EL MIEDO MIENTE, LA MENTIRA DEVORA
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 22.04.16
Los gobiernos europeos parecen creer que la islamofobia se
combate vetando la verdad por ser peligrosamente islamófoba
EL ministro belga del
Interior, el nacionalista flamenco Jan Jambon, se ha tenido que defender de un
gravísimo delito y pecado, ahora que el juicio moral vuelve a tener una
vigencia que no se había alcanzado en Europa desde la Ginebra de Calvino.
Jambon ha sido puesto en la picota por lo peor que se puede ser hoy en día en
nuestro continente, la suprema herejía, lo único que no tiene excusa y que hace
merecedor de todos los castigos, males y desprecios: la islamofobia. Los
terroristas yihadistas siempre cuentan con atenuantes, por sanguinarios que
sean, por bárbaras y crueles que hayan sido sus matanzas. Si son de Oriente
Medio, porque allí la vida es muy dura. Si son de Europa, porque su vida aquí
muy dura. Lo cierto es que el atractivo de esta vida europea tan dura es
grande. Algunos países han logrado hacer tan apetecible la existencia
parasitaria en el frío norte que son de facto aliados de los traficantes que
seducen a tantos a pagar grandes sumas para el viaje y arriesgar la vida. «Allá
adonde te llevamos, te pagan por no trabajar y te pagan por cada hijo que tus
mujeres paran». Es una oferta difícil de rechazar.
Claro que es un caso
extremo el del matrimonio afgano en Viena cuya solicitud para una inseminación
artificial ha levantado ampollas en el Hospital General de Viena. No porque
sean allí crueles como para negarle ese gasto y así la paternidad y maternidad
a la pobre pareja. Sino por el hecho de que sería su décimo hijo. Ya tienen
nueve, por los que cobran al mes 5.682 euros, además de la asistencia social
propia. Cuando se ahorra en calefacción en las residencias de ancianos. Nadie
se atreve a quejarse, por miedo a la omnipresente acusación: islamofobia. El
ministro belga había dicho que parte de la comunidad musulmana belga celebró
con bailes los atentados en el aeropuerto de Bruselas. Le han hecho rectificar
y ha tenido que reconocer que no vio a todos los miembros de la comunidad
islámica de 600.000 miembros bailando de alegría al saber del baño de sangre.
Como un Galileo, se resignó a aceptar la amonestación, pero añadió su especial
«eppur si baila». Policía y servicios de información le habían pasado
abundantes testimonios de que sí se bailó de alegría y de odio. Aunque parte de
la sociedad no quiera saberla y las autoridades europeas la combatan, la verdad
existe y es terca. El miedo no deja de mentir. Y la mentira nos deja inermes.
La doctrina imperante
en la Europa de la corrección política establece ya que los europeos son
responsables de la felicidad y el bienestar de todos los musulmanes que ya
viven en Europa y de todos los que quieran venir. Por eso se les permite
arrollar y violar fronteras, desobedecer a policías y ejércitos, despreciar
soberanía y leyes de esos países que cruzan para llegar al sistema de vida del
matrimonio afgano. Los gobiernos europeos parecen creer que la islamofobia se
combate vetando la verdad por ser peligrosamente islamófoba. Que por eso hay
que ocultar las estadísticas de delitos, desde robos a violaciones, el clima de
miedo y terror en barrios y ciudades y la realidad sobre esta inmigración que
cambia la vida de naciones enteras. Pretenden que los llegados vienen a
integrarse en una sociedad abierta, plural occidental. Muy pocos son así. Los
demás vienen, con toda su buena fe, su intensa fe, a vivir el islam y
extenderlo y obedecer al Corán y vencer a los infieles cuando haya que hacerlo.
Vienen a islamizar Europa y dan gracias a Alá por las buenas condiciones que
les damos para ello.
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