LAS ADVERTENCIAS DE SEBASTIAN KURZ
Por HERMANN TERTSCH
ABC Domingo,
17.06.18
Orban y Salvini no son peores europeos que Macron o Merkel
NO se le notaba ayer al canciller austriaco, Sebastian Kurz,
el enfado por las revelaciones sobre el masivo espionaje de los servicios
secretos alemanes BND en Austria. Cuando llegó por la mañana para intervenir en
el Foro Europa en el monasterio de Göttweig, Kurz ya preparaba una
comparecencia por la tarde en la televisión pública ORF, desde el Palacio
Imperial, nada menos que acompañado por el presidente de la República,
Alexander van der Bellen, para informar a los austriacos sobre lo que se
considera una quiebra gravísima de la confianza entre aliados y exigir
explicaciones a Berlín. Según el diario Der Standard, el BND ha espiado
«institucional y sistemáticamente» a cerca de 2.000 objetivos austriacos que
van desde organismos oficiales, políticos y diplomáticos hasta la inmensa
mayoría de las grandes empresas. Todos recuerdan en Austria la indignación del
Gobierno alemán cuando Edward Snowden denunció que la agencia norteamericana
NSA espiaba en Alemania. Llena está la hemeroteca de solemnes frases de
protesta de los gobernantes alemanes. «Es intolerable que se espíe entre
amigos», dijo en otoño del 2013 la canciller Angela Merkel. Ayer lo repitió
Kurz. Suele pasar que los más tiernos promotores del buenismo y de la
corrección se revelan como los hipócritas supremos.
Sebastian Kurz no dijo por la mañana ni una palabra del
espionaje alemán. Acudía al monasterio benedictino de Göttweig a explicar las
prioridades de la presidencia austriaca de la UE que comienza el 1 de julio. En
el llamado Montecassino austriaco que desde hace mil años domina el Danubio
junto a las gargantas de la Wachau, se reúnen anualmente políticos y analistas
de la Europa central y suroriental. Kurz, el jefe de gobierno más joven de
Europa, acude desde que era un secretario de estado del Interior encargado de
la inmigración a los 23 años. Ayer defendió una alternativa a la política de
Merkel que ha generado ingentes problemas sociales y de seguridad y toda una
colosal galerna político cultural que amenaza con liquidar a los partidos
tradicionales. En plena crisis en Berlín, Kurz demandó máxima prioridad para el
fortalecimiento de la fronteras exteriores. «Son los Estados y no los
traficantes quienes deben decidir quién entra en Europa y quién no». Defendió
su «eje de los voluntariosos» de partidarios de máxima firmeza para acabar con
la inmigración ilegal y advirtió de que «no puede ser que algunos en la UE se
crean más y mejores que otros». «Aquellos que dividen a los europeos en buenos
y malos pueden ser la garantía del fin de la UE». Pero Kurz estuvo optimista.
Atribuye a todos buena fe aunque a algunos también una fatal arrogancia. Y deja
claro que considera a Orban y Salvini al menos tan buenos europeos como Macron
y Merkel. Acudirá a la próxima reunión del grupo de Visegrado. Y pase lo que
pase en Berlín, sobreviva o no Merkel este semestre, con la bronca de los
espías, comienza Austria la presidencia con clara superioridad moral sobre el
maltrecho Gobierno alemán y crecientes apoyos.
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