TRAGEDIAS DE SANTA MERKEL
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 23.02.16
Las protestas expresan el cada vez
más radical rechazo a la política de Angela Merkel
LA clase política y
los medios alemanes se dicen conmocionados por escenas del pasado fin de semana
en el estado de Sajonia. En uno de ellos una multitud impidió el paso de un
autobús que llevaba inmigrantes a instalarse en la pequeña localidad de
Clausnitz. La Policía tuvo que sacar del autobús a los refugiados en escenas
dramáticas mientras el pueblo congregado gritaba que se llevaran a los
refugiados y que no toleraría su presencia. Mientras, en la localidad de
Bautzen ardía, en evidente incendio intencionado, un enorme albergue preparado
para acoger refugiados. Ante el edificio en llamas se congregó una multitud
para aplaudir y dar gritos de satisfacción por el fuego. Los bomberos
denunciaron actos de obstrucción en su labor de extinción. Son ya cerca de mil
los ataques sufridos el pasado año en instalaciones relacionadas con la acogida
de refugiados en Alemania. Pero ahora las autoridades están nerviosas. Las
protestas expresan el cada vez más radical rechazo a la política de Angela
Merkel. Y no pueden ser ya atribuidas a una despreciable minoría de activistas
neonazis y racistas. Con más de un millón de inmigrantes llegados en doce
meses, cada vez son más los alemanes que creen que Merkel ha despreciado sus
intereses, su seguridad y su futuro. Y a muchos, a los más pobres, a los más
afectados, los mueve un miedo existencial.
Lo inaudito es que la
clase política alemana se sorprenda ante el inmenso terremoto cultural y
político. En barrios de ciudades y en pueblos, la creación de refugios y campos
prefabricados afectan gravemente a la vida cotidiana de la población. Esta
reacciona con desesperación y humillación ante el desprecio a sus miedos. Y con
rabia al ver que gobierno y medios de comunicación los tachan a ellos de nazis
y racistas. La verdad no es racista. Pero si por miedo al racismo nadie dice la
verdad salvo quienes lo son, el racismo tendrá mucho futuro.
El partido derechista
anti-inmigración AfD crece sin cesar. Las elecciones en tres estados el día 13
de marzo pueden ser un cataclismo para Merkel. A nadie extrañe. En algunos
pueblos hay casi tantos refugiados como habitantes. El espacio público les es
arrebatado a los alemanes. Las niñas tienen que modificar trayectos al colegio,
hábitos de vestimenta y costumbres de juegos y ocio. La vida cambia
radicalmente y a peor. Hay miedo. Hay peleas entre los refugiados. Hay muchos
más delitos de los que la Policía quiere reconocer y puede perseguir. Y
cualquier protesta solo sirve para que el pueblo sea estigmatizado como «otro
nido racista». Es un coro mediático buenista con una corrección política y una
unanimidad que evoca a los medios de la Alemania comunista. La quiebra
profesional y moral de los medios no comienza ni termina con la ocultación del
vandalismo machista de Colonia.
Por sistema se
minimizan u ocultan los problemas que, por supuesto, no sufren los redactores,
ni los directivos ni los políticos. Ellos viven lejos de unas plazas y calles
en las que no juegan niños ni acuden viejos porque cientos de hombres árabes en
edad militar las tienen ocupadas. Porque allí extienden sus alfombras para
rezar. Dice Paul Coller, el profesor de Oxford experto en economía y población,
que ha sido «despreciable» la política de Merkel. Porque con su efecto llamada
seduce a arriesgar la vida en el mar, no tuvo en cuenta las consecuencias y se
niega a reconocer el error y enmendarlo. «Y al final todo por querer
convertirse en Santa Merkel». Despreciable o no, lo cierto es que dicha
política sin enmienda acerca cada vez más a Alemania y a Europa a una crisis
existencial. Y en cualquier momento a una tragedia.
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