DE CEUTA, SÁNCHEZ Y SOROS
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes,
27.07.18
Es nefasto el mensaje de una España inerme ante la
inmigración ilegal
MÁS de 600 jóvenes africanos asaltaron ayer la frontera
española en Ceuta e invadieron territorio español. Literalmente. Armados con
grandes cizallas, lanzallamas de fabricación casera y cal viva, doblegaron con
insólita violencia a los agentes de la Guardia Civil que defienden las
instalaciones fronterizas e hirieron a más de veinte de ellos. Una vez en tierra
española se lanzaron a celebrar su éxito por las calles ceutíes ante las
cámaras de televisión, plenos de orgullo exultante. Sus imágenes triunfantes
han dado ya la vuelta al mundo y en África los jóvenes ya las han visto. Ellos
son los héroes. Por España se puede. Millones de jóvenes los envidian y sus
familias ahorran para pagar a los traficantes que los hagan protagonistas de
futuras escenas parecidas.
Lejos de los triunfadores, en el hospital de Ceuta tratan a
los guardias civiles de las quemaduras de la cal viva, del ácido y las
llamaradas y de los golpes recibidos de una turba a la que nada importaba más
que entrar por la fuerza en territorio español. Si uno de los guardias hubiera
muerto es de suponer que el Ministerio del Interior lo habría presentado como
un desgraciado accidente. Ayer no hubo ni una palabra del ministro ante más de
veinte bajas en un cuerpo del Ministerio. Y no se sabe que se haya instruido
ningún tipo de acción contra unos extranjeros que sin documentación y por zonas
no habilitadas para el tránsito han ejercido una violencia colosal para violar
la frontera y la ley en una agresión con decenas de heridos. Han violado la
frontera, han utilizado armas acarreadas y fabricadas con premeditación para
atacar a españoles, han herido a fuerzas policiales y asumido el riesgo de que
estos murieran. Y nadie va a ser responsable de todo ello.
Imaginen a unos españoles que organizan un ataque similar
sobre unos guardias civiles en un recinto que estén vigilando. ¿Cuántos años de
cárcel deberían en justicia caerles? Muchos. Los autores de la agresión sufrida
ayer por las fuerzas policiales españolas quedarán en absoluta impunidad. Han
entrado con violencia y atropellado y aplastado a la Policía. Los agresores
tienen garantizado el premio de su estancia ilimitada en España y Europa. Han
cometido graves delitos al entrar que nadie les reprochará. La impunidad se
entiende enseguida. Es el mensaje a los que vienen detrás: «Usad la máxima
violencia, porque si tocáis suelo español nada de lo hecho importa». Así se
entra en España con violencia y con la idea –muy cierta, por desgracia– de que
se llega a un país que no castiga por violar sus leyes, ni por destruir sus
instalaciones ni por agredir a sus agentes.
La mayoría de los españoles no sabe –se quiso mantener en
secreto–, que nada más llegar a La Moncloa, Pedro Sánchez recibió una visita
extraordinaria. Era George Soros, un magnate y especulador financiero que
mantiene una guerra global y sin cuartel contra las naciones europeas. Paga a
cientos de ONG, partidos izquierdistas, bandas antifascistas, diarios digitales
y páginas y blogs en todo el mundo para sus campañas. Tiene mucha nómina en
España y hoy parece sentir predilección por nuestro gobierno. A quien odia
Soros es a Viktor Orban, el líder húngaro que gobierna con inmenso apoyo
popular. No como Sánchez. Su parlamento aprobó leyes por las cuales quien
intenta ilegal y violentamente entrar en Hungría es expulsado de inmediato tras
ser procesado por lo que jamás puede aspirar a regularizar su situación en
aquel país. Hungría es una nación que resiste a Soros y tiene fronteras que
todos respetan. Nosotros por el contrario podríamos habernos convertido ya con
Sánchez en su juguete favorito.
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