VERGÜENZA DE ESPAÑA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes,
09.02.18
Zapatero intriga, maniobra y presiona para cimentar la
dictadura de Maduro
HAY situaciones en las que la corrección en el trato se hace
incorrecta por obscena y radicalmente inapropiada. Como inapropiada es la
cortesía otorgada a quien brutalmente la niega. El vienés Karl Kraus, gran
defensor y virtuoso practicante del insulto procedente, consideraba una falta
de respeto a la verdad y a la justicia mostrar respeto hacia quien había demostrado
no merecerlo. Esta reflexión se impone a la hora de hablar de un expresidente
del Gobierno de España que vuelve a protagonizar un vergonzoso y envilecedor
capítulo de su larga, tóxica y deplorable trayectoria. José Luis Rodríguez
Zapatero ha escrito una carta a los partidos de la oposición venezolana en la
que demanda que se plieguen a las exigencias de Nicolás Maduro y acudan a unas
elecciones el 22 de abril para legitimar al dictador, caudillo de la mafia
narcocomunista que gobierna hoy Venezuela. Para gran vergüenza de España,
porque el Gobierno de Mariano Rajoy le otorgó expresamente un apoyo que jamás
le ha retirado, Zapatero lleva ahora años de intrigas, maniobras y oscuras
operaciones con el único objetivo real de fortalecer y cimentar la dictadura.
Al principio aun se podía creer que pretendía mediar honradamente y buscar una
salida democrática al país. Pero pronto quedó claro con quién estaba y para
qué. Muchos de los dirigentes de la oposición le han exigido que se vaya del
país y no vuelva. Son cada vez más explícitos en mostrarle el desprecio a su
conducta y el rechazo total a su mediación. Ni se ha inmutado. Sus viajes a
Venezuela y sonrientes apariciones televisadas con Maduro son un sangrante
insulto para un pueblo que se muere de hambre, falta de medicinas,
desesperación y terror de policía política y sicarios del régimen.
Los españoles saben bien lo tóxico que es el personaje. En
ocho años hizo daño a España como nadie nunca en tan poco tiempo. Su trágica
irrupción en la historia de España propulsado al poder por un rosario de
bombas, 191 muertos y mil heridos, abrió grandes heridas, hizo rezumar
artificialmente un odio largo tiempo superado y generó discordia, resentimiento
y mala fe como no conocía este país desde los peores momentos de sus guerras
fratricidas. Y todo ello continúa como su siniestro legado. Zapatero ha sido
una tragedia para España. Su obcecación en la mentira hizo dispararse el coste
y el sufrimiento de los españoles en su crisis más larga desde la guerra. La
catástrofe cultural del rebrote del más virulento revanchismo y la dramática
escalada del odio a España, el propio golpe de Estado con la rebelión
institucional en Cataluña son impensables sin él. Él generó el resentimiento
que lleva a jóvenes a querer vengarse hoy de una guerra de hace 80 años de la
que no saben más que mentiras.
Para desdicha del pueblo hoy más desgraciado de la tierra,
que es el venezolano, Zapatero apareció por allí nadie sabe bien cómo ni por
qué, allá hace ya casi tres años. En la embajada española sugirió en 2015 que
tenía un mandato de Obama. Yo estaba allí. Nada más se supo. Muchos barruntaban
ya entonces oscuros intereses. Hoy más. Recuerdan al Hugo Chávez triunfante en
Madrid, primer jefe de Estado que celebró a Zapatero en el poder, apenas
disipado el humo del 11-M. Lo cierto es que ahora Zapatero defiende con ahínco
y celo los intereses de un dictador, cabecilla de una banda de delincuentes
narcotraficantes, que dirigen aquel régimen. Mientras no se distancie el
Gobierno de Rajoy de ese Zapatero al que avaló, la vergüenza por el daño que
ocasiona Zapatero a Venezuela es vergüenza de España.
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