EL PASEO IMPROBABLE
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Martes, 06.02.18
Otegui y Timochenko no pueden pasear tranquilos y eso es
bueno
SE queja amargamente Arnaldo Otegui de que no puede pasear
tranquilamente por Madrid sin que alguien le insulte. Al parecer se le acercan
demasiados madrileños a recordarle su pasado terrorista. Todavía quedan
madrileños que recuerdan los asesinatos de los amigos y camaradas del etarra,
más de 120 madrileños, casi mil españoles muertos en total. Otegui se quejaba a
un medio separatista catalán. Lamentaba lo poco civilizados que son los
madrileños que le echan en cara sus crímenes y no hacen cola para hacerse un
selfie con él como le sucede al cabecilla de ETA cada vez que pasea por
Barcelona. Algo pasa en Madrid para que le llamen lo que ha sido. Y lo que es.
Porque mientras no se arrepienta públicamente de todos los crímenes y, ante
todo, mientras no anuncie también de forma pública que colaborará con la
Justicia y la Policía para ayudar a esclarecer todos los asesinatos cometidos con ETA aún no resueltos, Otegui sigue siendo leal a la banda terrorista. Y es
por tanto un enemigo de España y de todo español civilizado. Como enemigo de
España lo jalean los separatistas. Si quiere que los españoles y Madrid en
especial le vean de forma diferente, la Fundación Villacisneros le ofrece una
grabadora para revelar sus contactos, direcciones y demás datos de sus
actividades terroristas, así como todos los nombres reales de etarras de los
que supo y los crímenes cometidos por ellos. También puede ir directamente a la
fiscalía o al juez. Si lo hiciera podría entrar en la historia como líder de la
tan necesaria regeneración moral de la sociedad vasca. Mientras no lo haga,
Otegui solo puede esperar desprecio de una sociedad en pleno proceso de
recuperación de su pulso moral.
Lo que pasa en Madrid, y sufre Otegui, es que la gente tiene
ganas de mucha verdad. De oírla y decirla. Están hartos de estafas. Es
terapéutico decir lo que se piensa a quienes se atrevieron al mayor desprecio
que es el matar. Y eso que los madrileños son gentes relajadas, no como los
colombianos de Armenia que, cuando descubrieron hace unos días que el líder del
narcoterrorismo de las FARC, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, pretendía
hacer campaña electoral en su localidad, le comunicaron con tanta vehemencia lo
que le dicen los madrileños a Otegui, que el cabecilla narcocomunista tuvo que
huir protegido por sus guardaespaldas. Hay sociedades aún lo suficientemente
sanas como para no tratar con educada contención a quienes han matado a sus
hijos.
En Barcelona pasan otras cosas. Algunas reconfortantes como
es la renovada alegría y el orgullo de tantos catalanes que vuelven a
celebrarse en su condición de españoles. Otras tristes, como las referidas
colas para hacerse una foto con Otegui con tanta devoción como con alguien
digno de admiración y gran mérito, cantante, futbolista, escritor, científico o
astronauta. Este tenebroso prestigio del terrorismo dice mucho de los mimbres
con que está hecha esa aventura cobarde, ventajista y falsaria que es el
independentismo catalán que antes de su definitivo fracaso habrá de darnos aún
disgustos. Carles Sastre, el terrorista que ató al empresario José María Bultó
una bomba en el pecho y lo voló en mil pedazos, es otra de las referencias
políticas y morales del separatismo. Este ha perdido para siempre su imagen más
amable, la más hipócrita. Que Timochenko y Otegui no puedan pasear tranquilos
es una noticia tranquilizadora. Todos asumen que los dos no han cumplido ni
cumplirán lo que debieran por sus crímenes. Pero nadie pida que se les respete
como a probos ciudadanos ni que se olvide que su deuda con la sociedad queda
por siempre pendiente.
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