EL DEPREDADOR Y SU CORTE PROGRESISTA
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Martes, 09.01.18
Con su odio inagotable, Hollywood no deja de hacerle favores
a Trump
LA entrega de los Globos de Oro, como también la de los
Oscar, va camino de convertirse en el acto supremo de propaganda política en
favor del presidente Donald Trump. Cada aquelarre del mundillo de los
millonarios del faranduleo de Hollywood con su pringue moralizante en contra
del presidente es un auténtico festín de autoestima y reafirmación para las
masas que dieron a Trump la Casa Blanca, que apoyan al presidente y que, salvo
accidente o crimen, le llevarán a siete años de revolución conservadora. Esto
horroriza a Hollywood como a toda la izquierda. La certeza de que la agenda de
Trump se cumple. Hollywood en
histeria anti Trump. Pero ya no impresiona. Indigna o divierte. No queda
nada admirable. No queda ni cine ni dioses ni estrellas. Hoy alberga a un
rebaño enjoyado que chapotea el pozo negro de la ideología más mentirosa de la
actualidad. Hubo un tiempo en que allí se juntó gran parte de la inteligencia
huida del nazismo de Europa. Hoy la única inteligencia allí es James Woods,
proscrito como ferviente defensor de Trump. Lo demás es carne y baba. Que
declama sus letanías de izquierdas para hacerse perdonar su vida inane
adinerada. Presunción, autosatisfacción y farsa. Pero para gustarse tanto como
quieren, necesitan de una buena causa. También en los Goya hay causa para su
propia llantina solidaria, más zarrapastrosa, pero igual de auténtica en su falsedad.
Es ideal el victimismo. Permite un acto caritativo y además con uno mismo. Todo
es ganancia. Resulta que las actrices, mejores y peores, mayores y menores,
reales o imaginarias han decidido ahora que sufrieron muchísimo antaño con los
abusos sexuales a los que se sometieron para promocionar sus carreras.
Sufrieron, calcularon, sopesaron y callaron. Aunque algunas dicen haber
recibido favores sin pagar peaje en carne. Dicen. Sería el talento.
Detonante ha sido la caída de Harvey Weinstein, el productor
total de Hollywood, acusado e imputado como agresor sexual sistemático y
violador. Surgen como setas lastimeras las maltratadas bientratadas por
Weinstein. Las que recibieron favores y solo ahora hablan de un precio. Cuanto
más hipócritas, merengones y falsarios son los discursos más gracia tiene la
farsa. Especialmente con Oprah Winfrey y Merryl Streep, íntimas del gran
Weinstein. Ellas son las amiguitas del alma del monstruo depredador y violador.
Pero pretenden que no sabían nada de las aficiones del amigote. Ellas, las amas
de Hollywood, no sabían lo que todo Hollywood sabía. Centenares pasaron por «la
amistad de Harvey» camino del estrellato y ninguna de las que llegó dijo nada
hasta ahora. ¿Y ellos? Ellos igual, amiguísimos de Harvey. Qué iban a hacer sin
Harvey en Hollywood, se preguntarían todos, también Bardem y su mujer,
protegidos de Weinstein, que tampoco sabían nada. Si hubo alguna valiente que
en su día se enfrentó a Weinstein no estaba en los Globos de Oro. Está, en el
mejor de los casos, sirviendo hamburguesas en algún tétrico local del
extrarradio de Los Ángeles.
Harvey Weinstein es un depredador sexual al que todo
Hollywood ha adorado. Es también mecenas de esa subcultura izquierdista cuya
sacerdotisa máxima es la insufrible monja laica que es la Streep. Amigo y
donante de Obama y los Clinton, gran símbolo del pijerío cosmopolita que
desprecia a la América trabajadora y arraigada. Es decir, el depredador sexual,
el violador compulsivo era de los suyos. Bueno, pues sus amigas, víctimas y beneficiadas
que evocaron el sufrimiento de la violencia y brutalidad sexual, solo veían un
culpable para su trágica suerte: el facha de Donald Trump. La farsa es tan
obscena que resulta terapéutica. Como bestia negra de semejante gentuza
falsaria, el presidente norteamericano goza en Hollywood de una fuente
inagotable de argumentos, de fuerza y favores.
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