LA REVOLUCIÓN CONSERVADORA DE ORBAN FRENTE A LA CORRECCIÓN POLÍTICA DE BRUSELAS
Por HERMANN TERTSCHBUDAPEST
ABC Domingo, 17.04.16
El discurso socialdemócrata que manda en Europa encuentra un
dique de contención en una Hungría que protege los valores tradicionales y se
opone a la inmigración
Gergelys Gyulas,
vicepresidente del Parlamento
«Nosotros no queremos más inmigración, sino más hijos en familias estables y socialmente protegidas. Queremos la misma tolerancia para los nuestros»
Otro modelo de sociedad «Si Alemania quiere una
sociedad multicultural, con guetos, que no nos la imponga», asegura Zoltan
Kovacs, portavoz del Gobierno húngaro
Cualquiera que lea
mucha prensa alemana llega a Hungría con el temor de adentrarse por un túnel
del tiempo en un país bajo un régimen autoritario, antiguo, ultraderechista,
agresivo, xenófobo, antisemita y antieuropeo. Algo así como una pequeña Rusia
de Vladimir Putin, pero sin los beneficios cariñosos que desde Alemania siempre
se albergan para Rusia. Quien pase después unos días en Budapest de paseo,
encuentros y entrevistas con gente diversa, saldrá de Hungría con la convicción
de que algo grave sucede en Alemania y especialmente en sus medios de
comunicación cuando los prejuicios hostiles le hacen proyectar una imagen tan
maniquea de Hungría. Y es que no se trata de una cuestión de filias o fobias.
Estamos en el comienzo de una fascinante batalla ideológica en Europa. Los
medios alemanes, homogéneos y compactos en la corrección política, son la
artillería de esa fortaleza de la hegemonía cultural socialdemócrata que se
creía incuestionable y que se halla en abierta retirada. Es la artillería
encargada de castigar las posiciones avanzadas de las fuerzas que vienen a
disputarle una hegemonía en el discurso político y cultural que ha sido
absoluta desde 1945. En esa vanguardia está el Gobierno de Viktor Orban que
desafía el discurso único en la UE y rechaza «las pretensiones absolutistas
del liberalismo socialdemócrata y la corrección política». El discurso socialdemócrata
hegemónico tiene en Europa hoy una suma sacerdotisa que es Angela Merkel con su
política de apaciguamiento sistemático en las crisis. El choque está servido.
De su solución dependerá en gran medida el futuro, si lo hay, de la Unión
Europea.
REUTERS
Viktor Orban, a su llegada a una cumbre del Grupo de Visegrado
Orban es la figura
más destacada de un fenómeno político cultural que cristalizaba ya desde hace
años en Europa oriental, pero que se ha manifestado abiertamente con la crisis
de los refugiados. Su figura se ve además reafirmada con un éxito económico innegable
que ha devuelto a Hungria al crecimiento, a un paro por debajo del 8% y al pago
ya total del rescate del FMI de 2008, a la estabilidad política y una
normalidad institucional y cotidiana que contrasta con los convulsos tiempos en
otros países. Así se ha erigido en el símbolo de la afirmación de una política
conservadora de derechas que no se esconde tras eufemismos y que no acepta la
hegemonía cultural de la socialdemocracia y el sesentaiochismo, que defiende la
supremacia de la ley y combate el relativismo. Aunque con considerables
diferencias de país a país y sin ninguno con un liderazgo de la proyección de
Viktor Orban, está presente en todo el este de Europa. Y tiene sus reflejos en
movimientos que surgen en Europa occidental y que invariablemente las fuerzas
dominantes descalifican como extrema derecha, lo sean o no.
Dice Gergely Gyulas,
el joven vicepresidente del Parlamento y un hombre fuerte de Fidesz, que las
elites en Europa occidental han impuesto un discurso único a las mayorías y
armados con la corrección política combaten toda posibilidad de debate
racional. Gyulas señala a la prensa alemana como un ejemplo de falta de
pluralidad y discurso único en la cuestión de refugiados. Una prensa que
desacredita a todo discrepante tachándolo de nazi o ultraderechista y que
oculta a la población problemas reales de la crisis de inmigración como las
agresiones de Colonia. «Nosotros consideramos que no proteger y despreciar los
valores tradicionales es un error y no lo vamos a hacer. Nosotros no queremos
más inmigración sino más hijos en familias estables y socialmente protegidas.
Son conceptos diferentes. Solo queremos la misma tolerancia para los nuestros
que para los demás».
Liberalismo
absolutista
Zoltan Kovacs, el
portavoz de su gobierno en su despacho junto al Parlamento, va más allá.
«Estamos ante una cuestión filosófica, ante unas diferencias fundamentales. En
Europa occidental rige una especie de liberalismo absolutista. Antes era
ilustrado. Ahora no. Y exige a todos que asuman unas directrices de corrección
política que no son racionales. Que es reduccionista, destruye el debate e
impone la censura. Nosotros somos conservadores y creemos en la nación y
queremos que siga siendo la base de la democracia. Si Alemania o Suecia creen
que la nación ha sido superada, nosotros no. Si quieren una sociedad
multicultural con guetos y leyes paralelas, nosotros no objetaremos a que la
tengan, pero nos resistiremos a que nos la impongan. Es una cuestión de
tolerancia que Europa debe respetar».
