LA MEMORIA DE LOS VIVOS
Por HERMANN TERTSCH
ABC Domingo,
12.08.18
Liquidan los testimonios de atroces verdades que pronto
negarán
ESTÁ pasando por todos los rincones de España. Sucede en
silencio. Sin que apenas alguien lo perciba más que cuando ya solo es ausencia.
Son placas, lápidas o medallones, son modestos memoriales o apenas una
inscripción, son cruces y columbarios en cementerios o capillas. Son nombres y
tablas informativas con breves leyendas dentro y fuera de las iglesias, en
edificios públicos y privados, en plazas céntricas, en calles perdidas y en
parajes solitarios en el campo. Son piezas de nuestra historia que desaparecen
silenciosamente. Son los testimonios de sufrimiento, de muertes y crímenes, de
matanzas inauditas, de hechos que horrorizaron al mundo con la persecución de
civiles inocentes y la mayor matanza de religiosos jamás habida.
Cierto es que durante 40 años no se honró a combatientes
caídos de las filas del bando perdedor ni a víctimas inocentes de quienes
después fueron vencedores. Pero el llamamiento a la reconciliación empezó
pronto para la crueldad infinita de aquella guerra. El propio Valle de los
Caídos fue concebido como un símbolo de reconciliación en el que reposaran
juntos los antiguos enemigos. Y tras la muerte de Franco el régimen se disolvió
en la transición en un sistema de libertades que, con todas sus debilidades hoy
tan manifiestas, permitió un notable éxito en el desarrollo del bienestar y una
vida en razonable convivencia.
La decisión de dinamitar la continuidad histórica de este
proceso y reactivar la Guerra Civil como factor político se produjo bajo el
socialista José Luis Rodríguez Zapatero. Tres lustros después, el hostigamiento
contra toda opinión discrepante adquiere visos dictatoriales. Autoridades
nacionales, regionales y locales borran los testimonios de las matanzas
perpetradas por las fuerzas socialistas, comunistas y separatistas, hoy aliadas
de nuevo para mantener al actual gobierno. Borran todo testimonio del terror
rojo para negar que jamás existiera. La Iglesia, que debe su supervivencia
física a la suerte de la guerra, accede sumisa a que se borren las huellas de
sus mártires. Con la permanente propaganda de medias verdades y mentiras
absolutas se deforma a la juventud desde la escuela y los medios. Para la
agitación contra la reconciliación nacional y para descalificar, marginar y
callar a quienes rechazan la falsaria versión de la izquierda de que el
alzamiento militar fuera contra una democracia. Y no contra el caos y la
inminente amenaza de la dictadura bolchevique. No otro fin que esta persecución
tiene la Ley de Memoria Histórica y su perversa segunda fase. Mientras en la
derecha nadie aboga por una nueva dictadura, este Frente Popular agita en el
enaltecimiento de las fuerzas totalitarias de la izquierda, responsables reales
del fracaso de la II República y del estallido de la guerra. Quieren hacer
desaparecer todo testimonio que les quite la razón. En los medios en que son
hegemónicos esos testimonios han desaparecido ya. Ahora se desvanecen los
recuerdos en las piedras en nuestra geografía. Si logran imponerse les seguirán
los libros. Para que la verdad se desvanezca con la memoria de los vivos.
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