EL ESTADO AVERIADO
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 26.11.13
La avería moral y el colapso en la eficacia generan un asco
que se nos pega a las ropas, como el célebre barro a las togas
EL Príncipe Felipe ha tenido que suspender un viaje a Brasil
por una avería en el avión. Iba a Brasil, una potencia emergente de inmensa
importancia para nuestras empresas. Iba para promocionar la Marca España. No ha
podido ser. Porque con el Príncipe Felipe ya en el avión se comprobó que una
pieza fallaba. No se había hecho el día anterior. Ni dos ni tres días antes,
con tiempo para tomar medidas ante la contingencia. El resultado es que el
Príncipe ha pasado ocho horas dentro del avión en tierra. Hasta que le han
dicho que se volviera a casa. Que no había repuesto para la pieza averiada. Ni
tampoco había avión de repuesto. Ni había nadie que pensara y organizara alguna
solución para evitar el penoso ridículo con la suspensión de toda la agenda. El
Estado brasileño es un poderosísimo cliente potencial de nuestra industria.
Para sus trenes de alta velocidad como para sus inmensas infraestructuras
proyectadas. El mensaje que ha llegado a Brasil es que el Estado del Reino de
España no es capaz de trasladar de un lado al otro del Atlántico al máximo
representante de la Corona durante la convalecencia del Rey. No es eso lo que
se llama un mensaje ganador.
En sus horas de baldía espera a bordo de un avión varado, el
Príncipe Felipe quizá leyera el artículo de Esperanza Aguirre de ABC. Como
otros hemos hecho y seguiremos haciendo, la presidenta del PP de Madrid se
lamentaba por el escándalo que supone que, cuando ya se han cumplido cinco días
desde los hechos, la Policía no haya detenido ni a uno solo de los 150 agresores
de la ultraizquierda que asaltaron el pasado miércoles la Facultad de Derecho
de Madrid. Un comando multitudinario de comunistas arrasó oficinas, demolió
ordenadores y mobiliario y causó cinco heridos. Resulta aún más inaudito que la
incapacidad de nuestro Gobierno de llevar al Príncipe hasta Brasil, en el avión
que fuera, el hecho de que la Policía de Madrid no haya sido capaz de practicar
una sola detención de los cabecillas de una manifestación salvaje de violencia
sectaria habida en una facultad de la principal Universidad de España. Resulta
intolerable que no se haya dado aún ningún tipo de explicaciones. Sí es cierto,
por ejemplo, que el rector José Carrillo garantizó a los agresores la impunidad
durante el asalto, al impedir a la Policía acudir en socorro de los agredidos.
Las víctimas dicen sentir miedo en la universidad. Toda una declaración de
bancarrota para el Estado, que se suma a todas las humillaciones que han
sufrido estas semanas otras víctimas, de crímenes mucho más graves, abominables,
en un espectáculo de prepotencia y alarde de los criminales que resulta
insólito y monstruoso en una sociedad civilizada.
¡Cuánta comodidad se adivina no ya en la falta de grandeza,
sino de mínima dignidad y decencia! Porque lo único decente era evitar el
espectáculo denigrante que hemos sufrido y que deja a la sociedad asqueada,
atónita y angustiada. Por la quiebra total de confianza en las instituciones.
Por la falta de fuerza moral en las élites que evidencia desde el cinismo en la
constitución del CGPJ a la corrupción que todo lo pringa. La avería moral y el
colapso en la eficacia generan un asco que se nos pega a las ropas, como el
célebre barro a las togas. Abolida la ética de la responsabilidad bajo los
socialistas, estamos asistiendo con el Gobierno popular al naufragio de la
esperanza. Porque sin músculo moral y político no hay remedio a tanta miseria.
Un poco de decencia y eficacia, por caridad. Para que la avería no sea la regla.
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