ILUSOS E ILUSOS
Por HERMANN TERTSCH
ABC
Viernes, 22.09.17
Ilusos son los que creen que con nuevas concesiones a esas
minorías enemigas van a comprar sosiego a España
CUANDO una agresión al Estado es tan brutal como la que
desplegó el separatismo el miércoles, el Gobierno de la nación ha de volcarse
en una defensa sin fisuras de la legalidad y sus servidores para dar una
respuesta contundente al agresor. Eso pasa en otros países. En España aún no
habían aparecido las armas que les arrebataron a la Guardia Civil y había una
nueva movilización de los enemigos de democracia y libertad en Cataluña, cuando
el ministro Luis de Guindos ya estaba dando la razón a los agresores en la
prensa internacional. ¡Como para tenerlo de compañero en las Termópilas! Así
volvían a la triste realidad del estado claudicante quienes habían sentido por
primera vez en años, más bien décadas, alivio y orgullo. Alivio, orgullo y
emoción al ver a España, a un gran Estado Nación, potencia media del primer
mundo con larga y en gran parte gloriosa historia, manifestarse por primera vez
como debe, con claridad y decisión, para reimplantar el imperio de la ley en
una parte de su territorio que hace años dejó a merced de los peores apetitos.
Millones de españoles en Cataluña y fuera de allí creyeron,
muchos lo seguirán creyendo pese a Guindos, que por fin España va a poner orden
y restablecer las libertades y los derechos de todos los españoles en todo su
territorio. Existe la ilusión y la esperanza de que el desafío del golpe de
Estado y esta abierta sedición sea el hito histórico que anuncia un fin de
época. Que se ha cruzado el último límite que debían violar la deslealtad y la
agresión hispanófoba. El que marca el principio del fin de la grotesca deriva
de degradación y segregación provocada por errores y delitos impunes acumulados
durante 35 años. Ilusos llamarán algunos a quienes creen que hay una
oportunidad real de hacer frente a esos nacionalismos cuya catadura totalitaria
ya nadie debiera poner en duda. Que consideran una necesidad moral, política y
existencial el liberar de la coacción, la mentira y el miedo a los compatriotas
que callan desde hace décadas porque el resto de España y especialmente sus
gobiernos los dejaron a los pies de los caballos, en manos de minorías resueltas,
agresivas e implacables.
Está demostrado de forma palmaria que los nacionalismos son
insaciables, que toda concesión que se les haga solo alimenta las siguientes.
Se impone concluir que hay que hacerles frente para deslegitimarlo y derrotarlo
en las urnas. Hay que concienciar a todos los españoles, por lejos que estén de
regiones con separatismo, de que el verdadero fin de los nacionalismos es
destruir garantías y defensas de nuestras libertades comunes. Para dinamitar la
Nación en mil pedazos que sean fácil presa de ambiciones propias y de otros
aliados totalitarios. Como los comunistas de Podemos y sus terminales,
cómplices y aliados naturales de todos los demás enemigos del Estado. Si España
se rompiera, todos los españoles correrían similar suerte en estados-taifa
fanatizados por mentiras históricas y pronto enfrentados por los apetitos
territoriales e ideológicos de caudillos sin escrúpulos como ya se perfilan en
Puigdemont, Junqueras, Gabriel u Otegui, Iglesias y demás triunfadores en la
selección negativa del radicalismo. Algunos llaman ilusos a los que creen que
se puede reconducir a España hacia una nueva cohesión bajo el imperio de la ley
que no otorgue privilegios ni regalías a las minorías de enemigos fanatizados
de la Nación. Ilusos son los que creen que con nuevas concesiones a esas
minorías enemigas van a comprar sosiego a España. Aunque quizás ni lo crean. Y
solo quieran ganar tiempo para sí mismos. Entonces serían ellos, los falsos
defensores, los peores enemigos.
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