GALLARDOS CAUDILLOS
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes,
12.01.18
La Nación española tiene otra prueba de lo poderosa que es
con la ley en la mano
PUEDE que sea una nueva estratagema para demostrarnos que,
más allá del ADN fino y francés de los catalanes y el tosco y canalla africano
de los habitantes del resto de España, es cierto que somos tan distintos los
demás españoles de ellos. De ellos, los separatistas. Porque el espectáculo que
nos dan estos días todos los cabecillas del golpe de Estado en Cataluña es algo
que tiene muy poco de español. Algunos lo verán como una prueba de las virtudes
del pragmatismo. También puede entenderse como una simple añagaza para salir de
la cárcel. Pero también es el mayor alarde de cobardía visto en tierra española
en siglos. Como la demostración de la peor falta de gallardía y honor de
quienes estuvieron muy dispuestos a asumir inmensos daños para otros e intentan
evitar todo perjuicio propio. Cobardía de máxima pureza. Algo impropio de
España donde siempre hay valor y gallardía individual que, si no compensan, sí
consuelan por debilidades y cobardías. Si los golpistas de la Generalitat en
1934 huyeron por las alcantarillas ante cuatro tiros del general Batet, las
cloacas son hoy esa retractación falsaria que evidencia la ínfima calidad y
catadura. Hubo un tiempo en el que los nacionalistas encarcelados por atentar
contra el Estado morían de huelgas de hambre. Estos hoy no perdonan una
merienda.
Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, son máximos dirigentes de la
ANC y de Òmnium Cultural, dos de los más aguerridos caudillos separatistas que
desde hace años amenazan a los españoles con catástrofes si no se avienen a sus
planes de ruptura de España, su Nación y Estado. Ayer, ante el juez, los Jordis
juraron fidelidad incondicional a la Constitución. Si le ponen el himno de la
Guardia Civil o la Legión, habrían desfilado por el despacho judicial. Gastaron
millones de euros y de horas laborales en hacer daño a España. Estafaron a la
sociedad. Ahora dicen que todo eran actos simbólicos, poco menos que una broma.
Ni rastro ya de provocaciones, amenazas y ultimátums. Todo gracias a Estremera.
También rectificó Joaquim Forn, tan agresivo y provocador él
que llegó a amenazar a Guardia Civil y Policía Nacional con que los Mozos de
Escuadra les harían frente. Ahora dice que él no mandaba y los Mozos golpistas
estaba a las órdenes de Josep Lluis Trapero. Que por cierto aún no está en la
cárcel. Como Artur Mas, todos echan la culpa al prójimo. Peor aun, al
subordinado. Mientras estos se retractaban de todo y juraban lealtad eterna a
la Constitución, Carmen Forcadell anunciaba que no presidiría el Parlamento
catalán. Con una previsible petición de quizás veinte años de prisión no le
apetece repetir. Otros imputados también se han quitado de en medio, unos de
forma más discreta que otros.
La moraleja es evidente. Cuando en España se aplica la ley
contra los enemigos del Estado los efectos son más que beneficiosos, son
milagrosos e inmediatos. Lástima que se haga tan poco. Afortunadamente Cataluña
no tenía un espacio judicial propio como tantos quisieron otorgarle. Y estaban
los jueces para imponer la ley. Si es por los políticos, mal vamos. Porque
tienen más miedo a que se aplique la ley que los delincuentes. Porque les
impide consumar sus cambalaches. Los caudillos separatistas además de cobardes
son tramposos y mentirosos. Que reincidirán, nadie lo dude. El reto separatista
continuará. Pero la Nación española tiene la prueba de lo inmensamente poderosa
que es con la ley en la mano. Si comienza a aplicarla con firmeza y
consecuencia en todo el territorio nacional e impide que la vacíen con indultos
que nunca tuvieron otros golpistas, España podría estar al principio del final
de algunas de sus peores pesadillas.
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