LA POMADA DE LA CALVO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Jueves, 02.08.18
Nos ponen a un bolchevique a enseñarle a Cervantes ideología
de género
CON España incendiada por la ola de calor, por el desprecio
generalizado de las leyes por gobernantes y gobernados, por la coacción y la
violencia impune en fronteras y en arterias bloqueadas de ciudades
secuestradas, es importantísimo mantener el buen humor para evitar que la furia
juegue alguna mala pasada al sufrido ciudadano. No vayan a acabar detenidos los
pacíficos contribuyentes que pagan la fiesta en un país en el que hoy todo
matón tiene patente de corso para la permanente impunidad de sus tropelías.
Para reírnos siempre tendremos a Carmen Calvo. Su patosa pretenciosidad es
fuente inagotable de chistes y gracietas que distraen a los españoles de sus
muchas cuitas. Nadie se equivoca tanto cuando habla sin decir nada.
Ayer Calvo oficiaba la toma de posesión de Luis García
Montero como director del Instituto Cervantes. Un acto al nivel de la
vicepresidenta, desde luego, porque se trataba de celebrar a un muy mediocre
poeta cuyo único mérito para llegar a dirigir el buque insignia de la cultura
española en el mundo es ser uno de los jefes de la «pomada cultural» del
izquierdismo carpetovetónico, tan sectario como paleto todo el. Y dentro del
mismo, ser además un comunista tan odiador como su mujer, Almudena Grandes, la
escritora de la revancha miliciana y bolchevique por antonomasia, mascarón de
proa de toda la nueva apología del chequismo que triunfa en la izquierda desde
aquel aciago marzo de 2004 en que Zapatero lanzó su maldición contra la
Transición y sus instituciones. Calvo se puso a dar consejos y le dijo a este
Beria del ripio que lo único que importa es la igualdad. «Llevas el mejor
nombre: Cervantes. Hay que proteger a don Alonso, pero también a Sancho, a
Aldonza y a Dulcinea, porque no hay mejor cultura que la igualdad». La igualdad
es la cultura. ¿Quién da más? El dinero público no es de nadie. La cultura es
el GPS para moverse en sociedad. Esa también es de ayer.
Calvo es vicepresidenta del Gobierno de España y, lo que es
más grave aun, catedrática de Derecho Constitucional. Eso puede agriarnos el
humor. Lo de vicepresidente es una circunstancia casual y discrecional que es
lamentable, pero como tal asumible. Lo que revela el grado de deterioro del
Estado y su administración es que Calvo sea catedrática de Derecho
Constitucional. Ella que dirige lo que tantas veces parece una banda de
gamberras que ofenden a la Constitución, al sentido común y a la lengua a
diario. Y capaces de poner a un enemigo de la Constitución y de la Monarquía a
dirigir el Cervantes.
Sánchez también tiene un título inexplicable. Es doctor en
Economía aunque su tesis doctoral esté bajo siete llaves y es sospechosa de
haber sido presentada en fraude de ley. Quien la vio dice que es un bodrio
vergonzoso que no habría pasado una reválida del bachillerato franquista. La
hiciera el equipo del ministerio de Miguel Sebastián como se dice, o no, lo
decepcionante es el desinterés absoluto por la tesis doctoral del presidente
que muestra esa jauría de sabuesos periodísticos que tantísimo ha ladrado sobre
unas supuestas irregularidades de Pablo Casado, que han resultado falsas. Ahora
ya, como no tienen master para hincar el diente, han convertido a Casado en
«xenófobo» y «racista». Por pedir que se combata la inmigración ilegal y se
fomente la legal. Por pedir seguridad en las fronteras y medios para que las
fuerzas de seguridad cumplan con su deber. Circulan por ahí buenos videos en
los que el santo laico de la izquierda española, aquel brillante farsante que
es Barack Obama, dice exactamente lo mismo que Casado. Al final, el problema de
Casado va a ser que es blanco.
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