NOSOTROS CON ESTOS PELOS
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 16.06.15
Alemania sí sabe que cualquier pacto con totalitarios es una
ofensa al pasado y un crimen contra el futuro
EN Alemania se ha
producido un relevo político que a la inmensa mayoría de los europeos –y
también a muchos alemanes– ha pasado inadvertido. Se ha ido un político que
nadie fuera de Alemania conoce, sustituido por una señora de cuya existencia no
se sabe. Y sin embargo, este relevo tendrá efectos inmensos sobre la vida
política alemana y europea. Su consecuencia más importante será que, salvo
catástrofe natural, Angela Merkel seguirá siendo canciller de Alemania durante
mucho tiempo. Pueden ir ya dando por hecho que seguirá una legislatura más. Y
después ya se verá. Merkel tiene hoy 61 años, terminaría la siguiente
legislatura con 67, todavía muy capaz de asumir alguna más. Y en 2021 aún
tendría la edad con la que se presenta Hillary Clinton a las presidenciales.
Pero si Merkel puede
hacer estos cálculos es porque aunque esté muy cerca de la mayoría absoluta, no
la necesita para gobernar. Porque enfrente tiene a una mayoría parlamentaria de
izquierdas que es inviable. Hoy, los socialdemócratas de SPD, los Verdes y el
partido neocomunista o ultraizquierdista de Die Linke tienen aritméticamente
una mayoría para gobernar. Pero la socialdemocracia alemana y también al menos
parte de los Verdes se niegan a una coalición con el partido Die Linke, sucesor
del partido comunista de Alemania oriental. Pasado un cuarto de siglo de la
caída del muro ese partido ha conseguido crearse un espacio gracias al voto
comunista irredento del este de Alemania y la ultraizquierda de todo el país.
Pero no ha conseguido ser aceptado por los demás como un partido más. Porque no
acata el carácter definitivo de la democracia parlamentaria, su lealtad a la
constitución es cuestionada y es contraria a muchos de los compromisos
internacionales de Alemania, entre otros la pertenencia a la OTAN. En los
pasados años, se ha especulado mucho en la izquierda con buscar fórmulas de
superar esta imposibilidad de pacto entre rojos del SPD, Verdes y rojos de Die
Linke. Que le garantiza a Merkel como cabeza del partido más votado algo así
como un liderazgo inamovible. En el SPD hay inmensos resquemores porque la gran
coalición siempre acaba beneficiando a la vieja señora.
Los últimos sondeos
vuelven a darle una diferencia abismal al CDU/CSU por delante del SPD. Pero
ahora se ha retirado el líder de Die Linke, el abogado Gregor Gysi, y ha
entrado en litigio la rojísima Sahra Wagenknecht. El que se va era un político
atado a su pasado como hijo de la aristocracia comunista de la RDA, pero
posibilista. La que llega –la mujer del inefable Oskar Lafontaine, que acabó en
la ultraizquierda en su deriva de fracasos– es una leninista cuyo análisis
sobre la caída del comunismo se basa en que hubo demasiados traidores. Y no
desde Gorbachov, sino desde la desestabilización de Nikita Jruschov. No están
los cuadros comunistas de Podemos y de la Complutense solos cuando reivindican
lo peor del comunismo. Ni solos los griegos y españoles cuando quieren quebrar
los principios de la UE. Los socialdemócratas del SPD en Alemania han asumido
la llegada al liderazgo de Die Linke de la paleocomunista Wagenknecht como el
fin de una esperanza de que ese partido pudiera alcanzar un nivel de decencia
democrática que hiciera posible formar con él una coalición y un gobierno.
Porque el SPD siempre
hará una alianza con demócratas en contra de totalitarios y enemigos de la
constitución y no viceversa. Porque Alemania ha sido honesta con su historia y
ha aprendido de ella, sabe que cualquier pacto con totalitarios es una ofensa
al pasado y un crimen contra el futuro. Por eso Alemania es Alemania y nosotros
estamos con estos pelos.
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