The Unending Gift

sábado, diciembre 21, 2013

LOS FALSOS OFENDIDOS

Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 21.12.13

La ofensa está en que los espiados aún no sepan proteger sus conversaciones

Molière se habría divertido con estos políticos europeos que insisten en presentarse como señoronas ofendidas cuando les dicen que les han espiado. Muchos son políticos que desayunan a diario con dosieres secretos sobre valoración de riesgos, boletines informativos realmente confidenciales y mucho memorando de servicios de información, cuando no transcripciones de conversaciones de líderes africanos o avisos de contactos entre empresas. Pero no se les había pasado por la cabeza que alguien podría tener curiosidad en saber lo que traman ellos. Edward Snowden ha vuelto a soltar una dosis de datos para que unos se declaren espantados. Y para dañar un poco más las relaciones transatlánticas e intereuropeas sobre todo en la opiniones públicas. Esto siempre lo agradecen los amigos de Snowden, estén donde estén.

Ahora se anuncia que ha sido espiado por los servicios británicos el actual comisario de la competencia Joaquín Almunia, cuando era comisario de Asuntos Económicos. El afectado se ha declarado indignado. Pero no sorprendido. Entre wikileaks y demás zarandajas que se publican para la agitación de las opiniones públicas hemos llegado a un punto ridículo. Hasta políticos serios se ven en la obligación de ofenderse ante la eficacia de unos servicios de información. Que tienen un mandato constitucional, recolectar toda la información susceptible de servir para mayor seguridad y bienestar de la propia nación y Estado. Y que tienen una capacidad tecnológica impensable hace pocos años, que permite muchas cosas. ¿Les está diciendo alguien que renuncien a saber algo de interés porque sí? Ese planteamiento pueril se puede vender en periódicos y televisiones para agitar a los votantes. Pero no puede asumirlo seriamente ninguno de los afectados. Esfuércense un poco y contrapongan tecnología que les permita recuperar la capacidad de confidencialidad y secreto. La ofensa está en que los suyos no sepan aún proteger sus conversaciones. Y también, cierto, en que los aliados que espiaron tuvieron imperdonables fallos de seguridad al permitir acceso a la información a personajes como Snowden.


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