LOS SONÁMBULOS
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 01.11.13
Perder la batalla de la política nos lleva como sonámbulos a
conspirar en favor de una tragedia evitable, que para nosotros hoy es el Estado
fallido
ASÍ se titula, The
Sleepwalkers, el que puede considerarse el mayor acontecimiento editorial
relacionado con la gran efemérides que se acerca con el verano de 2014.
Conmemoraremos los cien años de las fechas que supusieron una profunda quiebra
en la historia y la civilización humana. El centenario del comienzo de la
Primera Guerra Mundial se abre el 28 de junio con el día de San Vito, cuando se
cumple el siglo desde que un joven nacionalista serbio asesinaba en Sarajevo,
al heredero del trono imperial y real de Austria-Hungría, archiduque Francisco
Ferdinando. Después llegará el centenario del ultimátum a Serbia el 23 de
julio, del llamamiento a filas en los diversos países implicados y el comienzo
de la guerra el día 1 de agosto.
Cuatro años y 17
millones de muertos después, el mundo en nada se parecía a aquél que había
comenzado esta guerra como si fuera una más. En el transcurso de aquella, la
primera y larguísima carnicería moderna, desapareció la civilización del orden
y la jerarquía tradicional. Y surgió otro, el mundo de las masas en rebelión,
de las tiranías totales, de las ideologías redentoras y del crimen absoluto.
Cuando callaron las armas en noviembre de 1918, estaban ya sembradas en las
tierras batidas por la artillería y anegadas en sangre, todas las condiciones
para el más brutal y asesino de los siglos de la historia de la humanidad, el
XX.
El libro de
Christopher Clark es, todos coinciden, una gran obra. Al nivel del clásico de
John Keegan, los propios escritos de Churchill sobre la Gran Guerra o La
Historia de la Primera Guerra Mundial de David Stevenson y otros. Pero si es
líder en ventas en todo el espacio cultural alemán en Europa es por una
originalidad a añadir a su calidad innegable. Y es que Los sonámbulos es el
primer libro dentro de la inmensa bibliografía anglosajona sobre aquella
contienda, que no atribuye a las potencias centrales toda la culpa de la
guerra. Clark hace una muy impresionante descripción de la evolución política y
geoestratégica europea desde la unificación alemana 1871. Salta con virtuosismo
desde la microhistoria de acontecimientos diplomáticos, políticos y militares a
la macrohistoria de los corrimientos de poder y descompensaciones de intereses.
Y teje Clark una realidad, en la que todos los actores, con mayor o menor buena
fe y acierto, pasiones más bajas u objetivos más excelsos, entran en una
especie de terrible rondó histórico en el que nada está o estuvo
predeterminado, pero en el que una fatalidad terrible e implacable va ajustando
todas las piezas en la posición terroríficamente adecuada.
Para
encajar en una situación que al final hace lógico, sin haber sido nunca
inevitable, el dramático resultado habido, la guerra, la carnicería, la inmensa
tragedia humana y el naufragio cultural. La fatal concatenación de
contingencias en aquel inmenso pantano de fatalidad acumulado en años previos a
los disparos de un insignificante nacionalista serbio. Que rompe diques y
arrasa en cuatro interminables años de infinita crueldad con una generación
entera de jóvenes de los países contendientes. Y deja todo el continente
anegado para que durante el siglo casi entero no se pudiera salir del lodazal
de odio, fanatismo e ideologías criminales. Nadie lo esperaba, nadie lo podía
esperar. Lean nuestros políticos Los sonámbulos. Léanlo los que juegan con
fuego y agitan las peores pasiones y los instintos más bajos, los que hacen
arriesgados cálculos para arañar algo más de poder, los insensatos y
delincuentes que reactivan ideologías fracasadas y criminales. Y los
indolentes, ciegos y sordos. Perder la batalla de la política, igual que el
hundimiento económico, nos lleva como sonámbulos a conspirar en favor de una
tragedia evitable, que para nosotros hoy es el Estado fallido.
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