ROVIRA ESTÁ TRISTE
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 12.02.16
Los ataques por los que
llora Rovira son solo reflejo del hartazgo de millones de españoles. Aburridos
de que siempre insulten los mismos
ES el actor de moda, ha
presentado la gala anual del cine español, será rico ya por sus ingresos del
exitazo de esas películas de chiste como «Ocho apellidos vascos» y su bis «
Ocho apellidos catalanes » . Y gracias a sus anuncios y galas tras el bombazo
de taquilla. Es además ya el gracioso oficial, el simpático jaleado y aplaudido
por los medios que establecen el canon cultural y de la corrección política en
España. Y, sin embargo, Dani Rovira está inconsolable. Su mensaje en Twitter
del martes día 9, después de la lectura de los ecos de la gala del sábado, lo
deja claro: «Tras todas las críticas, desprecios, insultos, acusaciones y
decepciones, he de decir que no me ha merecido la pena presentar @PremiosGoya».
¿Y por qué está triste el galán gracioso? Nadie puede reprochar a Rovira el
tedio de películas que tan poca gente ha visto y verá. Aunque se apañen algunos
para falsificar suficientes entradas y granjearse subvenciones, esa corrupción
de la que allí nadie habló. Tampoco puede culparse a Dani del triste, vulgar y
aburrido montaje con recursos e ideas paupérrimos y fiascos técnicos de colegio
mayor subsahariano. Y nadie responsabilizará al andaluz de ese «desfile de
estrellas» que se antoja un concurso de modistillas. Con artistas, modelos y
chicas de compañía con un lenguaje tan ordinario y soez que evoca el lupanar de
provincia en otros tiempos. Con algunas que hablan un español que se antoja un
recital de onomatopeyas. ¡Dicción, señoritas, dicción! El glamour de los Goya
no logra despegarse de la estética de las bodas en motel de carretera de la Yugoslavia
titoísta. Y todo va a peor. El Frente Popular asoma en el horizonte cercano y
brota ya más fuerte otra vez el pelo de la dehesa. Eso sí, rezumándoles a todos
la soberbia por los poros.
Rovira está triste porque
le han atacado en las redes sociales. Los más fieros habrán sido como siempre
los decepcionados. No quienes no ven desde hace muchos años ese torpe
espectáculo. Ni los que se asoman al televisor intermitentemente para confirmar
su desprecio por el acto oficial español más hipócrita y vulgar. Se metieron
con el pobre Dani quienes se vieron desagradablemente sorprendidos por el hecho
de que ya domine el insulto sectario y las actitudes faltonas como los bonzos
más viejos y patéticos de este cine español secuestrado por una izquierda agria
y zafia. Con los desprecios al ministro y a la derecha y cuatro cretinadas,
Rovira demostraba haber asumido el papel de Eva Hache barbuda. No es que la
derecha no lo merezca. Precisamente por agasajar a esa izquierda embrutecida y
revanchista. En mi libro «Días de ira» dedico capítulos a esa derecha
obsequiosa, más eficaz que el feroz sectarismo de la izquierda en convencer a
todo el que quiera entrar en el «mundo de la cultura» de que hay que
proclamarse de izquierdas y mejor aún militar en ella. Garantiza la mejor
promoción por parte de todos y es la única forma de acceder a premios, ante
todo a los que otorga el PP. Las críticas a Rovira no eran solidaridad con un
ministro de Cultura que volvió a demostrar que el exceso de buenas maneras en
el trato con rufianes no es necesariamente una virtud. Y que podía haberle
ahorrado a su encantadora mujer aquella afrenta vulgar e interminable. Los
ataques por los que llora Rovira son solo reflejo del hartazgo de millones de
españoles. Aburridos y asqueados de que siempre insulten los mismos. Que ven al
gracioso que les caía bien perfectamente integrado en el encanallado frente de
la superioridad moral que ha dinamitado la convivencia en España.
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