la libertad, la dignidad y la propiedad son pilares de su
proyecto político que defiende con toda firmeza y entusiasmo.
En España, de
momento, se proclama que se es de izquierdas, pero se confiesa que se es de
derechas. Al menos de momento esa derecha no existe. El complejo del franquismo
tiene paralizados a los políticos que se saben de derechas en la intimidad. Que
creen en la libertad como fuente de felicidad, pero también de riqueza. Que
creen en algo muy distinto a la redistribución para el igualitarismo. O que
creen creer en otra cosa. Porque a los complejos tradicionales se une la
debilidad de los conceptos y del criterio de una derecha que no crea necesario
disculparse con cada ley o cada defensa de sus principios. Porque lo que hemos
visto en estos pasados años ha sido la renuncia a las señas de identidad en
aras de la comodidad y la adaptación a un paisaje general que consideran poco
amable, de la permanente huida del conflicto con las fuerzas en principio
adversarias.
Cuando no es
pensamiento débil, la falta de convicciones y de estructuras conceptuales y
andamiaje argumental, es puro miedo. Pero es cierto que ni para pedir el voto
se atreve ya el PP a presentarse como la derecha española, a postularse como la
derecha. Y por tanto como legítimo representante de esos millones de españoles
que siempre respondieron a las promesas de hacer política de derechas. Con dos
mayorías absolutas en poco más de una década. Los votantes están en la mayoría
en el centro pero fueron programas de la derecha los que recibieron las dos
mayorías absolutas en España. Con el resultado de que solo la izquierda, sin
haberla tenido, ha impuesto todos sus postulados ideológicos en los últimos
diez años. Y ahora se prepara para asaltar el sistema.
El único de la
derecha
El PP ha jugado
a ser el único representante de la derecha en la tierra española. Pero de una
forma sobrentendida. Y creyendo poder mantener secuestrado ese voto mientras
practica una política de asimilación a la izquierda. Los que se decían siempre
de centro-derecha, son ya desde hace mucho tiempo solo «centristas». Su
corrección política es tan exquisita que todos parecen haber interiorizado esa
superioridad moral y cultural de la izquierda y repiten todos los tópicos y las
frases hechas, el mantra y las cantinelas de la misma. Nadie está dispuesto a
librar la batalla de las ideas con la izquierda española, la más primitiva y
falsaria probablemente de toda Europa, si exceptuamos a Grecia. No son capaces
de rebatir ni denunciar ni desenmascarar como algunas de las causas más
evidentes de los problemas de las sociedades occidentales en la actualidad. El
PP está hoy tan lleno de gente «centrista» que parecen estar allí solo porque
en otros partidos les sería más difícil medrar.
La vicepresidenta del
Congreso, Celia Villalobos advierte en el PP que no hay sitio para quien no es
partidario del aborto. Nadie de la dirección la desmiente. Sin duda, es un caso
extremo, Villalobos. Como lo es su marido Arriola, quizás el principal adalid
del relativismo total en el seno del PP y causa probablemente de su deriva
hacia la nada ideológica. Pero bajo una dirección políticamente neutra, de
quienes pretenden ser más que nada gestores del poder durante el mayor tiempo
posible.
Cualquier definición
ideológica es sospechosa. Y los propios miembros del PP utilizan esa arma
arrojadiza de la izquierda de llamar facha a quien consideran a su derecha. No
hay contenido ideológico, convicciones ni ideas que se puedan adivinar. En
cuanto han surgido unos rivales políticos como Ciudadanos y Vox se han visto
los nervios por la ausencia de un discurso cuajado y homogéneo. Lanzar ahora un
mensaje coherente desde el centro derecha que no pueda ser rebatido de
inmediato con las experiencias de años pasados no será fácil. Ha sido demasiado
el desprecio a los contenidos programáticos de su partido durante estos años
como para ahora pedir una renovación de la confianza sobre las mismas bases. ¿Ha
tenido España alguna vez la oportunidad de librarse de ese complejo del
franquismo y de esa mentira antifranquista de la izquierda que la mantiene
paralizada? Por esa mentira obscena según la cual el heroico pueblo resistente
español pasó 40 años en lucha permanente y aplastado brutalmente por cuatro
generales y diez curas derechistas que además, eran los padres del actual PP.
Quizás pudo haberse iniciado esa liberación bajo José María Aznar.
Quizás podía haberse
comenzado la construcción de esa fuerza con vocación y temple liberal, con el
acervo de la sabiduría conservadora, moderada pero firme, reformista y
rigurosa, sensata y rotunda en su convicción de defender los mejores valores y
principios de la mejor sociedad posible. Aunque visto el carácter del entonces
nombrado por el dedo providencial de Aznar, haya motivos para dudarlo.
La posibilidad, en
todo caso, estalló en mil pedazos con las bombas en la mañana del 11 de marzo
de 2004. Entonces descarriló la posibilidad de una reforma hacia la modernización
no traumática de España y de su derecha. Una derecha abierta y democrática y
tan tolerante como firme en sus convicciones.
Si la legislatura de
Rajoy puede apuntarse como luz su éxito de parar el naufragio de la nave
causado por Rodríguez Zapatero, su sombra han estado en ese fracaso político.
Que no es solo no haber lanzado el proyecto de regeneración que se esperaba de
él. Sino también el previsible fin del PP como partido integrante de todas las
corrientes que pudieran hallarse entre la socialdemócrata y la derecha.
Mientras las mentiras continúen y no se pierda el miedo a la intimidación
permanente con el franquismo, la derecha española se mantendrá en esa
existencia clandestina hasta cuando gobierna.
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