FELIZ CONSENSO DE CULTO A LA ARBITRARIEDAD
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes,
29.12.17
Leyes especiales de la ideología de género acaban con la
ley, no con la violencia
CUANDO se trata de ser correctos con las modas ideológicas,
presumir de bondad y compasión y alardear de progresismo nadie se quiere quedar
atrás. El Gobierno de España es campeón. Y ninguna comunidad autónoma hizo el
ya habitual feo de ausentarse. Así ha sido con el Pacto de Estado –no podía ser
nacional, eso tampoco– de Violencia de Género. Todas las representantes de las
autonomías para esa consejería de «igualdad», en coro con la ministra Dolores
Montserrat, ella también siempre la más «progresista» de la clase. Las
sacerdotisas de la igualdad presentaban un pacto que destruye todo el resto de
igualdad ante la ley que pudiera quedar después del periodo negro del
zapaterismo. Con estas para la violencia de género, las de LGTB y otras que
surjan en la tormenta mediática ideológica, España tiene ya leyes especiales a
capricho. Que privilegian a unos españoles y dejan a otros en la absoluta
indefensión legal. Que determinan profundamente el comportamiento de los
privilegiados y de los inermes. Sin trivializar aquello, hay que recordar que
esa es la senda que lleva a las leyes de Nuremberg de 1934. Allí se hicieron
leyes especiales para los judíos. Si dices esto te llaman cómplice de los
hombres que matan a sus mujeres. De los que son asesinos y maltratadores que
merecen pudrirse en la cárcel. Y de los que son enloquecidos porque denuncias
falsas les han quitado a sus hijos, su casa, su patrimonio, su trabajo, su
cordura y sus ganas de vivir. Denuncias falsas que muchas veces recomiendan las
abogadas, que quedan casi siempre impunes y que, por supuesto, aumentarán con
las nuevas medidas.
El Pacto llega bajo la conmoción de las muertes de mujeres
por violencia doméstica. Con su enorme efecto mediático son ya siempre un
alegato para ese radicalismo ideológico. Nadie pida sentido común o equilibrio.
Nadie demande un análisis serio sobre las causas de unas muertes y otras. De
las de parejas homosexuales. De las muertes de hombres y tantos suicidios de
hombres a los que han destruido la vida. También las mujeres son tratadas de
forma muy distinta según convenga al cálculo político e ideológico que hay tras
el eco mediático. Las víctimas de violaciones colectivas son mártires
omnipresentes en las televisiones siempre que sean violadas por españoles. Las
víctimas de «manadas» de Marruecos u otro lugar más remoto, como hace días en
Canarias, no existen. Ahí dosifican feminismo en aras de antirracismo para que
el cóctel ideológico sea apropiado. Los medios obedecen. Los partidos
participan. Por convicción o por cobardía. Los ciudadanos callan. Temen el
reproche.
El Pacto se aprobó en septiembre en el Congreso sin votos en
contra. Fueron 278 a favor. Las 65 abstenciones se debieron a que los
comunistas de Podemos y algún otro querían aun más medidas de ideología de
género. Aún más medidas especiales de castigo extrajudicial, aún más leyes
especiales que hacen irrisoria la igualdad ante la ley y la presunción de
inocencia, base del Derecho. Y querían aun más poder y dinero para
organizaciones feministas y para esos órganos estatales o paraestatales que,
copados por el feminismo y la extrema izquierda, hacen sospechoso al hombre
desde un principio de toda causa y ridículo cualquier intento de defenderle.
Ahora el Pacto trae 200 medidas que servirán para hacer más irrespirable el
ambiente social, enconar los conflictos, fomentar la denuncia falsa y promover
la injusticia. Además de la censura porque los medios habrían de someterse a
dichas arbitrariedades. Ah, se me olvidaba, esto que no falte, mil millones
para que se repartan órganos y pesebres ideológicos al final al servicio de la
extrema izquierda, de agitadores contra la familia y enemigos del Estado.
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