EL TRIUNFO DE LA PROBIDAD
Por HERMANN TERTSCH
ABC Domingo,
22.07.18
Casado creyó en que ese partido noqueado, desnortado y
humillado tenía aun suficiente músculo moral para reaccionar
LO primero que hizo Pablo Casado al saberse ganador del
congreso y nuevo presidente del Partido Popular fue llamar a la Casa Real para
informar personalmente de su nombramiento y expresar la total lealtad propia y
del partido que preside a Su Majestad el Rey. De momento, eso ha ganado ya
España con el espectacular acontecimiento político que es la victoria de
Casado. La Corona va a necesitar a todos los defensores de este nuevo líder, su
partido y todos los demás líderes y partidos que defienden la unidad de España,
el orden constitucional y la convivencia pacífica.
A su rival no se le habría ocurrido. De ganar, habría estado
ofuscada en la celebración del triunfo de las técnicas tradicionales del
ejercicio del poder. Satisfecha y ufana de la obediencia mostrada por los
compromisarios y sobre todo de la eficacia del poder. Lo acostumbrado. Pero
pasó lo contrario. Lo que es un mensaje optimista que va más allá de la
militancia y el electorado del PP. Y siembra la inquietud en todos los rivales
y enemigos de este partido por mucho que lo nieguen. Querían que ganara la reina
del cambalache. Porque se han beneficiado mucho del mismo. La victoria de
Casado y las semanas que hicieron posible lo antes impensable han sido un
triunfo de la probidad frente a la trampa. Ha ganado quien, algo inusual en
España, dejaba claro que concurría para ganar y no para repartir cargos. Que
quería imponer criterios y principios que considera mejores que los de su
rival. Que no quería cambalaches de consenso, sino poner patas arriba y
reactivar un partido que Mariano Rajoy y Soraya dejaban con el encefalograma
plano y aparentemente sin músculo moral.
Se han equivocado todos los periodistas y analistas,
observadores y compañeros o enemigos que sentenciaban que, al final, el
congreso sería un cínico reparto de prebendas y ventajas entre los concurrentes.
No ha sido así porque Casado creyó en que ese partido noqueado, desnortado y
humillado tenía aun suficiente músculo moral para reaccionar. Hizo un
llamamiento a salir de la covacha de los ajustes de cuentas del poder y del
frío cálculo permanente de las conveniencias personales. Y funcionó.
Casado ha desafiado y vencido a la asfixiante atmósfera de
cinismo que daba por hecha una mera guerra despiadada de intereses entre dos
enemigas declaradas. Y después al triunfo del poder y el aparato. Que era el camino
más directo a la muerte del partido. Al final han sido los compromisarios los
que se han rendido a la evidencia de que Pablo Casado era un candidato
infinitamente mejor que Soraya Sáenz de Santamaría. Y aunque fuera cierto, que
no siempre lo es, que todos fueran a votar pensando solo en sus intereses
personales, resulta que una mayoría llegó a la conclusión de que estos también
están en mejores manos con el ahora ganador. Ha ganado el pulso una
desenterrada reputación de la probidad.
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