The Unending Gift

sábado, octubre 19, 2013

COMPASIÓN, LEY Y FALACIA

Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 19.10.13

Nadie puede pedir a las sociedades europeas que se suiciden

     Honra al mundo desarrollado, especialmente en Europa, haber creado un sistema de acogida de refugiados y asilados como ninguno en el mundo. Que obedece exclusivamente a criterios de compasión y generosidad. A criterios humanitarios. Existe en estas sociedades europeas del siglo XXI, pese a todas las crecientes estrecheces y necesidades para sus poblaciones autóctonas, una empatía sincera hacia los extranjeros necesitados. Que jamás existió en otras épocas, ni existe hoy en otras regiones del mundo. Millones de inmigrantes procedentes de países remotos aquejados de pobreza crónica o violencia, torturados por dictaduras y estados fracasados, han recibido refugio, trabajo o apoyo en Europa. Francia ha sido un país ejemplar.


     Pero toda comunidad humana, y las sociedades modernas europeas también, tienen niveles de saturación para sus mejores características. Y cuando los superan, fenómenos por nadie deseados pueden hacer quebrar esas sociedades y agotar sus preciadas virtudes. Todas estas características que la convirtieron en tierra prometida de todos los desfavorecidos del mundo. A nadie puede beneficiar que se hundan en el caos, la inestabilidad, la pobreza y la discordia. Nadie puede pedir a las sociedades europeas que se suiciden. Y lo harían si bajo presión de minorías renunciaran a sus leyes. La fatiga en la empatía tiene muchas causas. Una de las principales es el abuso y la estafa. Que se da en el caso de la familia Dibrani. Y que no es excepcional. Sólo una minoría irresponsable puede exigir que se violen las leyes para dar impunidad a esta cultura del abuso.

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