EL GIGANTE DE LA REUNIFICACIÓN ALEMANA
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Sábado, 17.06.17
Asumió el poder en una patria dividida y la entregó
reunificada y convertida en una gran potencia
En una actualidad tan contaminada de tópicos e hipérboles,
hay que tirar mucho a lo alto para hacer justicia a la personalidad, al peso
político y a la relevancia histórica de Helmut Kohl, que murió a los 87 años en
la mañana de ayer en su casa de su Ludwigshafen natal. El canciller Kohl ha
sido un gigante de la política alemana en la misma medida en que lo fueron los
dos otros grandes cancilleres históricos de la Nación alemana, Otto von
Bismarck y Konrad Adenauer. Los tres compartieron algo que muy pocos políticos
llegan a entender y menos a disfrutar, y es el salto desde el gran éxito
político a la gloria nacional. Otto von Bismarck unificó Alemania bajo Prusia,
Adenauer reconstruyó la Alemania occidental y la ancló en la libertad y Kohl
consiguió reunificar Alemania, lo que tantos habían considerado un sueño
imposible.
REUTERS
Gobernó Alemania 16 años, más que nadie salvo Bismarck.
Asumió el poder en una patria dividida y la entregó reunificada y convertida en
una gran potencia de más de 80 millones, con pleno acuerdo y respeto de todas
las potencias que habían derrotado a la Alemania nazi.
Kohl es de los muy pocos elegidos en la historia a los que
se puede atribuir un papel personal decisivo en un cambio fundamental en la
historia de su país, de Europa y del mundo. Fue en los años 1989 y 1990 en los
que alcanzó esa gloria y por la que Alemania jamás podrá explicarse sin su
nombre. Fue entonces cuando esa mejor fórmula de cordialidad, firmeza y
persuasión logró sus milagros negociadores, el mayor de ellos conseguir que la
Unión Soviética aceptara una Alemania unida miembro de la OTAN. Los encuentros
de Kohl con Gorbachov son momentos milagrosos en la historia europea.
Católico, doctor en Historia y joven soldado a los 15 años
en las postrimerías de la guerra hitleriana, conoció el infierno nazi, las
ruinas y la ocupación. Y llegado el momento entendió como pocos la pulsión de
la libertad que se desencadenó en el Este de Europa a partir de los sucesos de
Polonia de 1981 y la llegada reformista Gorbachov en 1995. Los regímenes en el
Este europeo comenzaron a tambalearse y en 1989 cayeron uno tras otro, en
noviembre también el Muro de Berlín. Entonces jugó fuerte y mostró una decisión
titánica y unos nervios de acero que pocos habrían tenido. Y se hizo el cambio
de moneda de uno a uno, y mientras algunos todavía hablaban de dos estados
alemanes que convivieran en Europa, Kohl logró imponer la voluntad de «Wir sind
ein Volk». Consiguió lo que él quería y otros muchos creían imposible. Y que
hoy sería otra vez impensable.
Fue además el gran europeísta convencido, como último
canciller que conoció la guerra, de que Alemania debía supeditar siempre sus
intereses al proyecto continental. Hoy estaría definitivamente fuera de juego.
Fue un gran defensor y amigo de España. Conmueve aun hoy el recuerdo de sus
palabras al recibir en Yuste el Premio Carlos V.
Dicen que cuando era joven, este renano grande y tosco
parecía indeciso y fácil de manejar o engañar. Tuvo mil ocasiones de demostrar
lo equivocados que estaban quienes eso creían. Antes de los 40 era presidente
del estado de Renania Palatinado. Lo fue siete años hasta ir al pulso por el
liderazgo de la CDU/CSU con Franz Josef Strauss, dejar perder a este y
conseguir en 1982 forjar una alianza con el liberal Hans Dietrich Genscher y
acabar así con la era socialdemócrata de Willy Brandt y Helmut Schmidt. Con sus
rivales dentro y fuera del partido siempre fue implacable. En eso legó sus
mañas a Angela Merkel, a la que él aupó marginando a todos sus pretendidos
delfines. Ganó por supuesto las elecciones en 1990 con la reunificación y las
volvió a ganar en 1994, pero entonces el papel estelar del estadista y padre de
la patria ya no servía para las prosaicas tareas de gobernar un país que sufría
la crisis del inmenso esfuerzo de la anexión de un estado comunista en ruinas.
Triste fue su salida y sus últimos años. Su negativa a colaborar en esclarecer
el escándalo de financiación ilegal de la CDU, el suicidio de su mujer
Hannelore, el rechazo de sus hijos a su nueva mujer que era su secretaria, un
conflicto sobre sus memorias y su cada vez más precaria salud marcaron con
pesadumbre a Kohl desde su retirada.
Kohl muere lejos del siglo en el que justamente logró para
él la máxima gloria y para Alemania la realización de su gran sueño, la
superación de la gran cicatriz de la guerra que era la división.
Helmut Josep Michael Kohl nació el 3 de abril de 1930 en
Ludwigshafen, donde falleció el 16 de junio. Canciller alemán entre el 1 de
octubre de 1982 y el 27 de octubre de 1998. Hasta el 3 de octubre de 1990,
fecha de la unión de las dos Alemanias, fue canciller únicamente para la
República Federal de Alemania, y a partir de ese momento, de la Alemania unida.
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