HERMANN TERTSCH: «LOS ESPAÑOLES HEMOS NORMALIZADO LA MENTIRA»
ENTREVISTAHermann Tertsch
Periodista
Por Isaac Blasco
ABC Lunes 29.06.15
Presentación
Tertsch presenta su libro, hoy a las 20 horas en el Espacio Bertelsmann (O'Donnell, 10. Madrid), junto a la diputada Cayetana Álvarez de Toledo y el periodista Carlos Herrera
El analista presenta en su último libro una «España en estado de alarma» cuyo último reflejo es la poderosa irrupción de la izquierda populista
Rodríguez Zapatero
«Es el padre político de Podemos y, por tanto, de este asalto democrático de la
izquierda populista»
Sin sanción moral «Los españoles hemos asumido la
narración falaz de nuestro pasado reciente, y cuando la mentira es socialmente
aceptada, ésta deja de ser condenable»
«Días de ira», el
último –y desasosegante– libro de Hermann Tertsch (Madrid, 1958), aborda la «ruptura» , en 2004, del proceso de normalización democrática que arrancó en la
Transición. Según el autor, «la anormalidad política que trata de imponer la
izquierda y la nula capacidad de reacción de la derecha» impiden «reconducir una
situación que no acabará si antes no reconocemos con todas las consecuencias
nuestro pasado».
OSCAR DEL POZO
Hermann Tertsch, en el despacho de su domicilio en Madrid,
el pasado viernes
— ¿Cuándo y por qué
se quiebra el proceso de normalización democrática iniciado en la Transición?
— En 2004 confluyen
una serie de factores de agitación, como la protesta instrumentalizada por la
izquierda contra la guerra de Irak, que tienen su detonante en los atentados
del 11 de marzo. Ese el momento exacto de la ruptura.
— En su libro, usted
atribuye la responsabilidad política de que ese proceso descarrilara a José
Luis Rodríguez Zapatero.
— Zapatero aparta al
PSOE de la socialdemocracia e instaura una corriente ideológica que invoca los
presupuestos de la República y del Frente Popular para acabar con esa izquierda
normalizada occidental e imponer la anormalidad política. Ese discurso
zapaterista es trascendental para explicar el actual estado de excepcionalidad
política.
— Hasta el punto que
sostiene que sin el precedente de ese viraje zapaterista el populismo
representado hoy por Podemos no hubiera sido posible.
— Por descontado.
Zapatero es el padre político de Podemos y, por tanto, de este asalto
democrático de la izquierda populista. Es él quien comienza a deslegitimar la
Constitución, los pactos de la Transición y la propia reconciliación nacional.
Como presidente del Gobierno, hace cundir la idea de que todo eso fue un
embuste, lo que proporciona argumentos a este tipo de izquierda para no
reconocer el actual sistema como un régimen realmente democrático, sino
conectado con el franquismo. En este sentido, Pablo Iglesias y todos los demás
dirigentes de Podemos coinciden con el único actor que nunca ha reconocido la
Transición: ETA.
— ¿Y la derecha?
— La derecha es una
tragedia en este país de proporciones casi tan importante como la izquierda.
— ¿Por qué motivos?
— Entre otros por lo
que yo llamo la gran mentira antifranquista.
— ¿En qué consiste
ese concepto, reiterado en su libro?
— En que se haya
aceptado como verdad que el franquismo no evolucionó en cuarenta años, que fue
durante tanto tiempo un régimen totalitario asimilable al de Hitler que tuvo
sojuzgado al pueblo hasta el 20 de noviembre de 1975, y que el 21 de noviembre
todos pudimos volver a ser demócratas. En esa falsedad comúnmente aceptada está
el origen de nuestra incapacidad para alcanzar puntos de consenso mediante el
diálogo. Los españoles hemos asumido la narración falaz de nuestro pasado
reciente, y cuando la mentira es socialmente aceptada, esta deja de ser
condenable. No hay sanción moral para la mentira, porque todos llevamos
mintiendo sobre nuestro pasado desde hace cuatro décadas. En otros países la
mentira te liquida; aquí la hemos normalizado.
— ¿Nadie se salva de
mentir?
— El que se sale de
ella es marginado tras ser tildado de «facha». De ahí que yo diga que en este
país nadie es realmente libre hasta que pierde el miedo a ser llamado fascista.
La consecuencia más grave de la imposición de este discurso tan falso como
aceptado por todos es un claro empobrecimiento de nuestra calidad democrática
debido a la imposibilidad de debatir ideas en libertad. La derecha, por su mala
conciencia histórica, también ha acatado esta gran mentira sin alzar la voz.
— ¿Su padre rompió
con esa mentira en cuanto a su experiencia con el nazismo?
— A través de la
figura de mi padre apelo al acto de honradez que supone desarrollar la
capacidad del luto: reconocer lo que han hecho tus familiares o tú mismo. Esa
catarsis se operó en la sociedad alemana veinte años después de la II Guerra
Mundial, y fue una exigencia de las generaciones que no habían vivido los años
de Hitler. Aquí no ha ocurrido eso: no se ha racionalizado ni expresado con
todas las consecuencias lo que ha sucedido en el pasado. Mi padre se apartó del
nazismo y fue represaliado por ello, pero jamás ocultó su entusiasmo inicial
por Hitler.
— ¿Hay manera de
revertir la situación de anomalía política descrita en su libro?
— Estamos en el peor
momento; si no llegamos a las manos, deberíamos practicar un ejercicio
colectivo consistente en reconocer nuestro pasado sin paños calientes. Hoy no
me atrevería a apostar por que esto ocurra.
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