El gobierno húngaro
se parecen mucho más a los demás gobiernos de la UE de lo que sus enemigos
pretenden. A pesar de su abrumadora mayoría de dos tercios que han mantenido
durante dos legislaturas y que perdió por solo dos escaños en elecciones
parciales. Tiene miedo a la opinión pública, tiene debilidad por la demagogia,
tiene muy serios problemas de
corrupción, tiene un aluvión de oportunistas y tiene los inevitables ejércitos
de pelotas que buscan cercanía al jefe. Esto último puede ser especialmente
intenso con el que hoy es el liderazgo más brillante y carismático de Europa.
La personalidad de Orban ha actuado como catalizador de un mapa político que,
eso sí, no tiene hoy parangón en Europa. La izquierda y los liberales se han
fraccionado hasta la irrelevancia. Con los socialistas del MSzP, que sacaron el
26% en las pasadas elecciones, con mucho menos hoy en los sondeos, están ya
todos ellos sumidos en una impotencia casi melancólica. La única oposición real
en el Parlamento con un 20% es Jobbik, la ultraderecha, que comenzó como un
partido cuasi nazi y se ha moderado en sus manifestaciones. Mantiene su
atractivo entre juventud poco cualificada y antisistema en antiguos feudos
comunistas. Gergely Pröhle, que fue embajador en Alemania, y lleva la
vicesecretaría de Estado de relaciones con la UE, dice que Orban tiene además
de convicciones, un talento político y comunicador inmenso. «Y puede defender
lo uno y lo contrario». Lo demostró cuando impuso una tasa en internet y se le
echó la gente a la calle. La retiró sin más, como si hubiera sido siempre su
deseo. Ahora acaba de anular una ley que hizo aprobar hace tan solo unos meses
inducido por aliados democristianos y la Iglesia católica. Obligaba a cerrar
los domingos a los comercios. Vio que no gustaba y antes de que creciera el
malestar se apuntó como liberador de su propia ley.
Un grupo de refugiados se precipitan para subir al tren en Hungría
HUNGRÍA COMO NACIÓN CRISTIANA, MULTIÉTNICA, PLURAL Y TOLERANTE
La primera vez que gobernó
Viktor Orban perdió tras una legislatura pese a sus éxitos económicos. Estuvo
ocho años en la oposición y cuando volvió al poder llegó con la agenda política
cargada. Hoy es ya un mensaje cultural para toda Europa y preocupa mucho en
cancillerías europeas y en Bruselas donde se llega a cotas grotescas en la
demonización del líder húngaro. Los puntos básicos del discurso político
cultural de Orban en primera persona están aquí: «Hungría es una nación
cristiana, una nación multiétnica, plural y tolerante. Siempre ha sido un sitio
de paso, abierto y hospitalario. Pero Bruselas quiere imponer una sociedad como
las que hay y se están formando en el Reino Unido, en Francia, en Suecia,
Holanda o Alemania, en las que haya barrios a los que solo pueden ir unos y no
otros, en la que las leyes y las costumbres se tengan que adaptar a los
musulmanes. En detrimento y desprecio de leyes y costumbres propias. Nosotros
no queremos. Creemos que eso es el fin de la democracia y significa importar la
catástrofe de los lugares de procedencia de los inmigrantes. Háganlo otros,
pero no intenten obligarnos. Los países con colonias tuvieron que aceptar como
metrópoli la llegada de sus leales en la descolonización. Tenemos la suerte de
poder ver hoy lo que ha pasado en esos países. Aprender de experiencia ajena. Y
lo queremos evitar. Queremos ayudar a los musulmanes a que se queden en los
países musulmanes y seremos solidarios. La crisis de valores es la peor de las
muchas crisis que tenemos hoy en Europa. Todos los populismos peligrosos que
surgen en Europa se deben a la falta de una alternativa conservadora de
derechas frente a la hegemonía total de la corrección política, básicamente
socialdemócrata. Los húngaros, como todos los que vivieron bajo el comunismo,
son más conscientes que nadie de la necesidad de estar unidos los europeos en
el mundo globalizado. Pero la UE no puede imponer la destrucción de su nación a
sus miembros porque no lo sobreviviría».
HUNGRÍA
El argumento del miedo
El gobierno conservador de
Viktor Orban, cuyo país recibió una oleada de refugiados –160.000 el año
pasado– que iban camino de Europa occidental, observó que «los ciudadanos
(húngaros) tienen miedo, inseguridad», y encabeza el frente contra el reparto
de cuotas.
ESLOVAQUIA
Solo refugiados cristianos
Para el gobierno eslovaco del
primer ministro socialdemócrata Robert Fico, el proyecto impulsado por la UE de
«introducir mecanismos automáticos es inaceptable para los cuatro de
Visegrado». Eslovaquia sólo está dispuesta a acoger a 300 familias,
preferentemente cristianos de Siria.
POLONIA
Cambio de rumbo
La primera ministra polaca,
la conservadora Beata Szydlo, ha afirmado que Polonia no puede permitirse
acoger más solicitantes de asilo «en las circunstancias actuales», tras los
atentados de Bruselas. Polonia se había comprometido antes a aceptar una cuota
de 7.000 refugiados.
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