The Unending Gift

viernes, noviembre 08, 2013

KOESTLER EN VALENCIA

Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 08.11.13

La izquierda española parece haber perdido toda ambición de integridad intelectual y honradez dialéctica

CUENTA en sus memorias Artur Koestler los problemas que tenían siempre los agentes del Komintern para convencer a los comunistas de Europa occidental de los cambios de estrategia del PCUS, es decir de los cambios de humor de Stalin. Sucedía con frecuencia. Cuando se tenía a los cuadros comunistas bien entrenados y adoctrinados en una verdad, llegaban órdenes de Moscú de defender la verdad opuesta. El caso más dramático, que llevó a muchos comunistas a abandonar el partido en 1939 y costó a no pocos cuadros en toda Europa la muerte, fue el anuncio del Pacto Hitler-Stalin. Nadie podía creerlo. Que el gran padre de la revolución, el Stalin infalible, hubiera llegado a un acuerdo con el máximo representante del satán del fascismo que era Adolfo Hitler. Para repartirse entre ellos Polonia y merendarse el báltico. Hubo que utilizar todos los medios coercitivos para convencer a los comunistas de que la verdad a partir del 23 de agosto de 1939 era exactamente la contraria a la vigente hasta entonces. Los comunistas españoles, entonces ya muchos en el exilio, también tuvieron serios problemas para digerir el trágala aquel del intercambio de adulaciones entre Hitler y Stalin. Pero lo hicieron, lo volvieron a hacer muchas veces y parece que enseñaron bien a la izquierda española en general. Prueba de ello es ese gracioso espectáculo de toda la oposición valenciana en devota procesión en defensa de «su Canal9». De una televisión, cuyo cierre piden a gritos desde hace años. Aún resuena la enérgica exigencia de aquel pequeño napoleoncito de Pepiño Blanco en un mitin en Alicante. «Cuando hablan de austeridad, que lo cumplan y que cierren la televisión valenciana». Era el 22 de enero del 2011. Grandes aplausos cosechó el ministro de Zapatero con su arenga contra una televisión superflua y despilfarradora. ¡Qué lejos entonces de estas escenas ternuristas en las calles de Valencia! En concentración plañidera por «la defensa incondicional de la televisión de nuestra tierra, nuestra lengua y nuestra cultura». Eso con unos socios que, cuando hablan de «su lengua y su cultura» se refieren a otra que no es la valenciana. Otra que quieren imponer con ayuda de fuera y de otros. Con empeño, adoctrinamiento, organización y mucho dinero procedente de Barcelona.


Ahora Canal9, la televisión a la que esa tropa lleva lustros vilipendiando y saboteando, es el faro irrenunciable de las esencias espirituales valencianas. Dicen ahora y de momento. Porque muchos la quieren convertir en repetidor de TV3. No han necesitado un congreso de intelectuales antifascistas para consumar el giro de 180 grados con el cinismo que imponía el Komintern con Willy Münzenberg. No vamos a recordarles aquí a nuestros heroicos defensores del Canal9, reconvertido en ridículo Stalingrado televisivo, todos los pasos que han dado los sindicatos para hacer inviable aquella televisión. Lo más preocupante ahora no es el zafio oportunismo y la burda mentira que es el maltrato permanente de la verdad. El problema está en que la agresión a la verdad afecta a la ley. Por la disposición de la izquierda a violarla e ignorarla. La izquierda española parece haber perdido, arrollada y pervertida por el zapaterismo, toda ambición de integridad intelectual y honradez dialéctica. La agresiva reacción a su impotencia ante los retos de los actuales tiempos, la hace hundirse, atrincherarse en sus mecanismos de lucha de los años treinta del siglo pasado. Una lucha primitiva que se nutría, en época de Koestler, de la magia de la verdad total impuesta, el odio al enemigo de clase y la violencia. Podría ser el último coletazo en una deseable extinción de las formas más primitivas de la izquierda que subsisten aquí. Pero el trance es muy peligroso.



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