The Unending Gift

viernes, abril 15, 2016

ANDRASSY 60

Por HERMANN TERTSCH
ABC  Viernes, 15.04.16


Europa Central y Oriental tiene la historia a flor de piel y son innumerables los lugares testimoniales del horror nazi

LA avenida Andrassy es el más bello, largo y señorial de los bulevares de Budapest. Y su más representativa arteria arbolada que une el antiguo centro histórico de Pest con la plaza de los Héroes, épica celebración monumental del milenio de la llegada de los húngaros a Panonia. Su nombre original se lo debe al conde Gyula Andrassy, uno de los principales estadistas magiares del Imperio Austro-Húngaro en el siglo XIX. Durante los más de 40 años de régimen comunista se llamó, como mandan los cánones, Nep Köztarszasag, avenida de la República Popular. El número 60 de la avenida Andrassy es uno de los majestuosos edificios del ensanche decimonónico construido en los tiempos en los que Budapest competía en todo con Viena. Cuando comenzó la II Guerra Mundial había estrenado nuevos inquilinos. Siniestros personajes. Desde 1937 se había instalado allí uno de los movimientos extremistas más violentos, los Cruces Flechadas, de ideología filonazi y salvajemente antisemitas. Se harían pronto célebres por una brutalidad que llegó a escandalizar a los propios nazis alemanes. Desde allí, su Casa de la Lealtad, impartía órdenes para sus bárbaros pogromos su líder, Ferenc Szalasi, y allí hizo este su «Informe a la nación», tras el golpe con Hitler para descabalgar a Miklos Horthy en 1944, que desataría la masiva deportación de judíos a Auschwitz y brutales matanzas en la ciudad. «Para lograr el sitio que merecemos en una Europa nacionalista y socialista, la nación ha decidido la total movilización, la radical liquidación del viejo orden y el establecimiento de un orden social y político nacional y socialista». Mientras en los pisos superiores de Andrassy 60 planeaban matanzas y celebraban fiestas nacional-mitológicas, en los sótanos torturaban a sus víctimas.
En diciembre de 1944, cuando las tropas soviéticas llegaron a Pest, los alemanes y sus aliados se replegaron a Buda, volaron los puentes sobre el Danubio y se atrincheraron allí dos largos meses. Pero en Pest, a pocos kilómetros del río, en Andrassy 60, ya había nuevos inquilinos. Eran la Checa soviética del NKVD y la nueva policía política húngara, AVO. Allí se establecieron en los mismos salones y usaron las mismas mazmorras para las mismas torturas. Su temible jefe, Petar Gabor, tuvo allí un despacho que era antesala de la muerte. Pronto se les quedaron pequeñas las mazmorras y se derribaron los muros de los sótanos adyacentes para crear un inmenso laberinto subterráneo del horror que abarcaba toda la manzana. En una de las salas del museo de la Terror Haza (Casa del Terror) creado allí hace ya más de una década se muestra lo frecuente que fue el cambio, no de chaqueta, de uniforme entero. Torturadores nazis se convertían de golpe en torturadores comunistas. Hay formularios de la posguerra en los que se reconocen la «culpa» de haber sido de las Cruces Flechadas y se pide el ingreso en el partido comunista o las milicias para redimirse. En otra sala se exponen retratos de centenares de verdugos, torturadores y chivatos, mezclados los nazis y los comunistas. Intercambiables.

Europa Central y Oriental tiene la historia a flor de piel y son innumerables los lugares testimoniales del horror nazi y comunista. Yo conozco muchos de ellos, pero no recuerdo otro en el que se logre mejor esa exposición de la identidad común de las dos ideologías criminales del siglo XX. A las víctimas de ambas está dedicado el monumento a la entrada. Lo terrible es recordar al salir que solo una de esas ideologías es justamente perseguida y condenada por criminal en todo el continente. Mientras la otra vuelve a gozar de popularidad, tiene una nutrida representación en el Congreso y podría formar parte pronto de un gobierno en España.

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