EL COLAPSO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 31.07.18
Cuando las autoridades violan las leyes, la sociedad
considera rota toda regla
LOS taxistas consideran que ellos y nadie más que ellos
deben decidir cuánta competencia tienen en el sector del transporte en alquiler
de coche con conductor. Como son muchos y se les tiene miedo, los políticos les
dieron la razón en un principio. Y ahora nadie tiene coraje para decirles que
lo que pretenden no puede ser. Ellos han decidido que ahora todo es posible. Y
quieren aprovechar el momento actual en España, que ha extendido la convicción
generalizada de que vivimos un momento extraordinario en el que las leyes, la
razón, las formas y modos, las costumbres y el sentido común han quedado
eclipsados o suspendidos por el tumulto político. Es general la impresión de
que todo es posible porque ya no hay frenos, ni límites ni anclajes, ni reglas
ni hay leyes que lo impidan. Solo hay que plantearlo con la suficiente osadía,
la correspondiente voluntad de transgresión y la necesaria falta de escrúpulos
y violencia.
Esto antes se llamaba un periodo prerrevolucionario. Lo es.
En esta situación el jefe del Gobierno se va tres semanas de vacaciones cuando
apenas lleva ocho en el cargo. Se nota que ha estado en su vida más tiempo en
el paro que con empleo el señor Pedro Sánchez. Si no, sabría que esas
vacaciones, en sus circunstancias, son una falta de respeto. Más o menos como
irse de parranda playera en avión de las Fuerzas Armadas el mismo día en que el
jefe de la UCO de la Guardia Civil firma la paralización de todas las
operaciones por falta de fondos. Lo cierto es que se ha instalado en España un
ambiente de perfecta anomalía desde que Mariano Rajoy entregó –sepa Judas por
qué– el poder a un siniestro Frente Popular en vez de forzar elecciones. Desde
entonces todo es posible. Y las leyes ya apenas sirven como referencia de lo
que se está violando. Unos 700 jóvenes africanos pueden atacar a la Guardia
Civil, herir a 22 agentes, violar la frontera española «con la ayuda de Alá» y
después ser agasajados por Televisión Española. Y por unos ministros pendientes
del estado de los agresores y absolutamente indiferentes ante la suerte de unos
agentes agredidos a los que nadie del Gobierno fue a visitar. También Sánchez
dijo que los asaltantes merecían un respeto. Se le olvidó decir si la Guardia
Civil también.
Lo dicho, todos saben lo que hay, un inmenso agujero de
poder, y quieren aprovecharlo para lo suyo. Los golpistas catalanes saben lo
débil e incapaz que es el Gobierno de Pedro y sus ninfas, ese extraño
contubernio de zafiedad personal, resentimiento social, incompetencia y empacho
ideológico paleomarxista. Por eso advierte Puigdemont a Sánchez que prepare las
trampas inconstitucionales para un referéndum que es traición o sepa que su
tiempo se acaba. Por eso el PNV consigue un cheque en blanco con la retirada
del recurso de inconstitucionalidad para su fantasmal ley de acoso a la Policía
y Guardia Civil. Por eso los repartidores de prensa llevan quince días de
violentísima huelga. Por eso el portavoz de los taxistas en Barcelona amenaza
con maneras de chantajista para exigir que Gobierno y sociedad se humillen y
cumplan todos sus deseos. O asuman que se hará todo el daño posible al mayor
número posible de ciudadanos. Cuando el Gobierno está aliado a prófugos y
delincuentes golpistas, los ayuntamientos llaman a violar las leyes por sistema
y las televisiones justifican los delitos, unos terroristas apoyados por un
socio del Gobierno pueden perseguir a cara descubierta en un restaurante a un
juez del Supremo para agredirle. Y no pasa nada. Hasta que pase de todo.
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